VIÑA DEL MAR: SIEMPRE JUNTOS Y CELOSOS

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Con algo de nerviosismo recorría aquel pasillo que la llevaría a su destino final, habían pasado poco más de veinte días desde que ella había dejado su natal Buenos Aires con el objetivo de compartir las fechas navideñas con su unigénita y, como era de esperarse su exmarido y padre de su retoño también iría. 

Se había subido a ese avión con la firme convicción de que la separación duraría pocos días pues había logrado que Joaquín aceptara, muy a regañadientes claro está, reunirse con ella en la madre patria la víspera de la Nochebuena para pasar todos juntos aquellas fechas como ya era tradición en su familia y, con algo de suerte podrían también extender su estadía hasta el cumpleaños de Rocío para luego volar directo a Chile, pues el trece de enero ofrecerían su primer recital en la paradisíaca ciudad de Viña del Mar.

Sin que ella lo notara su puño se cerraba con más fuerza de la habitual en torno a la manigueta de su carry-on, el nerviosismo por no saber en qué posición se encontraba exactamente con él le llenaba el alma de dudas y de ansiedades. Todavía podía reproducir vívidamente en su mente aquella «conversación» que claramente marcaría un antes y un después en su relación, pues jamás en sus casi sesenta y tres años de vida había recibido el Año Nuevo tan lejos de él, su eterno amor secreto.

Flashback

—¿Bueno?—, resonó una varonil voz luego del tercer timbrazo del teléfono.

—¿Le habían dicho ya que tiene una voz muy sexy, mi querido señor Galán?—, ronroneó la fémina sonriendo pues imaginaba que las masculinas mejillas debían haberse teñido de un suave tono bermellón. Y es que Joaquín Galán, argento-español de casi sesenta y nueve años, a pesar de ser un macho alfa poseía la misma timidez tan propia de muchos jovenzuelos, razón por la que se sonrojaba ante los cumplidos que ella le hacía.

—Alguna vez me lo dijo una mujer, aunque ahora que lo pienso bien fueron tres mujeres distintas y a la vez muy parecidas—, respondió él acomodándose mejor en su silla, amaba esas pequeñas demostraciones de amor espontáneas que ella le regalaba y que le reafirmaba el lugar que él ocupaba en su vida, él y solo él era el rey de aquella partida de ajedrez, y ella, claramente ella era la reina, su reina.

—¿De verdad?—, preguntó ella arqueando la ceja deseosa de escuchar aquella explicación, aunque ya intuía por dónde venía la cosa.

—Mmjjjmmm... Hace muchos años me lo dijo una pelirroja hermosísima, muy sexy por cierto, luego me lo dijo una morocha, un poco más madura, pero igual de hermosa, aunque ahora que lo recuerdo esa morena tenía unas curvas de infarto, y hace poco tiempo me lo dijo una rubia despampanante—, declaró acompañado de un suspiro, y es que sin importar el look que ella utilizara, para él no había mujer más hermosa sobre la faz de la tierra que ella.

—¿Tengo que ponerme celosa de esas mujeres?

—Tal vez, son mujeres muy hermosas, de hecho.

—Tendré que prestar más atención a todas quienes se te acercan, no voy a permitir que nadie me arrebate lo que es mío.

—¿Y yo soy suyo, señora Galán?

—Completito.

—Eso me gusta, porque usted también es mía.

—Solo suya, señor Galán.

Él sintió su pecho inflamarse ante aquella declaración, el conocimiento de que ella seguía siendo suya a pesar de los años y de los daños sin duda alguna era un bálsamo a su atribulada alma, sobre todo en momentos como ese en el que ella se hallaba a varios kilómetros de distancia con el imbécil de su exmarido pegado a sus faldas.

PIMPI SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora