Yeha abrió los ojos y se encontró en un espacio de oscuridad terriblemente espesa. Su visión era de un negro abrasador. Parpadeó varias veces, pero su visión seguía siendo negra.
Debió haber dormido mucho, pero ¿todavía es de noche?
Yeha pensó distraídamente y retorció su cuerpo, buscando instintivamente los brazos de Hangun. Pero no podía moverse. Sus miembros no estaban atados, pero no podía moverse. Era como si estuviera atrapado en un espacio reducido.
Al principio, no le dio importancia. No estaba asustado, no tenía miedo. Se quedó con la mirada perdida en la oscuridad, matando el tiempo, porque decidió que sólo era un sueño extraño. Poco a poco, el tiempo pasó y sus hombros y rodillas empezaron a hormiguear.
Un momento después, sintió un olor rancio y penetrante. Qué era ese olor. No podía precisarlo, pero le resultaba familiar. Asqueroso, desagradable... Qué era. Yeha reflexionó en la oscuridad, poniendo los ojos en blanco.
De repente, Yeha se dio cuenta, como si alguien se lo hubiera dicho, con certeza y precisión.
'Ugh...'
Yeha estaba ahora dentro de la nevera. Era la vieja nevera que todavía olía a kimchi. Una nevera que estaba tan apretada que ni siquiera permitía que el aire escapara. Yeha movió sus dedos. Intentó estirarse, pero la vieja y robusta nevera no cedía ante su débil cuerpo.
Sólo entonces se dio cuenta de lo terrible que era. Agitó las piernas todo lo que pudo, sólo para chocar contra algo que no sabría decir si era una pared o el suelo.
'Huh... ugh...'
Al darse cuenta de que no podía escapar, su respiración se volvió intermitente mientras se precipitaba por su tráquea. El frío corría por sus venas.
Aterrorizado, Yeha lanzó su puño a través de la oscuridad y, como si quisiera castigarla, la criatura oscura lo mordió con afilados dientes. El débil puño fue rápidamente aplastado. Pero el monstruo no se detuvo ahí, y empezó a masticar a Yeha entero.
'¡Aaahhh...!'
Yeha gritó y luchó. Después de devorar la mitad inferior de su cuerpo, el monstruo llegó hasta su pecho, cortando su carne y pasando su lengua sobre su corazón palpitante. Los pelos de su cabeza se erizaron ante aquella sensación fría y premeditada.
Era el tipo de momento que te hace desear morir rápido...
"Kang Yeha".
Despertó.
Yeha emergió como de las profundidades del océano, aspiró una bocanada de aire y la retuvo hasta que sus costillas se hicieron un ovillo. Una gran mano rozó su espalda.
"¿Qué pasa? ¿Tuviste una pesadilla?"
Su voz era grave y llena de preocupación, su mano en la parte baja de su espalda era cálida, y su aroma era embriagador, sin importar la hora del día o de la noche en que lo oliera. Yeha se dio cuenta de repente de que había escapado de un sueño, no de una nevera.
Yeha se estiró y apretó las palmas de las manos, húmedas de sudor frío. En el sueño, cada hueso de su cuerpo se había destrozado y no podía ni cerrar el puño, pero ahora estaba bien.
Mientras se miraba la palma de la mano con las pupilas desenfocadas, Hangun entrelazó su mano con ella. La mano entrelazada con sus dedos era más dura que la pared de una nevera. Parecía lo bastante fuerte como para destrozarla de un solo golpe. Su corazón palpitante volvió lentamente a su sitio.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
Ficción General𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪