Capítulo 5: ¿Y en dónde quedo yo?

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Laura llegó a su casa llorando a cántaros, sentía sus nervios hecho trizas. No dejaba de recordar la manera en que Camilo le gritó y lo feo que se sintió soportarlo.

Se encerró en su habitación sin saber qué hacer, poco a poco su respiración se agitó y la sensación de ahogo la comenzó a atrapar.

Llevó una mano a su pecho y se dejó caer lentamente cerca de la cama. Rodó la mirada por toda la habitación tratando de recordar en dónde había dejado su inhalador. Tenía mucho tiempo que no lo utilizaba, nunca pensó que debía volver a usarlo, pero no, ahí estaba, volviendo a tener una crisis nerviosa.

Trató de calmarse, pero se le hacía imposible. Sacó desesperadamente su celular de su cartera y con sus manos temblorosas trató de llamar a alguien que la ayudara, pero, ¡¿a quién?!

Ni pensar en llamar a Camilo, no quería ni recordar su nombre. Si llamaba a su madre, serían dos las que tendrían una crisis nerviosa y... sus amigos no podrían enterarse, la llenarían de preguntas y solo empeorarían su malestar.

Laura comenzó a sentir un gran mareo y su llanto aumentó a tal punto que dejaba salir sus gritos. Si seguía en aquel estado iba a perder la conciencia, necesitaba hacer algo al respecto.

No pensó dos veces y marcó el número de Robert, tal vez él podría ayudarla, además, tenía moto, así que podría llegar rápidamente.

.

Cristian se encontraba observando un anillo bastante costoso al que Robert le tomaba fotos. En un momento, con ganas de molestar a su amigo, lo tomó de la mesa y lo observó fijamente.

—¡Wao! —soltó Cristian.

—¡Dámelo ya! —gruñó Robert.

—Espera, espera —pidió Cristian.

En aquel momento el celular de Robert comenzó a vibrar en su bolsillo. Por lo general, Robert no contestaba las llamadas cuando estaba en su trabajo. Pero, solo por curiosidad decidió ver quién estaba llamando.

—Laura —soltó extrañado.

Debía ser algo serio para que ella lo interrumpiera en medio de su trabajo.

—¿Qué sucede? —preguntó al contestar, quería que fuera clara y concisa, no podía perder tiempo en su trabajo.

El rostro de Robert palideció al escuchar lo mal que se encontraba la joven.

—Espera, no te entiendo nada, alza más la voz, ¿qué te sucede?, ¿dónde estás?

Cristian borró la sonrisa de su rostro al ver que Robert se veía bastante preocupado.

—¿Estás en la casa?, ¿cómo que no hay nadie?, ¡llama a una empleada, dile que necesitas ayuda!, por favor, Laura —pidió Robert estresado—. ¿Cómo no quieres que me estrese? Si te escuchas demasiado mal. Ya, ya, también cálmate tú y dime qué es lo que te sucede...

—No puedo respirar, ne-necesito que me ayudes, yo... me siento muy mal. Siento que voy a desmayarme, en serio, necesito que vengas —explicó Laura en un hilo de voz bastante quebradizo y asfixiante.

Robert frotó su rostro por lo estresado que se encontraba.

—Bien, bien, ya voy para allá —informó Robert.

El joven comenzó a caminar rumbo hacia las afueras del edificio. Cristian, quien no estaba entendiendo nada de la situación, caminó detrás de él.

—Robert, ¿qué sucede? —preguntó.

—Mira, debo irme urgente a mi casa, Laura está mal, no sé qué tiene —informó Robert caminando a paso afanado—. Dile a tu mamá que me surgió una urgencia.

Casados por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora