BUENOS AIRES: ENTRE TANGOS Y SUSPIROS

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La rubia suspiró con algo de nerviosismo mientras recorría el pasillo que la conduciría hacia la aeronave que la llevaría de vuelta a su natal Buenos Aires, llevaba varias semanas en Madrid compartiendo el proceso de su recuperación con su unigénita, se había inscrito en un gym cerca del piso que ella y Joaquín ocupaban cuando iban y no querían incomodar a los Aramendi-Hazán, pues había decidido establecerse allí y mudarse con su hija uno que otro fin de semana, como el que recientemente había disfrutado con Joaquín cuando llegó de sorpresa a visitarla.

Además de eso, había contado con la fortuna de que la genial Katie Viqueira aceptara viajar a Madrid para ayudarla a recuperar al cien su potencia vocal, la cual, gracias a Dios, no se había visto afectada mayormente, por lo que con dos semanas de trabajo el asunto había quedado más que solucionado.

Inevitablemente a su mente acudió la reacción de Joaquín cuando este se enteró de que su coach vocal de confianza viajaría a Madrid...

Flashback

Lucía había decidido pasar por la productora luego de la cita médica de rutina que tenía esa mañana.

Estacionó su coche en el garage de Aladino, sonrió tan pronto sintió los cálidos rayos del sol acariciar su piel, para ella, todo lo que le había tocado vivir desde que recibió ese diagnóstico hasta su recuperación era como un verdadero milagro, y de hecho era así, no todo el mundo tiene la oportunidad de detectar ese tipo de tumores y combatirlos antes de que fuera demasiado tarde.

Elevó los ojos al cielo agradecida, pues reconocía que gracias si no hubiese sido por la insistencia de Joaquín de ahorrar e invertir sus ganancias desde el mismísimo comienzo de su carrera, ahora no hubiese tenido la facilidad de disponer de un buen respaldo económico para su tratamiento. Definitivamente le debía demasiado a él, su eterno amor secreto.

Se adentró en los pasillos del lugar, saludaba a todos allí con su brillante sonrisa y, luego de cerciorarse de que su hermano estaba desocupado, se condujo sin demora a ese lugar.

El olor a café la recibió tan pronto abrió la puerta, su hermano y su afición por esa bebida había hecho que el tuviera una cafetera en el lugar. Sigilosamente se escabulló dentro, él no había reparado en su presencia pues estaba demasiado concentrado hablando con el teléfono en altavoz mientras rebuscaba en su cajón lo que parecían ser documentos, tenía el ceño fruncido señal inequívoca de concentración. Ese look de anteojos y combinado con su barba lo hacía lucir misterioso y hasta intelectual.

Ella se recostó en la blanquecina pared y se dispuso a disfrutar descaradamente de esa maravillosa estampa masculina que se dibujaba frente a ella, y se quedó ahí, observándolo en silencio hasta que él cortó la comunicación. No pudo evitar soltar una risilla pues él no había notado que desde hacía mucho ya no estaba solo.

Cuidando de no hacer ruido en demasía, enfiló sus pasos hacia donde él se encontraba, se veía tan sexy en su papel de productor.

—¡Lo que me pidas por tus pensamientos!—, ronroneó la rubia abrazándose al hombre que la volvía loca al tiempo que enterraba su nariz en su cuello impregnándose de ese varonil aroma que la llenaba de paz.

Un gemido se escapó de los labios masculinos al sentir los cálidos besos de la rubia justo allí, donde latía su pulso.

Lucía solo rio al escucharlo ronronear complacido, mientras intentaba, fallidamente claro está, concentrarse en los papeles que leía.

—¿Lo que yo te pida?—, preguntó en un susurro.

—Cualquier cosa—, aceptó ella.

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