LLORO: EL DESENLACE DE UN AMOR 1.2

559 31 169
                                    

La luz que entraba por su ventana se reflejaba directamente sobre su cara, se removió incómoda y lentamente fue abriendo sus ojos. Se sorprendió al comprobar que se hallaba en su habitación. ¿Cómo habría llegado allí? ¿habría sido obra de Joaquín?

Corroboró el lado contrario de su cama y estaba frío, aunque ligeramente desordenado. De sobra sabía que él era muy desastroso para dormir, ¿lo habría hecho ella misma mientras descansaba?

Con más dudas que certezas decidió abandonar la cama. Se adentró al cuarto de baño para refrescarse y cambiarse de ropa. Aunque era sábado tenía mucho trabajo que hacer en el hogar. Quería asegurarse de que todo marchara bien en su ausencia.

Quince minutos más tarde, atraída por unas risas llegó a la sala y, entonces lo halló. Sentado en el sofá con una taza de café en la mano, mientras con la otra sostenía el teléfono en su oído. Se veía calmado, aunque en la mesa ratonera tenía desparramados lo que parecían ser contratos y partituras.

Su sola presencia era como un bálsamo para su alma, por nada del mundo se daría el lujo de perderlo.

-¡Claro que sí, mi vida!

Escucharlo decir aquella sencilla frase cortó de tajo sus pensamientos.

¿A quién le llamaba así? ¿sería cierto entonces que él tenía a otra mujer? ¿por eso no había vuelto temprano el día anterior? ¿Viviana lo sabría?

Esas y más interrogantes le taladraban en la mente y necesitaba respuestas pronto o corría el riesgo de enloquecer.

-¿A qué hora llegaste?-, preguntó tan pronto él hubo cortado la comunicación.

-Buenos días, mi amor. ¿Cómo amaneces?-, saludó yendo hacia ella con intención de darle un beso, mismo que ella esquivó haciéndole el movimiento de la cobra.

-¡Responde, Joaquín!

-Llegué casi a las dos de la mañana.

-¿Por qué no me despertaste?

-Te veías tan tranquila, que no quise importunarte el sueño. De sobra vamos a trasnochar con los conciertos venideros que me pareció buena idea dejarte descansar.

Todo lo que él decía era cierto, pero vamos, ella sentía los celos carcomerle la piel. Odiaba sentirse así, y su fuero interno clamaba por desquitarse con él y hacerle sentir lo mismo.

-¿Qué hacías ayer en un hotel, Joaquín? ¿Con quién estabas?

-¿Hotel? ¿Cómo...? ¿Me estuviste espiando por el GPS, Lucía? ¡No lo puedo creer! ¿Dónde quedó la confianza?

-Eso mismo te pregunto yo a ti. ¿Dónde quedó? ¿Por qué me mientes de esa manera?

-Yo no te he mentido.

-Entonces responde, ¿qué demonios hacías en el hotel y con quién? Y no pretendas verme la cara de estúpida porque no te lo voy a consentir-, advirtió.

-No estaba haciendo nada de lo que tu cabeza celosa se está imaginando. ¿No me crees?-, preguntó al verla con la barbilla levantada con altivez, al tiempo que sus ojos pardos parecían echar chispas. Su respiración acelerada y sus brazos cruzados a la altura de su pecho demostraban que efectivamente ella estaba enojada.

-Estoy esperando una respuesta. ¿Qué demonios hacías en un hotel a altas horas de la noche? ¿Te estabas revolcando con alguna zorra?-, acusó asestando un golpe en su pecho.

-¡Lucía!-, bramó molesto.

-¿Lucía? ¿Solo eso vas a decir?

A la rubia le parecía inaudito aquello. Joaquín no daba indicios de querer explicarle, mucho menos de arrepentirse, al contrario, estaba serio.

PIMPI SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora