Ocho.

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Me sorprendí ante la certeza de ese pensamiento. Rebecca era mi hermana, en el pasado habíamos tenido buenos momentos antes de que mi madre decidiera que los licántropos éramos unos monstruos y no merecíamos más su tiempo; no reconocía a mi hermana pequeña en la persona en la que se había convertido. Había tratado de ayudarla en todo lo que había podido con la esperanza de que recuperáramos la relación que habíamos perdido cuando mi madre se la llevó consigo.

Eso me trajo a la memoria a mi madre.

Nuestra relación se había roto cuando había conseguido transformarme por primera vez; aquel punto tan importante en mi vida me había supuesto la pérdida de mi madre y de mi hermana. Mi familia se había roto por completo aquel día.

Por la poca información que me había dado mi padre, mi madre aún seguía viviendo en un edificio en Brooklyn, gracias a la inestimable ayuda que le aportaba los cheques que le enviaba mi padre para ayudar a Rebecca con los gastos; no había cambiado de domicilio en todos aquellos años y, suponía, que de número de teléfono tampoco.

Era posible que Rebecca, en su regreso a Manhattan, hubiera decidido hacerle una rápida visita a nuestra madre para que supiera que estaba bien, que los lobos malos no habían podido con ella. Quizá fuera una buena idea que yo también decidiera hacerle una rápida visita reglamentaria después de muchísimos años sin preocuparse por su propio hijo.

Busqué un número en la agenda, preparándome para la que se me avecinaba.

-Despacho del señor Harlow -saludó profesionalmente Jia.

Contuve una sonrisa de satisfacción.

-Jia, soy yo -respondí.

Oí un bufido al otro lado.

-Gary, cuando tengas pensado no aparecer por la oficina, estaría bien que me lo comentaras con antelación, ¿sabes? -regañó ella-. Por no hacer el gilipollas cuando tienes tanto ajetreo...

-Me ha surgido un imprevisto a última hora -mentí-. ¿Puedes hacerme un pequeño favor?

-¿Acaso me queda otro remedio? Trabajo para ti precisamente para eso: para cualquier problema que te pueda surgir -replicó Jia, tratando de sonar enfadada.

Ahora no pude evitar soltar una sonora carcajada.

-Necesito que me busques información sobre una persona: Viola Danvers -le pedí.

Jia estaba al tanto de que el nombre que le había proporcionado era el de mi propia madre, pero no hizo comentario alguno. Me prometió enviarme toda la información que pudiera recopilar en el poco tiempo que le había dado y ambos colgamos; Thomas me estaba esperando en el salón, bastante entretenido con el último número de Playboy y una cerveza abierta sobre la mesa.

-¿Tú no tendrías que estar en clase? -le pregunté, sentándome a su lado.

Durante la ducha le había dado vueltas a la idea de que el único modo de tener controlada a mi hermana era verla muerta. Me parecía una medida drástica y demasiado cruel pero, en el fondo, es lo mismo que había intentado hacer ella conmigo.

Sus celos y rencor eran demasiado fuertes para que pudiera tratar de convencerla de que volviera a ser como antes. Que intentáramos superar nuestros problemas.

Thomas se metió un dedo en la nariz y empezó a hurgársela con ahínco.

-Estaba preocupado por ti -respondió y sus ojos relucieron, dándole veracidad a su respuesta-. Anoche mandaste a Kasper que me trajera aquí sin darme ningún tipo de explicación. Al ver que no venías creí... creí que te había pasado algo. Pero veo que mis miedos eran infundados -añadió, encogiéndose de hombros.

Alpha (Saga Wolf #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora