La mirada inestable de Yeha y la mirada serena de Hangun se entrelazaron en el aire. Yeha mordió con fuerza su labio inferior. El labio, herido de manera inevitable, comenzó a sangrar con un color carmesí.
"¿Por qué no te apartaste? ¿Querías morir?"
"Claro que no. Quiero ver a Chanha posicionarse en lo alto de Hanho y formar una familia antes de morir."
"Pero, ¿por qué no te apartaste?"
"Porque sabía que esto pasaría."
"No seas ridículo. ¿Cómo puedes saber eso?"
Ante la insistente pregunta de Yeha, Hangun esbozó una ligera sonrisa. Con su pulgar, limpió la sangre de los labios de Yeha. La sangre roja manchó su pulgar.
"Yeha, me amas."
Era una afirmación contundente. Un tono similar al de una verdad obvia o un hecho evidente.
"No puedes matarme. Así como yo no puedo hacerte daño."
Hangun chupó su pulgar, dejando que el sabor a sangre de Yeha se deslizara por su lengua. Era más dulce y aromático que cualquier vino. Hangun cerró los ojos por un momento y se permitió sentir a Yeha.
'No puedes matarme', esa frase se clavó en el pecho de Yeha. El cuchillo cayó de su mano, resonando un sonido seco al impactar en el suelo.
Yeha se acercó mucho más a Hangun. La mano de Hangun, que lo había abrazado de manera familiar, se acomodó en su cintura. Yeha, como si nunca hubiera tenido la intención de matarlo, acarició suavemente las mejillas de Hangun. Podía sentir una piel firme y suave al tacto.
Si Hangun muriera, esa piel se enfriaría. Pronto se tornaría pálida, luego se pudriría, y surgirían gusanos. La sola idea le hizo fruncir el ceño. Era una idea descabellada. Hangun siempre debía permanecer así, con esa majestuosa apariencia.
"Es verdad. Estuve imaginando cómo matarte en el camino hasta aquí, pero no pude hacerlo."
Yeha suavemente apartó la mano de Hangun. Y luego dio un paso atrás.
"Hoy maté a Aaron. Un asesinato. Pensé que sería algo increíblemente difícil, pero como no había nada visible, en realidad no fue tan complicado. Así que pensé que también podría matarte."
Yeha sonrió débilmente y retrocedió un paso más. Cada vez que completaba una frase, se alejaba más.
"Pero tan solo imaginar tu muerte duele tanto que siento que me haré pedazos."
Yeha se dio un par de golpecitos en el lado izquierdo del pecho. Su rostro, que había estado normal hasta hace poco, se retorció de inmediato. Sus grandes ojos se llenaron de lágrimas. No pasó mucho tiempo antes de que esas lágrimas cayeran en gotas. El sonido de cada gota al tocar el suelo parecía ser más ruidoso de lo habitual.
"...¿Kang Yeha?"
Finalmente, Hangun sintió que algo estaba mal. Se levantó y siguió a Yeha.
"Pero aún puedo herirte. Creo que eso es lo único... eso es lo único que puedo hacer."
Yeha murmuró como si hablara consigo mismo. Su mirada perdida al vacío era tan hueca que resultaba inquietante, especialmente con sus párpados empapados de lágrimas. Era una mirada que Hangun nunca había visto antes.
"¿Qué estás diciendo?"
Las cejas de Hangun se fruncieron con irritación. No podía adivinar lo que Yeha estaba pensando. Era un Kang Yeha que no conocía. Eso significaba peligro.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
Ficción General𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪