...
El pene que llenaba su apretado agujero siempre estaba duro. Aunque ya lo había tomado docenas de veces, la sensación de sus paredes internas estirándose, de sus pliegues dilatándose, le producía escalofríos. Tumbado boca abajo, Yeha agarró con fuerza el desaliñado edredón.
"Ugh... Ngh... Ang"
"Ah... Yeha".
Hangun besó la elevación de la vertebra del cuello de Yeha. Nadie sabrá nunca lo bonito que es, los músculos que se crispan con cada embestida en su próstata, la piel de gallina que le brotaba, los vellos que se ponían de punta. Nadie lo sabrá nunca.
Hangun apretó los dientes y mordisqueó la fina carne blanca.
"Mmm... Ugh, Ah".
Los gemidos no paraban de escapar de los labios enrojecidos de Yeha. La pelvis de Hangun chocaba contra sus nalgas, y su cuerpo, incapaz de soportar más la fuerza de impacto, fue empujado hacia abajo. Cada vez que lo hacía, su pene se frotaba contra el edredón, lo que resultaba increíblemente estimulante. Yeha levantó ligeramente las caderas. Esto para alejarse del edredón.
Pero Hangun lo interpretó como que quería más. Pensando en esto su pene se deslizó hasta el glande, y entonces, BAM, entró de lleno, raspando ásperamente contra las paredes internas. El semen de Hangun, que lo había estado llenando hasta ese momento, se filtró goteando de manera obscena.
"Hmph..."
Yeha se puso rígido al verlo. Levantó las caderas para evitar la estimulación por el frente, pero un placer mucho más intenso lo invadió. Fue un orgasmo que Yeha nunca había tenido. La estimulación, el placer, las feromonas del Alfa. La vulnerabilidad del Omega a tales cosas lo llevaron rápidamente al clímax.
Los hombros de Yeha se tensaron, y pronto su pene rosado estaba chorreando semen. Hangun lo barrió con su palma y lo esparció por la ingle de Yeha. La visión de los muslos brillando con su propio semen, el semen de Yeha y su lubricación le hizo sentir una lujuria demencial.
"¿Ya te corriste?"
Hangun sonrió suavemente. Era emocionante ver cómo Yeha se derretía del placer que le daba.
"Ugh... Si lo sabes, espera un minuto..."
Yeha se estiró hacia atrás y empujó la pelvis de Hangun. Aún no se había recuperado del resplandor de su clímax, pero las palpitaciones de su trasero no querían detenerse, la interminable acumulación de sus orgasmos lo torturaba. Le estaba temblando la mandíbula.
"No".
Hangun sonrió satisfecho y movió las caderas con más fuerza. La polla de Yeha se sacudió cuando golpeó contra su próstata palpitante. Las lágrimas brotaron de sus ojos cuando la punta de su miembro empujó contra las tensas paredes interiores y se clavó profundamente en su interior.
"¡Argh!"
La pelvis de Hangun empujó lo suficiente como para aplastar sus nalgas. El cuerpo de Yeha se contrajo como un pez fuera del agua. Y entonces el pene de Hangun, que se había retirado por un momento, golpeó de nuevo dentro de él...
"¡Hiic!"
Un hilillo de agua clara brotó de la punta del pene de Yeha. La cantidad fue suficiente para humedecer las sábanas.
Su respiración se entrecortaba. Sus dedos extendidos estaban rígidos y sus ojos giraron mostrándose blancos. Yeha se sacudió y crispó durante varios segundos. Las paredes internas, que se crisparon, también empezaron a convulsionar.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
Ficción General𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪