Capítulo 3

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Cuando llego al coche no me echo a llorar, como pensaba que iba a hacer. En vez de eso, me quedo sentado y miro por la ventanilla. La nieve se ha pegado al parabrisas, cobijándome en el interior. El viento aúlla en el exterior, recoge la nieve y la arrastra en remolinos, envolviéndome por completo. Cada copo que cubre el cristal forma una barrera entre la cruda realidad y mi coche.

No me puedo creer que JungKook haya aparecido en el apartamento justo mientras yo recogía mis cosas. Esperaba no tener que verlo. Aunque ha ayudado, no para aliviar el dolor, pero sí a la situación en general. Al menos ahora puedo intentar dejar atrás este desastroso momento de mi vida. Deseo creerlo y creerme que me quiere, pero estoy metido en esto por haberlo creído. Podría estar comportándose así sólo porque sabe que ya no tiene ningún control sobre mí. Aunque me quiera, ¿qué cambia eso? No cambiaría nada de lo que ha hecho, ni borraría todas las burlas ni lo mucho que ha fanfarroneado sobre las cosas que hemos hecho, ni las mentiras.

Ojalá pudiera pagar el apartamento yo solo; me quedaría y obligaría a JungKook a marcharse. No quiero volver a la residencia a compartir habitación y las duchas comunitarias. ¿Por qué tuvo que empezar todo con una mentira? De habernos conocido de otra manera, ahora mismo estaríamos los dos en el apartamento, riéndonos en el sofá o besándonos en el dormitorio, y no estaría yo solo en el coche sin tener adónde ir.

Arranco el motor, tengo las manos congeladas. ¿No podría haberme quedado en la calle en verano? Vuelvo a sentirme como Catherine, sólo que no la Catherine de Cumbres borrascosas, sino la Catherine de La abadía de Northanger: estupefacta y obligada a emprender un largo viaje en solitario. Es cierto que no voy a recorrer más de cien kilómetros desde Northanger después de haber sido humillado y despedido pero, aun así, comprendo lo mal que se sentía. No consigo decidir quién sería JungKook en esta versión de la novela. Por un lado, es como Henry, listo y divertido, y sabe tanto de literatura como yo. Sin embargo, Henry es mucho más amable que JungKook, y en eso es en lo que JungKook se parece más a John, arrogante y maleducado.

Conduzco por la ciudad sin rumbo fijo y me doy cuenta de que las palabras de JungKook han producido en mí un impacto mayor del que me gustaría. El hecho de que me suplicara que me quedara casi lo recompone todo para volver a destrozarlo después. Estoy seguro de que únicamente quería que me quedara para demostrar que era capaz de convencerme. Porque, desde luego, ni ha llamado ni me ha escrito desde que me he marchado de allí.
Me obligo a ir a la facultad y a hacer el último examen antes de las fiestas. Me siento muy distante durante la prueba, y me parece imposible que la gente del campus no sepa por lo que estoy pasando. Se ve que una sonrisa falsa y la charla intrascendente pueden esconder hasta el dolor más insoportable.

Llamo a mi madre para ver qué tal va lo de meterme en otra residencia. Sólo me dice «No ha habido suerte» y cuelga al instante. Sigo conduciendo sin saber adónde ir un rato más y de repente veo que estoy a una manzana de Vance y que son casi las cinco. No quiero aprovecharme de SeokJin pidiéndole que me deje pasar otra noche en casa de Ken. Sé que no le importaría, pero no es justo que meta a la familia de JungKook en esto, y la verdad es que esa casa me trae demasiados recuerdos. No podría soportarlo. Paso una calle tapizada de moteles y aparco en uno de los que tienen mejor aspecto. De repente caigo en la cuenta de que nunca he estado en un motel, pero tampoco tengo más opciones. El hombre bajito detrás del mostrador parece amable. Me sonríe y me pide el carnet. Unos minutos después me entrega la tarjeta que abre la habitación y una hoja de papel con la clave de la conexión wifi. Conseguir habitación en un motel es mucho más fácil de lo que imaginaba; un poco caro, pero no quiero quedarme en uno barato y jugarme el cuello.

— Bajando por la acera a la izquierda –me indica con una sonrisa.

Le doy las gracias, salgo al gélido exterior y muevo el coche a la plaza más cercana a mi habitación para no tener que cargar las maletas muy lejos. A esto es a lo que me ha llevado ese chico desconsiderado y egoísta: a tener que hospedarme en un motel, solo, con todas mis cosas metidas en bolsas de mala manera. Soy el que no tiene a nadie a quien acudir en vez del chico que siempre tenía un plan. Cojo algunas de mis pertenencias, cierro el coche, que parece una caca junto al BMW que hay aparcado al lado. Cuando pienso que mi día no podía ir peor, se me cae una de las maletas en la acera cubierta de nieve. Toda mi ropa y un par de libros se desparraman sobre la nieve húmeda. Me apresuro a recogerlos con la mano que tengo libre, pero me da miedo ver qué libros son. No creo que pueda soportar ver mis más preciadas pertenencias estropeadas, hoy no.

KOOKGI : DESTROYEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora