Capítulo 20: Perfecto

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Lorena y Cristian llevaban quince minutos de viaje. La noche era estrellada y la luna se alzaba a lo alto del cielo con su redonda figura juguetona.

Pero algo no estaba marchando muy bien. Lorena comenzó a sentir un dolor en su abdomen bajo que la hizo retorcerse de dolor.

—Amor, ¿qué tienes? —inquirió Cristian.

—Me está dando muchos cólicos, —Lorena se acomodó en su puesto— no me siento nada bien, me duele mucho.

Las manos de la joven se tornaron frías y sus pupilas quemaban por las ganas de llorar.

—¿Y te estás manchando? —inquirió su esposo preocupado.

A Lorena se le revolvió su interior al escuchar aquella pregunta. ¿Por qué a su cuerpo se le ocurría pasar por su menstruación en la noche de bodas?

—No siento que me esté manchando, sólo tengo muchos cólicos —respondió Lorena mientras bajaba una mano a su vientre.

Cristian le pidió al chofer que se detuviera cuando pasaron por una farmacia.

Cuando Lorena vio que el joven bajó a comprar pastillas y otras cosas más, supo que esa noche se reduciría a medicamentos y aromáticas para pasar los cólicos. La noche de bodas quedaría para otro día, cuando estuviera mejor.

Aunque, para ese momento a Lorena ya se le estaba quitando las ganas de tener una noche loca con su reciente esposo. Los cólicos la tenían como niña pequeña acurrucada en los brazos de Cristian mientras sollozaba.

El viaje se le hizo eterno, las horas se alargaban y el dolor abdominal la obligaba a acomodarse de diferentes maneras.

En repetidas ocasiones Cristian le sugirió pasar la noche en un hotel, pero Lorena se negaba. Le parecía más cómodo soportar el largo camino que ser incomodada al día siguiente con otro viaje.

Sin embargo, Lorena se desilusionó cuando Cristian le confesó que sabía dónde pasarían la luna de miel.

Quedaban muy pocas personas en la recepción, esperaban para despedirse de los señores Vides y entre ellos estaba la señora Camila y el señor Durán.

—Debemos hacer una cena —recomendó la señora Camila al señor Vides.

—Es muy buena idea —aceptó el hombre.

—Puede ser cuando los chicos vuelvan de su luna de miel —opinó el señor Durán.

—¡Sí, sería perfecto, como una bienvenida! —dijo el señor Vides.

Marc se levantó de la silla en la cual llevaba varias horas bebiendo vino. Aunque, al ya estar reincorporado, sintió que su mundo tambaleó.

Miguel se acercó a él para ayudarlo, lo tomó de un brazo.

—¿Dónde has estado? Te busqué por horas —dijo Miguel.

Marc hizo que lo soltara y comenzó a caminar en dirección a la salida de la vivienda.

Aquello le pareció una actitud bastante extraña para Miguel. Siguió a Marc en silencio, esperando que dijera algo.

Marc parecía estar ignorándolo y no sabía el por qué.

—Marc, ¿qué sucede? —preguntó.

Pero el joven no decía palabra alguna.

—¿Hice algo malo?

Marc vio a lo lejos a Sasha que estaba conversando con Adam.

—¡Sasha! —llamó Marc.

La joven volteó a ver a su amigo con una gran sonrisa.

Casados por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora