El enigmático rostro del Anónimo se asomó, dejando a Yeha con la boca entreabierta por la incredulidad. No era 'Choi Hangun', ni siquiera era Máscara Roja; en su lugar, el Anónimo llevaba una máscara blanca adornada con ribetes dorados, cubriendo la mitad de su rostro. Sin embargo, Yeha permaneció cauteloso, consciente de que podría ser un aliado de Máscara Roja.
"¿Tienes sed?"
Preguntó el Anónimo. Yeha asintió distraído, luego se sorprendió al hacerlo. Una sonrisa satisfecha se dibujó en el rostro de Anónimo mientras Yeha se retorcía, buscando refugio en la oscuridad. Con su espalda contra la pared, Yeha vio cómo la figura anónima deslizaba la palma de su mano bajo el sofá.
"¿No es esto lo que quieres?"
La voz baja y anónima creó una fe ciega en Yeha, quien extendió cautelosamente la mano hacia la jeringuilla que contenía a la serpiente transparente que tanto ansiaba. Sin embargo, apenas sus dedos rozaron la jeringuilla antes de que el Anónimo se la arrebatara, dejando a Yeha con un sabor a decepción en la boca.
"Te la daré cuando salgas"
"..."
"De verdad te la daré"
Prometió el Anónimo, mostrando la jeringuilla frente a él. Yeha, sediento y temeroso de la llegada inminente de 'Choi Hangun', consideró la oferta. Salió lentamente de su escondite, mientras el Anónimo aguardaba pacientemente, manteniendo una distancia respetuosa.
Cuando Yeha emergió completamente de las sombras, mantuvo una postura defensiva, extendiendo la mano hacia Máscara Blanca. Al obtener lo que deseaba, Yeha solicitó la jeringuilla, la cual fue entregada obedientemente por el Anónimo. Pero antes de que Yeha pudiera sujetarla firmemente, el Anónimo la retiró de su alcance.
Las comisuras de los ojos de Yeha se contrajeron ante la acción. Aunque el Anónimo no infundía tanto miedo como Choi Hangun, resultaba igual de irritante.
"¿Sabes cómo hacerlo?"
Preguntó Máscara Blanca. Yeha lo miró fijamente, con una mezcla de frustración y perplejidad. ¿Y qué si sabe o no sabe cómo hacerlo?
"¿Puedo ayudarte?"
"..."
La oferta del Anónimo dejó a Yeha en un silencio tenso.
Sus ojos se entrecerraron mientras contemplaba al extraño de la Máscara Blanca, cuya presencia resultaba inusual pero, curiosamente, no incómoda. Tal vez fuera el sutil aroma que flotaba en el aire, evocando recuerdos familiares, como el suavizante para ropa o el olor del champú, pero mucho más fragante y embriagador. Era difícil identificarlo con precisión.
Interpretando el silencio de Yeha como un asentimiento, el Anónimo lo levantó con un movimiento rápido y lo colocó sobre el sofá acomodando sus piernas sobre su regazo como si fuera un príncipe ofreciendo la zapatilla a Cenicienta. Yeha miraba al Anónimo hipnotizadamente. La visión del empeine ensangrentado de Yeha provocó una mueca de descontento en el Anónimo, quien, tras un breve masaje con su pulgar en el pie de Yeha, lo sorprendió con un beso en la rodilla. Sobresaltado por los labios calientes, Yeha apartó su pierna.
"Lo siento. Es un hábito".
Murmuró el Anónimo con voz suave, aparentemente ajeno al malestar e incomodidad de Yeha. Este último frunció el ceño, desconcertado por la extraña conducta. ¿Qué clase de hábito es ese? Debe estar loco. Sin embargo, el Anónimo no pareció inmutarse, mostrando una sonrisa que Yeha interpretó como una señal para sacar su tobillo de su agarre.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
General Fiction𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪