Una sorpresa

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Los días de nuestros tórtolos favoritos habían sido bastantes confusos y estresantes, para Pablo sus días fueron un tanto confusos se reunía con su hermana o con sus amigos ya que generalmente su canario lo ignoraba —a pesar de que literalmente todos lo dijesen que era paranoico y que el azabache no lo ignoraba— pasaron de dormir juntos en su casa o la casa del otro a apenas hablar por mensajes y eso lo frustraba, Fermín le aseguro que sólo era porque estaba muy estresado y además le molestaba que su amiga estaba actuando más extraña de lo normal casi no se quedaba en su casa.  Mientras que para Pedri fue rotundamente estresante ya que entre los entrenamientos, las citas con la psiquiatra y los preparativos, genuinamente a penas tenía tiempo para descansar, incluso no podía dormir bien, estaba literalmente al borde del colapso mental si no fuese por Ferran y por Fer que lo estaban ayudando.

Era el 4 de agosto ese día tenían un partido contra el Getafe al mediodía, Pedri estaba dormido en la cocina de su casa con la cabeza apoyada en la barra, entre varios papeles rodeándolo, su cabello  totalmente despeinado y un pequeño hilo de baba caía de sus labios entreabiertos bajando por su mandíbula donde lucía una barba de unos días, su respiración era amena de momentos iba soltando pequeños ronquidos. Unos pasos se hicieron presentes en aquel lugar, despertando medianamente al azabache.

— Deberíamos despertarlo —murmuró una voz que el medio dormido de Pedri pudo reconocer como Ferran mirando fijamente al menor. 

— Creo que si —siguió otra voz que reconoció como Fer.

— Jolín, hablad más bajó que lo vais a despertar   —regañó en un susurro Roma.

Los tres mayores se quedaron con la vista fija en el canario, analizando la situación. La verdad era que debían dejarlo dormir sería lo lógico pero digamos que al canario aún le faltaban un par de cosas por hacer por lo que dormir no era un lujo que podría darse.

— ¿Y si está muerto? —sugirió el valenciano.

— Ferran, está respirando no está muerto —reprendió Fernando mirándolo.

— Pobrecillo —sintió la pequeña mano de su cuñada acariciar su cabello acomodándolo un poco.

— ¿Por qué le acaricias el cabello? —cuestionó Fernando con el ceño fruncido.

— Anda ya celoso —se burló Ferran recibiendo una colleja por parte del pelinegro.

— A Pablo le suele dar paz un par de caricias en el cabello —apartó un par de mechones de la frente del azabache con cariño — Además el chaval está molido, un poquito de paz no le vendría mal. 

— Buen punto. Pero igual debemos despertarlo. 

—¿Entonces cómo lo vamos a despertar? 

— Con un balde de agua fría —afirmó el más alto.

— No le lanzarás agua.

—¿Entonces?

De Canarias A Sevilla {Gadri}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora