Lorena se acomodó a medio lado y contempló el rostro tranquilo de su esposo mientras dormía. Aunque Cristian le dijera que estaba bien, ella lo sentía enfadado, serio y sabía que ese no era su estado natural.
Así que, por la mañana, al ya no estar mal con su menstruación, lo convidó a dar un paseo por las montañas.
Lorena decidió llevar el almuerzo, para así pasar todo el día por fuera con Cristian. Caminaron por largas horas en una trocha que no parecía tener fin, sin embargo, los paisajes de los árboles inmensos, gordos y los cantos de los pájaros, la tenían absorta.
Fue en ese momento en el cual entendió que necesitaba aquel retiro. El bullicio y estrés de la ciudad la consumieron por mucho tiempo y, el estar rodeada de tanto silencio y naturaleza, hacían que su mente se despejara, que no pensara en nada, simplemente disfrutara del momento.
Los días comenzaron a transcurrir, cuando ya se sintió en condiciones para poder disfrutar de su luna de miel al máximo, puso en marcha todos sus planes. Practicó ciclomontañismo con Cristian, al igual como montaron a caballo y pasaban las tardes en la playa, disfrutando de grandes manjares. De hecho, tomó la costumbre de comer todos los días una ensalada de frutas que la cocinera le servía en una pequeña taza de cristal y la bañaba en caramelo.
A veces iban a un pueblo que quedaba cerca de allí, para ese tiempo se celebraban unas fiestas y solían tomarse unas cervezas que eran muy populares en aquella zona, las servían en unos vasos enormes y tenían un alto grado de alcohol.
En una de esas noches, Lorena se fue en vómito al revolver algunos tragos y Cristian tuvo que llevarla a la hacienda cargada.
Solían ir mucho a la cascada, de hecho, el motivo por el cual les gustaba era porque podían tener sexo al aire libre. A Lorena le quedó gustando aquel sitio después de haber tenido sexo con Cristian en medio de la lluvia.
Aquella mesa de madera nunca fue ocupada por la pareja para poner sus platos de comida, en cambio a esto, a Lorena le gustaba porque podía sentarse allí y estar cómoda mientras Cristian la llenaba de placer.
Y así transcurrió un mes, los jóvenes en todo ese tiempo estuvieron alejados del mundo virtual. No hablaron con nadie de la ciudad, a excepción de unas cuantas llamadas que hicieron sus padres a la residencia. Ya que, la pareja tomó aquella luna de miel como un retiro.
Pero ahora debían volver a la realidad de sus vidas, no se imaginaban los problemas con los cuales se encontrarían y mucho menos el vuelco que estos les darían a sus vidas.
Laura recogía su cabello en una coleta mientras se observaba en el espejo. Detrás de ella, en la cama grande y de sábanas blancas se encontraba Marc; sollozando mientras desbocaba todos sus sentimientos en palabras.
—Me siento cansado de esta monotonía —confesó—, es por eso que les haré caso a mis padres —dejó salir un suspiro— me mudaré.
La joven volteó a verlo, estaba perpleja al escuchar aquellas últimas palabras. Rápidamente se levantó de la pequeña banquita que estaba frente al tocador y caminó hasta estar frente a Marc.
No sabía cómo explicarle sus pensamientos, sabía por la terrible situación que estaba pasando Marc, pero... ¡¿cómo se le ocurría marcharse dejándolas a ellas sin un consejero y un gran amigo?!
—¡Marc, ¿cómo se te ocurre mudarte?! —soltó mientras llevaba una mano a su pecho—, ¡por Dios, ¿sabes lo triste que se pondrá Lorena cuando se entere?, recién acabó de llegar de su luna de miel, ni ha tenido tiempo de hablar con nosotras, ¡¿cómo se te ocurre contarle semejante noticia tan terrible estando sólo a unas horas de llegar a la ciudad?!
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Casados por accidente
HumorLorena está comenzando su primer semestre en la universidad después de un año de haberse graduado de bachiller. Aunque, vive un infierno en su casa por culpa de sus hermanas. Después de la propuesta de su novio Cristian de irse a vivir con él a su...