Cuando el amor es amor no se mira el color o el sabor...
El amor es amor, eso es lo que es.
A veces vemos cosas que son y cosas que no son.
Pero el amor es esa persona que ve tus cicatrices y aún así se queda a besarlas....
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El tiempo se les había pasado volando, que ni siquiera se percataron que ya debían sacar la lasaña del horno, tras unos minutos la puerta principal se abrió por ella entraron hasta dirigirse a la sala, Roma y Fer tomados de las manos, detrás de ellos venían Pedri junto con Lari hablando animadamente. Los dos chicos sentados en el sofá estaban discutiendo sobre que uno había hecho trampa.
—¡En tu cara de pasivo 4 a 1! —se burló festejando su victoria el rubio.
—¡Que has hecho trampa gilipollas! —le lazó un cojín — ¡Y no me digas así!
—¡Acepta que eres un asco en el FIFA Gavira! —lo pico cogiendo el cojín antes de que impactase en su rostro.
Las miradas de los recién llegados se expresaba una mezcla de confusión y diversión innata.
— ¿Y ahora por qué será que discuten? —cuestionó en un murmullo la de gafas hacia el azabache con la vista fija en el rubio y el sevillano.
— Ni idea —le respondió de la misma manera el canario menor con la vista en la misma dirección.
— A veces creo que vivo con dos niños —negó divertida la ojigris.
A su vez la mini discusión entre los dos andaluces se dio por terminada cuando se percataron de la presencia de los cuatro jóvenes.
— Oh ya llegaron —sonrió Fermín.
— Pues si ya son más de las ocho—consultó su reloj de muñeca la de gafas — Y nos dijiste que la cena era a las ocho.
— Exacto —coincidió la castaña — ¿Además ya prepararon algo? —cuestionó mirando a los chicos.
— Si de hecho preparamos lasaña —explico con una sonrisa de orgullo Fermín.
— ¿Cómo que huele a quemado o sólo soy yo? —arrugo la nariz Fer.
— No, yo también lo huelo —se rasco la nariz Pedri.
—Amm...chavales —llamó su atención Lari — Está saliendo de la cocina mucho pero mucho humo —señaló acomodándose los lentes.
—¡La lasaña! —exclamaron al mismo tiempo los futbolistas andaluces que salieron como alma que se lleva el diablo a la cocina.
Los otros lo siguieron adentrándose en la cocina donde efectivamente del horno salía un espeso humo negro, entre el castañito y el rubio sacaron la bandeja en la cual había puesto el alimento para que se cocinase aunque ahora parecía más un bloque de carbón.
— Menos mal y os dije que no quemarais la casa —les recordó la de ojos grisescos suspirando.
— Al menos la bandeja no se rompió ni quemo —sonrió Gavi tratando de hacer ver lo positivo.