Capítulo 18: A veces el amor...

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Laura se levantó de su puesto y se acercó a Lorena.

—Ya me voy —informó.

—¿Por qué? Todavía es muy temprano —soltó Lorena con rostro un poco triste.

—Estoy muy cansada —informó Laura—, tengo mucho sueño.

—Pe-pero —trató de alegar la joven.

—Amor, Laura está muy cansada, deja que se vaya —replicó Cristian a su lado.

Las dos jovencitas se despidieron con un abrazo y después Laura se alejó de la pista de baile. Llegó hasta la mesa donde antes estaba, tomó su pequeña cartera de una silla y después se alejó de la fiesta.

En todo este tiempo la mirada de Camilo la siguió con una impotencia consumiéndolo por dentro.

"¡Laura estuvo a punto de morir por tu culpa!" recordó aquellas duras palabras.

Dejó salir un suspiro y tomó un trago de su copa de vino. No era buena idea acercarse a ella, alejados estaban mejor.

"Lo único que haces es lastimarla, aléjate de ella y déjala ser feliz por una vez en su vida".

Camilo limpió un poco de sudor en su rostro con su mano derecha. Se levantó de la mesa y caminó detrás de Laura siguiéndola en silencio.

Se había hecho una costumbre el seguirla de lejos, verla hacer su vida y conocer a nuevas personas. Darse cuenta que Laura poco a poco lo estaba olvidando.

Laura estuvo a punto de perder el equilibrio cuando su tacón se dañó. Dejó salir un grito y después bajó la mirada hasta sus pies.

—No... puede ser... —se agachó para poder desabrochar sus tacones.

Se quitó los tacones y los tiró en un bote de basura. Dejó salir un suspiro y volteó a ver a todas partes.

Era de noche, la salida de la gran casa estaba algo escura y no quería ni imaginar la calle.

Tenía un gran problema, no sabía manejar, le daba miedo, así que, no tenía auto. Debía irse en taxi y su celular estaba descargado como para poder pedir uno. Además, fue un poco tonta al no pedirle a ninguno de sus amigos que la llevara a casa.

—Este tonto de Miguel, ¿dónde se mete cuando lo necesito? —masculló mientras caminaba a la entrada.

Rascó una de sus mejillas cuando salió de la vivienda y comenzó a caminar descalza por la larga calle solitaria.

—No debe ser tan difícil tomar un taxi, ya lo he hecho —dijo para sí.

Apretó con fuerza su cartera al sentir su corazón acelerarse.

—Mierda, debí por lo menos pedirle al chofer de mis papás que me viniera a buscar —soltó en un susurro.

De pronto, un auto gris se detuvo a su lado y la ventanilla del piloto se bajó lentamente. A su vista apareció Camilo con semblante serio.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó el joven—, sube.

Laura tragó en seco y respiró profundo. Se sentía avergonzada, estaba en sus peores fachas; descalza y caminando de noche por la calle.

—No te preocupes, tomaré un taxi en la avenida principal —dijo Laura.

—Puedes no llegar viva a la avenida. No compliques más las cosas y sube, te llevaré a casa.

La joven dejó salir un suspiro y decidió aceptar la ayuda. Por dentro tenía un mal presentimiento, era mejor no ser terca.

Aunque, decidió no intercambiar muchas palabras con Camilo y se sentó en los asientos traseros.

Casados por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora