Capítulo 7

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La alarma de mi móvil irrumpe en mi sueño como un pingüino bailarín. Literalmente, porque mi subconsciente traduce el sonido en la imagen de un pingüino que baila.Sin embargo, la placentera fantasía no dura mucho. Me despierto y de inmediato empieza a dolerme la cabeza. Cuando intento sentarme, algo me lo impide... O alguien.

«Ay, no.»

Recuerdo a un tío que daba grima. Me entra el pánico y abro los ojos de sopetón... Pero lo que veo es la piel tatuada de JungKook encima de mí. Tiene la cabeza sobre mi estómago y me rodea con un brazo.

«Mierda.»

Intento hacerlo a un lado sin despertarlo, pero él gime y abre los ojos muy despacio. Los cierra otra vez, se levanta y desenreda nuestras piernas. Salto de la cama y, cuando vuelve a abrirlos, no dice nada, sólo me observa como si estuviera viendo a un depredador. La imagen de JungKook penetrándome sin cesar y gritando mi nombre se repite en mi mente una y otra vez.

«Pero ¿en qué demonios estaba pensando?»

Quiero decir algo, pero la verdad es que no se me ocurre nada. Por dentro me estoy poniendo mala, me va a dar un ataque. Como si supiera lo que pasa por mi mente, salta de la cama, sábana en mano, y se cubre el cuerpo desnudo. Ay, por favor. Se sienta en una silla y me mira y me doy cuenta de que sólo llevo encima una sabana.

— Di algo —me pide.

— Yo... No sé qué decir —confieso.

No me puedo creer que haya pasado. No puedo creer que JungKook esté aquí, en mi cama, desnudo.

— Lo siento —dice, y deja caer la cabeza entre las manos.

Me va a explotar el cerebro por las cantidades ingentes de alcohol que tomé ayer y por haberme acostado con JungKook.

— Más te vale —mascullo.

Se tira del pelo.

— Fuiste tú quien me llamó.

— Pero no te dije que vinieras —replico.

No sé qué voy a hacer. No he decidido aún si quiero pelearme con él, echarlo a patadas o intentar resolverlo como un adulto.

Me levanto y me voy al baño. Su voz me acompaña.

— Estabas borracho y pensé que te encontrabas en apuros o algo así y Max estaba aquí.

Abro el grifo de la ducha y me miro al espejo. Llevo un chupetón encarnado en el cuello. Me toco la marca y recuerdo la lengua de JungKook sobre mi piel. Debo de estar un poco ebrio todavía porque no consigo pensar con claridad. Creía que lo estaba superando y resulta que tengo al cabrón que me rompió el corazón en mi habitación y un chupetón enorme en el cuello, igual que un adolescente indomable.

— ¿Yoon? —dice entrando en el baño.

Me meto en la ducha. Permanezco en silencio mientras el agua caliente limpia mis pecados.

— ¿Estás...? —Se le quiebra la voz—. ¿Estás bien después de lo que pasó anoche?

¿Por qué está tan raro? Me esperaba una sonrisa de superioridad y como mínimo cinco «de nada» en cuanto abriera los ojos.

— No... No lo sé. No, no estoy bien —le digo.

— ¿Me odias... más que antes?

Parece tan vulnerable que me da un vuelco el corazón pero necesito plantarme. Esto es un desastre: empezaba a olvidarlo.

«No te lo crees ni tú», se mofa mi subconsciente, pero paso de él.

— No, más o menos igual que antes —contesto.

KOOKGI : DESTROYEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora