Los labios se fusionaron con calor. Los ruidosos susurros de sus respiraciones, mucho más estruendosos que la fuerte lluvia, llenaron sus oídos por completo. Yeha abrió la boca, y Hangun se adentró como si estuviera esperando. Su lengua húmeda, electrizante y embriagadora exploraba frenéticamente la boca de Yeha.
Inclinando la cabeza hacia adelante, Hangun chupaba los labios de Yeha con fuerza y luego lo levantó agarrando bajo su trasero. Yeha rodeó el cuello de Hangun con ambos brazos. Ambos se acomodaron en el sofá cercano. Yeha, recostado en el sofá con los ojos entreabiertos, miró a Hangun. Ya era difícil mantenerse cuerdo ante las feromonas de Hangun que lo envolvían, conquistando su mente.
"Dímelo una vez más."
Murmuró Hangun con los labios rozando ligeramente los de Yeha. Yeha sonrió débilmente.
"Te quiero, hyung."
"..."
"Te quiero."
Los ojos de Hangun se entrecerraron. Un torbellino de emociones indescriptibles se agolparon en su interior. Parecía que iba a estallar de risa, pero también podía sentir las lágrimas a punto de brotar. Era una escena vagamente imaginada. Yeha diciendo que lo quería, que lo amaba. Ni siquiera pudo imaginarlo con claridad y profundidad debido a lo pecaminoso y surreal que parecía.
Pero eso se convirtió en realidad. En aquellos ojos color avellana que no dejó de amar, no había ninguna pizca de mentira.
Hangun se retorció en éxtasis desbordante. En medio de eso, mordía y succionaba los labios carnosos de Yeha. Eran los labios que quería mantener cerca, incluso sin necesidad de comer nada, los necesitaba solo a ellos para vivir.
Rápidamente, la mano de Hangun que le robaba el aliento a Yeha se adentró bajo su camisa. Yeha tembló ligeramente, pero no se resistió. Incluso envolvió sus manos detrás de la cintura de Hangun y fue hasta el borde de su camisa escondida bajo los pantalones. Fue una clara aprobación.
Hangun sintió un fuerte estallido en algún lugar de su cuerpo. Sus ojos parpadearon blanco y luego se volvieron rojos. No estaba drogado ni ebrio, ni había llegado su ciclo de calor, pero Yeha le había dado permiso. No sabía si caería desfallecido en ese momento. Pero aguantó, recordando que si moría, nunca probaría el sabor de este dulce cuerpo.
Los dedos de Hangun, escondidos bajo la ropa, presionaron los pezones de Yeha.
"Ah..."
Yeha cerró los ojos ligeramente y dejó escapar un suave gemido. El aliento de Hangun se agitó bruscamente. Dos años. No, si se sumaba hasta el período en que Yeha estaba embarazado, eran casi tres años. Por todo ese largo tiempo, los deseos y lujuria reprimidos se desataron como un huracán.
Hangun lamió el largo y delgado cuello de Yeha. Su olor llegaba a él. No era tan intenso como en el pasado, pero aún podía sentir su esencia completa en su cuerpo, lo cual era suficiente.
Su gran mano acarició y acarició todo el torso de Yeha. Pasó bajando por la cintura y la espalda, acarició las costillas, dibujó las areolas y pellizcó los pezones.
Yeha apretó los puños. No era un gran estímulo de excitación. Aun así, podía sentir que se estaban acercando al acto sexual en ese momento. Podía entender ese nivel de intimidad. Solo pensar en eso hizo que los dedos de sus pies se retorcieran y su entrepierna se sintiera sensible.
En ese momento, la mano de Hangun se deslizó dentro de sus pantalones. Yeha, que había estado acostado todo el tiempo en una postura sumisa, se estremeció y sacudió la parte superior de su cuerpo.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
General Fiction𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪