XXXI. Viaje a Londres

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Quiero quedarme ahí en tus brazos, donde mi corazón tiene el ritmo perfecto —Roos.

Frío, luces parpadeantes blancas, azules, amarillas. Lluvia y pronto habría nieve. Ya era víspera de navidad, estaban exactamente a una semana de navidad, las calles estaban llenas de gente comprando regalos, las decoraciones, los árboles de navidad y todas las actividades que mantenían un gran tráfico en la calle, de un domingo en la tarde a pesar de que estaba lloviendo cántaros.

Jungkook salía de casa de su hermana después de haberla mimado y consentido, desde que su embarazo está tan avanzado, ahora ella es quien parece la hermana menor y no al revés.

Esa tarde tenía una cita importante con Taehyung y ya estaba saliendo mal desde que arrancó su motocicleta y un aguacero empezó. Consideró detenerse, pero se rehusaba a llegar tarde a un almuerzo que prepararía su suegra. Tenía que dar la mejor primera impresión, aunque no contaba mucho si no era la primera vez que se veían.

Se vieron esa vez que dejó a Taehyung en su casa después de esa noche lluviosa en la que se quedó a dormir con él. También cuando se quedó por primera vez en casa de su novio, pero esa era la cuestión, todavía no era su novio.

Ahora estaba a punto de conocerla oficialmente como pareja de su hijo. Su hijo que estuvo casado, pensaba que sus inseguridades respecto a ese tema ya se habían disipado, pero seguían allí para recordarle una y otra vez que no era el primero, hasta podía escuchar la voz de Taehyung diciéndole que era mucho mejor, pero eso no fue suficiente como para sentirse confiando frente a su madre.

Apenas podía ver a través de las gotas de lluvia. Estaba completamente empapado, su chaqueta de cuero pesaba aún más sobre sus hombros y su cabello largo no le molestaba por el casco.

Miró la hora en el reloj en su muñeca, un regalo de Taehyung. Era elegante, con una correa marrón, fina. No acostumbraba a usar reloj, pero le resultaba mucho más práctico ahora que lo estaba usando más. Se notaba que había sido un regalo; primero, por el color; segundo, por la forma que tenía. Era sofisticado y Taehyung tenía uno muy parecido, aunque no fueran iguales, eran de la misma marca.

Taehyung terminaba de arreglar el interior de su apartamento cuando escuchó el timbre. Le preocupaba lo fuerte que estaba lloviendo afuera, más por Jungkook y su preocupación aumentó cuando vio al chico parado frente a él, empapado completamente.

—Traje cervezas —expresó alzando el sixpack de cervezas, dedicándole una sonrisa y temblando de frío.

—Dios mío, entra, entra —le pidió quitándole las cervezas de las manos dejándolas sobre la encimera de la cocina.

Jungkook paseó su mirada por el lugar esperando encontrarse con la madre de Taehyung, pero el silencio que había le decía que solo eran ello dos.

—Quítate esa ropa, dúchate, te puedes enfermar —le pidió empujándolo por el pasillo hacia su recámara—. ¿Por qué no esperaste que parara? Debiste llamarme y te recogía.

—No quería llegar tarde.

Darling, no tienes que preocuparte por eso —susurró en inglés mientras buscaba dentro de su armario casi de puntilla.

—Es más importante tu salud, puedes enfermar —declaró pasándole una toalla verde turquesa.

Siempre que se duchaba en su apartamento usaba la misma toalla, ya la consideraba suya, pero no le admitiría eso a su novio que ahora lo miraba como si estuviera a punto de reprocharle.

Sus cejas estaban levemente fruncidas y sus labios apretados. Eso solo le dio ganas de besarlo y lo hizo.

—No te preocupes tanto —susurró sobre sus labios.

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