Yeha miró a Sangpil, que parpadeaba irregularmente. Al día siguiente, cuando volvió a la habitación del hospital, Sangpil estaba tumbado, con el mismo aspecto que ayer. O tal vez moribundo era una palabra mejor.
"..."
Yeha respiró entrecortadamente y tocó con cautela el dorso de la delgada mano de Sangpil. No se sentía como tocar una mano humana. Era como tocar un trozo de madera sin vida o una piedra corroída. Eso le rompió el corazón.
Le fué bien. Aunque había un intervalo de dos años que estaban perdidos no se sentía mal. Hacía poco que había encontrado a alguien a quien amar. Pero su papá pasó por otra historia. Él había estado enfermo y luchando, no lo sabía y había culpado a su padre sin darse cuenta. Se preguntó si se había ido porque estaba harto de él, un Omega, y lloró.
"Papá."
Yeha llamó a Sangpil, su voz temblaba. Sabía que no podía oír, pero... Había querido llamarlo así por tanto tiempo. Pero por alguna razón, su lengua chasqueó. Era como si estuviera masticando algo que no le cabía en la boca.
Sangpil no lo miró ni siquiera cuando Yeha lo llamó. Su mirada se desvió hacia la nada, y había más miedo en ella que libertad o aburrimiento. Era casi como si deliberadamente tratara a Yeha como si no existiera. Yeha era vagamente consciente de ello, pero lo descartó como improbable.
"Sr. Yeha."
Alguien había llamado a Yeha, y este había girado la cabeza. Era la doctora Yu. Yeha, que estaba sentado en la cama, se levantó con un gesto torpe para saludarla. La Doctora Yu acarició suavemente el hombro de Yeha.
"¿Cómo estás?" preguntó ella.
La pregunta parecía un poco fuera de lugar. Era una pregunta que Yeha debería hacer, no la Doctora Yu. ¿Cómo está papá? ¿Ha mejorado un poco? Eso es lo que debería preguntar. Si ella había preguntado por su salud, era como si estuviera haciendo una pregunta sin sentido porque el enfermo es Sangpil.
"¿...Yo?"
Respondió Yeha, señalándose a sí mismo con el dedo índice. La doctora Yu asintió con la cabeza.
"Hoy es nuestro día de cita, ¿recuerdas? El día de la evaluación y control."
"Ah..."
Yeha recordó demasiado tarde la fecha, ya que había estado muy distraído ayer y no había mirado el calendario.
"Vamos rápido, hay que hacer el control."
La doctora Yu agarró su muñeca y trató de llevarlo con ella. Parecía alguien que quería salir urgentemente del hospital. Yeha se levantó y fue hacia la puerta. En el momento justo antes de que se cerrara, miró hacia atrás y vio a su padre. En ese instante, la mirada de su padre, que había estado flotando en el aire durante tanto tiempo, se posó en Yeha.
"..."
Los ojos amarillos estaban llenos de una ira inexplicable. Le dio un escalofrío en la espalda. Parecía que le salía urticaria en todo el cuerpo.
Finalmente, Yeha fue el primero en desviar la mirada.
"¿Qué puedo hacer? No tengo nada"
Dijo Yeha, mientras caminaba al lado de la doctora Yu en el pasillo. Yeha metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y la sacudió ligeramente. Era un gesto que confirmaba que no tenía nada. La doctora Yu sonrió levemente.
"Estoy bien, comí algo"
"¿De verdad? Parece que no tenía mucho que hacer hoy"
"No... No es que no tenga mucho que hacer, solo no estoy atendiendo a tantos pacientes"
ESTÁS LEYENDO
Cuando Dios nos creó, no se equivocó
Ficción General𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪