Hangun rara vez puso sus pies en un hospital. Es poco probable que el robusto cuerpo del Alfa enferme, e incluso cuando lo hacía, que es muy raro, llamaba al médico de la familia a casa. El hospital donde se encuentra ahora fue el primero desde el aborto de Yeha en un pasado no muy lejano.
Todos los hospitales son iguales. No hay diseño ni plantación que pueda enmascarar el profundo hedor de la muerte. Un olor espeso y nauseabundo. Hangun apretó los dientes. Temía que este olor a muerte se tragara a Yeha por completo.
En el último piso del hospital, existía una sala de operaciones exclusiva para la élite. Al lado del quirófano, se encontraba una sala de espera donde podías sentarte en un cómodo sofá y presenciar la operación. Era como estar viendo una película. Resulta extraño, pero la clase alta, a pesar de sentir terror al ver a sus seres queridos en esa situación, solo se sentía segura si podía observar en tiempo real. Ni siquiera confiaban en los médicos.
Sin embargo, Hangun no deseaba eso. No quería presenciar como le abrían el vientre a Yeha, por lo que su cuerpo fue cubierto con una larga manta. Lo único que podía ver era el rostro de Yeha con un respirador conectado y los ojos cerrados. La Dra. Yu y las enfermeras se movían con diligencia, mientras un robot les ayudaba con sus brazos parecidos a los tentáculos de un pulpo.
Hangun se apoyó contra la ventana de cristal y observó a Yeha. Verlo rodeado de todos esos dispositivos y artilugios le generaba un gran temor. Aunque él mismo había sido el causante de todo esto. Acarició la mejilla de Yeha contra el cristal, sintiendo la frialdad del vidrio.
Cada vez que parpadeaba, veía la forma colapsada de Yeha. Las pupilas que habían perdido su luz. La tez pálida. Su pelo esparcido como semillas de diente de león. Cada vez que lo hacía, veía el latido del corazón de Yeha flotando en la esquina del cristal. Thump, thump, thump. La línea constante y palpitante era una señal segura de que Yeha estaba vivo. Un suspiro de alivio escapaba de sus labios, para luego verificar rápidamente una vez más.
"Jefe."
Moon, de pie en la puerta le ofreció agua a Hangun. Él la aceptó, pero no pudo beberla. Incluso el aire bajando por su garganta era demasiado para él ahora.
En ese momento... La Dra. Yu levantó una masa llena de sangre, la llevó directamente a la incubadora que burbujeaba con un líquido azul. Hangun aspiró y dejó de respirar. Una enfermera arrastró la incubadora y se acercó a la ventana de cristal. El asistente Sung y el ama de llaves Moon se unieron a Hangun en la ventana.
[El Alfa, está bien].
La enfermera lo dijo con una sonrisa.
[Tendrá que permanecer en la incubadora alrededor de un mes, la doctora le dirá más detalles después de la cirugía].
El niño en el agua no parecía muy diferente del holograma que la doctora Yu le había mostrado un día. Sin embargo se mostraba mucho más vivo. Su piel era lisa y suave, sus labios se fruncían, sus extremidades se agitaban. Las manos haciendo puños se veían muy fuertes.
Encima de la incubadora había un holograma con: Nombre, Alfa, fecha, hora y los kilogramos. El campo del nombre estaba en blanco porque aún no lo habían decidido. Cuando Yeha abriera los ojos, le pondrían nombre.
Hangun miró al pequeño con expresión estupefacta. La enfermera se llevó la incubadora a otra sala. Aún no lo había apreciado del todo. Mientras Hangun seguía aturdido, Sung y Moon se inclinaron ante él.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
General Fiction𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪