Capítulo 29: Lo malo es que tú eres fuego

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Sasha notó que no eran los únicos en la antesala, todos sus amigos se encontraban de espectadores observando aquella bochornosa discusión de si era o no su hijo.

—Ya te lo dije, no es tuyo —le dijo a Adam casi a susurro.

Dio media vuelta y comenzó a caminar rápidamente rumbo a la salida de la casa.

—¡Eso lo comprobaremos con una prueba de ADN! —gritó Adam.

Pero Sasha no se detuvo, aunque sabía perfectamente que lo había escuchado. Estaba tan estresado, aquella noticia lo sacó de quicio. Sabía que Sasha estaba actuando muy extraño en esos meses, por lo mismo decidió volver antes de tiempo para hablar con ella, aunque nunca imaginó que sucedería esto.

Cristian se acercó a él y puso una de sus manos en su hombro.

—Mierda —soltó—, ¿qué harás ahora?, ella no quiere que estés cerca de tu hijo.

—No se lo permitiré —respondió Adam con voz muy segura.

—Pero Sasha puede hacer eso, al final, es la madre —dijo Laura detrás de ellos.

Lorena le hizo señas a Laura para que se callara, ¿cómo podía decir eso en una situación tan tensa?

Adam volteó a verla con un rostro de pocos amigos.

—¿Cómo se te ocurre decir eso? —preguntó—, ¿por ser la madre puede prohibirme el derecho de ver a mi hijo crecer?

—Ella quiere criarlo sola, deberías entender eso —dijo Laura—, ¿cómo no querría hacerlo si tú nunca estás estable en un lugar?, de hecho, ni nosotros sabíamos que eras algo de ella. El que estés o no cerca de su bebé no hará nunca la diferencia, nunca estarás ahí para él.

Adam quería contestarle que se callara, que ella no sabía nada de su vida y mucho menos de su relación con Sasha, pero, después entendió el punto que quiso tocar Laura, era cierto, aunque deseara decir lo contrario, esa era la dura realidad.

Lorena tenía su mirada fija en el techo, por su mente pasaba una y otra vez la imagen de la discusión de Adam y Sasha. ¿Un bebé podía crear un pleito como aquel?

Cristian se acostó en la cama y se acomodó a medio lado, dándole la espalda a su esposa. Estaba cansado, ese día fue muy estresante.

—Amor —llamó Lorena—, amor, ¡Cristian!

El joven dejó salir un gruñido. Pero sabía que Lorena no se iba a detener hasta que él balbuceara al menos unas simples palabras para informarle que estaba despierto.

—¿Qué?

—Creo que tienes razón, estamos muy jóvenes para tener hijos —dijo Lorena—, de hecho, ahora no sé si quiero tener hijos.

A Cristian le alivió saber aquello, con lo que había visto esa tarde, no le quedaron ganas de traer hijos al mundo.

—Aunque... tengo miedo ahora de algo —confesó Lorena—, yo... dejé de tomar la píldora.

Los ojos de Cristian se abrieron al instante, sentía que la vida le acababa de dar un fuerte bofetón. Se sentó en la cama y miró fijamente a Lorena.

—¡¿Qué?!

Lorena lo observó con miedo, tragó en seco y acentuó con la cabeza.

—Lo... siento... —balbuceó—, yo... En esos días veía a Sasha y Marcela tan felices con sus embarazos que yo... Lo siento.

Cristian comenzó a rascar su cabeza con sus manos. Tenía un mal presentimiento de todo esto. De hecho, era muy raro que algo así no hubiera pasado, se estaba tardando mucho.

Casados por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora