Yeha giró el pomo de la puerta con ansiedad, pero la puerta no se abría. Solo entonces recordó las palabras de la Doctora Yu: "Las puertas de emergencia en el piso de clase alta no están abiertas porque hay muchos ladrones". La humedad comenzó a llenar los ojos de Yeha. Él golpeó la puerta con fuerza.
"¡Ayuda... por favor! ¡Ayudenme! ¡Abran la puerta! ¡Por favor!"
La puerta de hierro grueso vibró fuerte bajo el golpe de Yeha. El ruido era tan fuerte que podía oírse desde lejos. También podían escucharse los pasos de los dos hombres que lo perseguían desde arriba. El sonido de sus pasos se acercaba cada vez más. Yeha estaba a punto de perder el control.
"Ahh, por favor..."
Con los labios apretados, Yeha golpeó la puerta con una furia cada vez mayor. Sentía que los hombres parecían estar a punto de arrastrarlo hacia la oscuridad en cualquier momento.
Yeha se sentó en la puerta, sin fuerzas para seguir adelante. ¿Estaría abierta la puerta de abajo? ¿Y si todas las puertas estaban cerradas? ¿Podría Yeha bajar los sesenta pisos sin encontrar una salida? Probablemente los monstruos serían los primeros en atraparlo y matarlo. La carne se le iría a pedazos y se la comerían cruda.
"Por favor... Hyung... Sálvame..."
Yeha pensó en Hangun. Si él hubiera estado allí, no podría haber permitido que esos seres humanos estuvieran en el mismo espacio respirando el mismo aire. Recordó cuando Hangun le dijo que mataría a todos los alfa excepto a él mismo, debió haber aceptado esa propuesta y entonces no estaría viviendo esta situación.
Fue un momento lleno de remordimiento. Yeha comenzó a sentir náuseas. miró hacia arriba, hacia las escaleras.
"Uh..."
El rostro de Yeha se distorsionó. Los dos hombres estaban riendo de oreja a oreja, observando a Yeha como si fuera una presa fácil. También tarareaban una canción extraña y peculiar. Yeha no tenía adonde ir, solo podía retroceder con su trasero pegado a la puerta. La puerta detrás de él parecía estar a punto de empujarlo hacia los hombres.
Y entonces...
PAM. Un ruido breve y agudo sonó y la puerta se abrió. Una luz delgada iluminó el pasillo de emergencia. Yeha entró por la puerta a gatas con el cuerpo temblando.
"Oh..."
La enfermera que había abierto la puerta se quedó boquiabierta al ver el estado de Yeha. Yeha cerró la puerta y se puso a bloquearla con su cuerpo.
"Vuelve a poner el seguro. ¡Rápido!"
Yeha suplicaba.
"¿Qué?"
La enfermera preguntó.
"Ciérralo. ¡Rápido!"
Yeha gritó con fuerza. De repente, la enfermera se puso cara de sorpresa y miró a Yeha con un rostro aturdido. La enfermera seguía sin moverse. Al final, Yeha fue quien se rindió. Se levantó del piso con dificultad y cruzó el pasillo cojeando por el esguince de su tobillo.
El corredor estaba lleno de gente, lo que era diferente a la tranquilidad del estacionamiento. Cuando miró hacia atrás, no habían señales de que la puerta de emergencia se abriera. ¿Esos hombres habían abandonado la idea de tener a Yeha? ¿O estaban esperando en otro lugar?
Yeha, con los hombros caídos, llegó delante de la sala de tratamiento. Era la sala de la doctora Yu. Yeha abrió la puerta con un movimiento torpe y saltó hacia dentro.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
Fiction générale𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪