El trayecto de vuelta al hogar de mi infancia es fácil y lo conozco bien; no necesito pensar mucho. Me obligo a gritarlo todo, tal cual, a gritar todo cuanto me permiten mis pulmones hasta que me duele la garganta, antes de llegar a la ciudad en la que nací. Me cuesta mucho más de lo que pensaba porque no tengo ganas de gritar. De lo que realmente tengo ganas es de llorar y de que se me trague la tierra. Daría cualquier cosa por retroceder en el tiempo hasta mi primer día en la universidad; habría seguido el consejo de mi madre y me habría cambiado de habitación. A ella le preocupaba que Momo fuera una mala influencia; ay, si nos hubiéramos dado cuenta de que el chico maleducado de pelo rizado iba a ser el problema. De que iba a cogerme, a marearme y a hacerme pedacitos para luego soplar y esparcirlos por el cielo y bajo las botas de sus amigos.
Sólo he estado a dos horas de casa todo este tiempo, pero con todo lo que ha pasado, parece como si hubiera estado mucho más lejos. No he vuelto aquí desde que empecé la universidad. Si no hubiera roto con Jimin, habría vuelto a menudo. Me
obligo a mantener la vista en la carretera cuando paso por delante de su casa.Aparco en nuestra entrada y salto del coche. Pero cuando estoy delante de la puerta no sé si debo llamar o no. Se me hace raro llamar, pero no me encuentro cómodo entrando sin más. ¿Cómo pueden haber cambiado tanto las cosas desde que me fui a la universidad?
Finalmente decido entrar sin más y me encuentro a mi madre, de pie junto al sofá marrón de cuero, completamente maquillada, con un vestido y zapatos de tacón. Todo está igual que siempre: limpio y perfectamente ordenado. La única diferencia es que parece más pequeño, tal vez en comparación con la casa de Ken. Bueno, la verdad es que la casa de mis padres es pequeña y fea vista desde fuera, pero por dentro está muy bien decorada y mi madre siempre hizo lo imposible por esconder el caos de su matrimonio detrás de unas paredes bien pintadas, flores y atención a las líneas limpias. Una estrategia decorativa con la que continuó después de que mi padre nos dejara, creo que porque para entonces ya se había convertido en costumbre.
Hace calor en la casa, y el familiar aroma de vainilla invade mis fosas nasales. Mi madre siempre ha estado obsesionada con los quemadores de aceites esenciales, y hay uno en cada habitación. Me quito los zapatos en la puerta; sé que no quiere restos de nieve en su suelo de madera recién encerado.
— ¿Te apetece un café, YoonGi? —pregunta antes de darme un abrazo.
He heredado la adicción al café de mi madre, y esa pequeña conexión me dibuja una sonrisa en los labios.— Sí, por favor.
La sigo a la cocina y me siento a la mesa sin saber muy bien cómo empezar la conversación.
— ¿Vas a contarme lo que ha ocurrido? —pregunta sin reparos.
Respiro hondo y le doy un sorbo a mi café antes de responderle.— JungKook y yo hemos roto.
Su expresión es neutra.
— ¿Por qué?
— Bueno, porque resultó no ser quien yo creía que era —digo.
Sujeto la taza de café con ambas manos para intentar no pensar en el dolor y prepararme para la contestación de mi madre.
— Y ¿quién creías que era?
— Alguien que me quería. –No estoy muy seguro de quién creía que era JungKook, como persona, por sí mismo, más allá de eso.
— Y ¿ahora ya no lo crees?
— No, ahora sé que no significo para él lo que yo me pensaba.
— ¿Por qué estás tan seguro? —pregunta con sangre fría.
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KOOKGI : DESTROYED
Roman pour AdolescentsEs consciente de que era todo demasiado bonito para ser cierto. Ellos parecían hechos el uno para el otro, como dos almas gemelas, pero él lo ha roto todo, se ha acabado el sueño para siempre. ¿Cómo ha podido ser tan ingenuo? Si quiere recuperarlo...