C A P I T U L O O C H O
¿Ah, sí?
— ¿Mierda? — Dice el chico que ahora sé que se llama Samuel, su voz cargada de incredulidad.
— ¿Qué? — Responde Hades. En cuestión de segundos, aparece en mi campo de visión. No lleva el saco ni la corbata; los primeros botones de su camisa están abiertos, las mangas arremangadas, y su cabello despeinado da la impresión de que ha estado en medio de una tormenta de estrés.
Su expresión cambia rápidamente de confusión a sorpresa, como si acabara de recordar algo crucial.
— ¿Mae? — La forma en que pronuncia mi apodo me sorprende. ¿Cómo sabe ese apodo?
— Yo mejor me voy, hay mucha tensión por aquí. — Dice Samuel, desvió mi mirada de Hades hacia él, y me regala una sonrisa nerviosa que contrasta con el ambiente pesado. — Tengan una grata conversación, y no molestes a la niña, Hades. — Añade, mientras lo apunta con su dedo.
— Adelante. — Habla Hades, y le hago caso intentando mantener la calma. Entro a la oficina, pero no puedo evitar darme la vuelta para mirar a Samuel una vez más.
— Gracias. — Murmuro, aun procesando lo que acaba de pasar.
— ¿Qué gracias? Mejor bésame. — Responde él con una confianza que me deja paralizada. Vaya que es directo. Siento cómo el calor sube a mis mejillas. ¿De verdad acaba de decir eso? Las palabras flotan en el aire, desafiando la tensión que nos rodea.
Mi mente corre a mil por hora, entre la sorpresa, y la intriga, mientras intento saber qué hacer a continuación. ¿Me río, y lo ignoro? ¿me hago la desentendida?, y antes de poder decir, o hacer algo, Hades responde.
— Samuel, es mejor que te vayas. — Responde con recelo. — Si no quieres un lindo morado en tu cara, largo. — Añade con firmeza. Samuel bufa, pero antes de salir, me guiña un ojo, dejándome con un nudo en el estómago.
Cierra la puerta, y escucho a Hades resoplar detrás de mí. Mierda, no quiero darme vuelta.
— Vienes hasta acá sin aviso, y ahora no me dices nada. — Dice, y tengo que admitir que tiene razón. Ruedo los ojos, reconociendo que estoy en un aprieto.
Finalmente, me doy la vuelta, y me doy cuenta de que está demasiado cerca de mí. Un escalofrío me recorre la espalda y, sin pensarlo, retrocedo dos pasos. Pero él se acerca aún más, como si disfrutara de la tensión.
— Hades, quieto. — Le ordeno, y sorprendentemente, él obedece. Pero alza una ceja, como si estuviera evaluando mis palabras.
— Vaya, eres mandona. Me gusta. — Dice con una sonrisa que me hace sentir un torbellino de emociones. Se acerca nuevamente, y yo me alejo hasta que choco contra la puerta detrás de mí.
Hades sonríe, victorioso. Coloca ambas manos en la puerta, aprisionándome entre su cuerpo, y la madera, bloqueando cualquier posibilidad de escape. Está a solo unos milímetros de mí, y la tensión entre nosotros es casi eléctrica.
Me encuentro atrapada en su mirada, y la respiración se me acelera. En este espacio reducido, su presencia es abrumadora, y cautivadora. Cada segundo que pasa, el aire se vuelve más denso.
Él frunce el ceño. — Creo haberte dicho que dejes de hacer eso. — Lo miro un poco confundida. — Mackenzie, ese labio. — Tan rápido como lo dice, lo suelto.
Respiro profundamente tratando de pensar en otra cosa, y no en lo cerca que está el de mí. — Solo quería preguntarte algo. — Hablo un poco bajo, casi susurrando.
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Atracción desafiante. (+18)
RomanceHades Lombardi, un hombre de 1.92 de altura, es frío, calculador, y controlador. A sus 21 años, es un empresario codiciado no solo por su atractivo, sino también por su vasto imperio multibillonario. Sin embargo, muchos murmuran que su vida empresar...