𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑋𝑋𝑉𝐼 | Conocernos.

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C A P I T U L O V E I N T I S É I S

Conocernos.

Mi corazón golpea contra mi caja torácica con fuerza, mientras veo como Hades se saca la camisa, y sus ojos recorren la posición en la que me encuentro. La erección que tiene se nota a mil kilómetros, y me siento suficiente cuando sé que yo cause eso.

— ¿Tu mujer? — Sus ojos inmediatamente aterrizan en mi rostro, inspeccionándome.

— Sí. — Es todo lo que dice.

Entrecierro los ojos, me he dado cuenta que a veces es como una roca, y me es imposible sacar algo de él, pero luego es como un libro abierto, me habla, me explica, y trata de dejar todo lo más claro posible.

— Aunque lo dudo, luego de que hayas dicho que no somos nada, pero un buen polvo no me lo voy a negar. — Sus palabras me golpean fuerte, mientras él me mira sin expresión alguna.

Sé que fui yo la que dijo que no éramos nada, pero no era para que el realmente se lo tomara en serio, digo, el me gusta, pero yo no sé si a él yo sí le gusto, y tampoco me ha preguntado algo, solo tuvimos un encuentro sexual en el que claramente determino que era completamente suya, pero, luego de eso, no hubo nada más que eso, así que, ¿lo soy o no? ¿me quiere o no? Por lo que sé que hice lo correcto al momento de decir que no somos nada.

Hice lo correcto, repito una y otra vez, para que así mi subconsciente también lo acepte.

Yo no lo creo, Mack.

Maldita sea, yo tampoco.

— Si solo es por un buen polvo, entonces ponte tu camisa, y vete por donde viniste. — Suelto sin titubear, y sin bajar la cabeza.

Él me mira incrédulo, pero no se mueve.

— Fuiste tú la que dijo que no éramos nada, así que no entiendo porque ahora esa actitud. — Escupe.

— Sí, pero... — No logro terminar de hablar, porque me interrumpe.

— Y fuiste tú la que vino hasta acá, se empezó a masturbar, y me llamo a mí para poder saciarte, porque esa mierda no se siente como yo hundiéndome en ti. — Contengo el gemido, y el movimiento que iba a hacer para calmar las ansias, porque me gusta que me hable así. — Así que, ¿cuál es el maldito problema ahora? —

— Porque yo no soy un "polvo". — Acomodo la pequeña sábana en mi cuerpo. — O soy algo fijo, y estable, o no, porque yo no busco compartir, ni tener pequeños momentos en los que puedo decir que eres mío, y yo tuya, así que el que debe determinar cuál es el maldito problema eres tú, no yo, porque yo sé lo que quiero, y él que no lo sabe, al parecer eres tú. —

Hades Lombardi

Me quedo en silencio viendo cada facción de su rostro, tratando de guardar en mi memoria cada facción, cada peca, cada pestaña en mis recuerdos.

Mackenzie se levanta con ese pequeño pedazo de tela tratando de cubrir su desnudez, con molestia, y por como estaban sus ojos, con decepción.

— ¿Estás segura? — Ella se detiene.

Soy difícil, jodidamente difícil, y puede que ella esté esperando la historia de Disney, o el príncipe que hace que su mundo sea color de rosa, y todo tan romántico, pero yo no soy así.

— ¿De querer vestirme? Sí, claro. — El sarcasmo, y la ironía destellan en sus palabras.

— Siéntate. — Ella se queda quieta, y duda por unos segundos. — Por favor. — No me dice nada, solo se sienta en el borde de la cama de manera automática.

Camino hasta ella, y me siento a su lado, dejando algunos centímetros de distancia, porque mis manos pican por tocarla, pero ahora no es el momento de hacerlo.

— No soy romántico, no soy el hombre que esperas, pero sigo aquí, joder. — Paso mis manos por mi cabello frustrado. —, nunca he hecho esta mierda de sentarme y explicar lo que siento, pero me he quedado, he puesto mi vida en riesgo, mi imperio igual, y parece que eso no te basta. — Suspiro. —, no puedo decir lo que quieres, y no puedo demostrarte más, no soy de relaciones, pero estoy sentado aquí, hablando y dejando que entiendas, y que me conozcas como nadie ha podido hacerlo, porque yo te quiero a ti. — Lo dije, mierda.

Ella solo se queda en silencio, y yo solo sé que, si no es con ella, no importa, porque ahora tengo dos empresas que no podrán saciarme de hacerla mía una, y otra vez, cada vez que quiera, porque entonces ella no sería mía, y alguien más tendrá ese privilegio, una jodida mierda, primero me corto un huevo; si me importa tenerla en mi vida.

— Estoy desnuda, y se podría decir que tú te me estás, no sé, ¿declarando? — Sonrió negando.

— Así no se le declara a una mujer, ahora solo te digo que quiero que esto funcione, y para eso debemos de conocernos. — La miro, y ella tiene su mirada fija en el piso, mientras asiente.

— Creo que hicimos las cosas al revés. — Murmura.

— ¿Eh? —

— Primero nos acostamos, y después hicimos lo básico. — Por un instante lo pienso.

— Mentira, sabíamos nuestros nombres. — Ella suelta una carcajada, e inmediatamente me rio con ella.

— Eres un idiota. —

— Lo soy, pero este idiota quiere estar contigo. — Ella se tapa el rostro.

— Ya, no me digas eso. — Suelto una risa, es tan tierna.

Joder, estoy acabado.

Suavemente sujeto sus muñecas, y bajo sus manos, para poder observarla. — Disculpa por haberme comportado como un jodido imbécil de mierda, no lo merecías. — Ella asiente, y deposita un beso en mis labios, algo rápido, pero que remueve todo dentro de mí.

Mierda, en mi puta vida digo por favor, o me disculpo, y en menos de una hora ella ha conseguido ambas cosas.

[...]

— ¿Hamburguesas? — Val me mira, y asiente.

Saco las hamburguesas de la funda de papel, para poder colocarlas en el mesón de la cocina, mientras ella juega con un dado.

La miro de pies a cabeza, y se ve tan preciosa, su cabello está desordenado, tiene la camisa que yo tenía puesta cubriéndola hasta la mitad del muslo, y está descalza.

— Ya, toma. — Le paso la caja de la hamburguesa, y me muevo ágilmente para sacar la botella de Coca-Cola, lo que tanto ama, y ponerlas sobre la mesa en conjunto con dos vasos de cristal.

— Oye. — Volteo a verla, luego de dejar la funda de papel en la basura.

— Dime. — Ella mira mi torso desnudo, y luego hace una mueca.

— No puedes estar sin camisa, y ¿si Valeria y tu primo vienen? —

— Se sentarán a comer supongo, principessa, eso es lo de menos. — Ella rueda los ojos.

Y como si ella los hubiera llamado, de repente de abre la puerta del sótano, y en mi campo de visión aparece Darío, y Valeria, aunque está ultima con algunas marcas en el cuello.

— Gracias primito, bendito seas. — No digo, ni hado nada.

Valeria me mira, pero yo desvío la mirada rápido, esta semi desnuda, y él único cuerpo que quiero recorrer es el de mi mujer.

Siento como Valeria se mueve, pero no dice nada, y así de rápido como aparecieron, se fueron.

— Supongo que están cansados. — Habla Val.

— También lo creo, las marcas del cuello de tu amiga no son fáciles de hacer, y menos para que... — No sé en qué momento se levantó, pero un cojín golpeo mi rostro con fuerza, causando que de dos pasos hacia atrás.

Mackenzie ríe, y me es imposible no reír con ella, su risa es muy contagiosa.

— Siéntate a comer, y deja de tirar cojines. — Ella sigue riendo, pero me hace caso.

Voy a mantener en mi memoria lo bien que se escucha su risa, la forma de sus hoyuelos, y como sus ojos se hacen chinos. 

Atracción desafiante. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora