Laura eliminó las fotos que tenía de Camilo de su galería y después apagó la pantalla de su celular, lo dejó reposar sobre la mesita de noche para finalmente arroparse con sus sábanas.
Poco a poco el sueño la consoló, dejándola descansar de aquella noche oscura y solitaria. Su conciencia en aquel momento dejó de ser su enemiga y le dijo que lo podrían superar, superarían la culpa de haber acabado con un hermoso primer amor.
—Yo no le he sido infiel —confesó Miguel—. Es la primera vez que he ido muy en serio con una relación, ¿acaso no puedes verlo?
—Sí, por eso se me hace muy extraño —dijo Camilo—. ¿Ya se lo explicaste a Marc?
—Sí, pero mira lo que me hizo —Miguel señaló con una mano su frente herida—. Se volvió loco.
—Bueno, estaba borracho, debes hablar con él cuando ya todo se haya calmado.
—¿Y si no cambia de parecer?, ¿qué hago si no me cree?
—Pues, si eso sucede, te habrás dado cuenta que Marc no confía en ti como tú lo haces en él.
Aquellas últimas palabras de Camilo hirieron profundamente el corazón maltratado de Miguel.
Le parecía muy curioso cómo la vida puede darnos la vuelta y dejarnos boca abajo, sin saber cómo enderezarnos.
Se le hacía absurdo. Creía que había dejado su antigua vida bajo tierra, que ya no tendría inestabilidad amorosa, y lo que le daba más miedo, era que había encontrado una persona con la cual quería estar el resto de su vida. Pero ahora el destino parecía estar mostrándole un desvío que debía tomar y le aterraba la sola idea de no cruzarlo con Marc.
Lorena bajó del auto con ayuda de Cristian. Para ese momento los cólicos estaban cesando, pero estaba algo débil y llena de sudor, incómoda por el abrigo negro y largo que la cubría.
Sin embargo, el poder escuchar el sonido del mar, sentir la brisa fría golpear su rostro. Oír el sonido de los imponentes árboles y los grillos, la hizo emocionarse.
Su mirada quedó absorta con aquel hermoso panorama del crepúsculo que se alzaba detrás de las montañas.
La gran hacienda se veía silenciosa, limpia y con sus enormes salas totalmente amuebladas para su comodidad.
Le sorprendió el encontrar a varios empleados recibirlos, sacar sus maletas del vehículo y llevarlas a la habitación que los esperaba para que pudieran descansar.
En ese momento comprendió que habría sido muy descabellado de su parte el haber descansado en un hotel esa noche, aquellos empleados trasnocharon para recibirlos y el dejarlos plantados haría hecho que todo su trabajo hubiera sido en vano. Ella sabía lo frustrante que era eso.
Los hicieron dirigirse a un segundo piso que era comunicado por una enorme escalera ancha de madera oscura. Se encontraron con un pasillo de la misma madera que tenía varias puertas y la del fondo era de estilo francés.
La empleada que los guiaba abrió las puertas y Lorena quedó con la boca abierta por la imponencia de aquella habitación. Se le hacía igual de grande que toda su casa. Tenía una enorme cama cubierta por unas sábanas blancas, un juego de muebles marrones oscuros, una pequeña sala de estudio, un enorme balcón por el cual se podía entrar por una puerta francesa de marcos blancos.
Los empleados solían dirigirse a ella para hacerle preguntas por "señorita Vides", recordándole que era la esposa de Cristian. Estaba segura que ellos querían llamarla por "señora" pero como la veían muy joven, por eso lo minimizaban.
Después de un rato, Cristian les ordenó a todos que fueran a descansar, algo que supo que los empleados lo agradecieron en gran manera.
—Creo que somos los únicos que hacen esperar a unos empleados toda la noche —dijo Lorena cuando ya estaban acostados en la cama con las luces apagadas.
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Casados por accidente
HumorLorena está comenzando su primer semestre en la universidad después de un año de haberse graduado de bachiller. Aunque, vive un infierno en su casa por culpa de sus hermanas. Después de la propuesta de su novio Cristian de irse a vivir con él a su...