Diecinueve.

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Me quedé sentado al lado de Arlene durante el resto de la noche. Había dejado mi móvil en la mesita que tenía más cerca por los posibles cambios que pudieran sucederse con la búsqueda de Kasper y había tratado de despejarme, distraerme de las miles de posibilidades que se me pasaban por la cabeza respecto a lo que podría estar sucediéndole a Mina en esos precisos instantes.

El pitido de las máquinas, el sonido que hacía el respirador artificial que ayudaba a Arlene a seguir respirando... a seguir estando viva.

Me pasé una mano por el pelo, con la culpa carcomiéndome cada centímetro de mi cuerpo. Arlene estaba en esa situación por mí; de haber tenido fuerza de voluntad, no habría permitido que aquella chica se acercara a mí aquella noche, que no hubiera sucedido nada entre nosotros.

Y, por ende, que no hubiera terminado en aquella habitación de hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte estando embarazada de mí.

Todavía me resultaba muy complicado pensar en mí como padre. Era cierto que había fantaseado con la idea cuando había creído que Mina me elegiría por encima de Chase, pero la sensación nada tenía que ver con la realidad: estaba acojonado y era incapaz de verme a mí cuidando de un bebé, de comportándome como un padre.

¿Qué sucedería con Arlene y conmigo si salía adelante? No estaba enamorado de ella, ese embarazo había sido a causa de una imprudencia por nuestra parte aquella noche... no había sido buscado por ninguno de los dos.

No pude evitar recordar a mi madre, en cómo su amor hacia mi padre había ido disminuyendo cuando descubrió lo que era... cuando descubrió que su maldición, como así la llamaba, había ocupado el cuerpo de su propio hijo; siempre había sospechado que el matrimonio de mis padres se había roto mucho tiempo atrás, antes siquiera de que yo hubiera nacido, incluso. Mi madre, desesperada por salvar su hundido matrimonio, había hecho lo imposible por quedarse embarazada... y las cosas habían funcionado hasta cierto punto.

Incluso tenía sospechas de que Rebecca había sido otro desesperado intento de salvar el matrimonio, de retener a mi padre a su lado, hasta que había averiguado que su precioso hijo se había convertido en un monstruo.

Hundí el rostro entre mis manos, abrumado por los recuerdos sobre mi madre, sobre cómo no había dudado ni un segundo en tratarme de aquella forma tan horrible después de nuestro reencuentro. Un odio que no me había merecido. ¿Qué pasaría si Arlene se comportaba como mi madre, apartándome de mi propio hijo?

El sonido de mi móvil sonando me sobresaltó, haciendo que me abalanzara sobre la mesita donde reposaba.

No reconocí el número, lo que me inquietó.

-Antes de que digas nada, hermano –dijo la voz de Rebecca al otro lado de la línea-, permíteme que te informe de que Thomas está bien. Ha resultado ser un hombre bastante apuesto, seguramente no le ha faltado diversión... como a ti –añadió con maldad.

Mis dedos se tensaron sobre la carcasa del teléfono, haciéndolo crujir.

-¿Qué le has hecho? –gruñí.

Rebecca dejó escapar una leve risita.

-Hablar con él, Gary –respondió con inocencia-. Al fin y al cabo también es mi medio hermano y no he tenido oportunidad de conocerlo mejor... Y algo me dice que no has sido del todo sincero con el pequeño Tommy, querido.

Apreté los dientes al escuchar cómo pronunciaba el diminutivo de nuestro hermano, el que habíamos utilizado desde que era niño. No sabía de qué habían podido hablar, las mentiras que Rebecca podría haber utilizado en mi contra, envenenando a Thomas... Eso era lo que siempre hacía Rebecca: tergiversar, envenenar, engañar...

Alpha (Saga Wolf #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora