Once.

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La sonrisa de Natasha se mantuvo mientras yo buscaba desesperadamente algo que poder decir sin quedar como un auténtico gilipollas. A mi lado, Kasper guardaba silencio y, estaba seguro, que había vuelto a dirigir toda su atención en su maldito móvil.

-¿Te importaría dejarnos a solas unos instantes? –le preguntó Natasha a Kasper, cambiando su sonrisa a una encantadora.

Mi amigo me dirigió una breve mirada antes de encogerse de hombros, dar media vuelta y salir del despacho. El rostro de Natasha volvió a su gesto de completa indiferencia cuando comprobó que estábamos nosotros dos en el despacho; rodeó su escritorio y ocupó su silla para, después, indicarme con un seco movimiento de cabeza que me sentara frente a ella.

Es como si me hubiera puesto frente a un pelotón de fusilamiento.

-Debo decir... debo decir que estoy gratamente sorprendido de verte aquí –comenté.

Natasha esbozó una sonrisa irónica.

-Creo que nos conocemos lo suficiente como para saber que no estás en absoluto «gratamente sorprendido» -me replicó-. Debo suponer que no esperabas volverme a ver más.

No pude evitar retroceder en el tiempo, el día en que la conocí: en aquel entonces no había conocido siquiera a Hannah y, mucho menos, estábamos comprometidos; mi padre aún seguía manteniendo el puesto de Alfa en la manada y yo podía dedicarme únicamente a mí. Nos habíamos colado en la fiesta de una chica con la que mi amigo Ebron se había tirado para poder encontrar nuestras próximas víctimas; Natasha estaba en un rincón de la habitación, con una copa en la mano y charlando animadamente con su grupo de amigas. A Stephen, que llevaba un par de copas y demás sustancia de más en su cuerpo, se le había ocurrido la brillante idea de proponernos una divertida apuesta: quien lograra llevarse a la cama a una de aquellas chicas se llevaría el bote que habíamos puesto entre todos.

En seguida me fijé en Natasha, que parecía la más tímida y difícil, y me propuse que ella sería mi objetivo aquella noche. Tardé lo mío en llamar su atención y conseguir acercarme a ella; un par de mis amigos ya habían pasado a la fase de magreo mientras que yo aún seguía intentando hacerla beber hasta que casi perdiera el sentido.

Un cuarto de hora después, Natasha había acabado completamente borracha y pegada a mi cuello, babeándomelo, mientras que buscaba una habitación libre.

Al final de la noche me había llevado dos premios: la virginidad de Natasha y el bote de la apuesta.

Escuché a Natasha carraspear y volví al presente. Debía haberme quedado empanado, levantando sus sospechas.

-La última noticia que tenía de ti es que te marchabas a un internado en Suiza –le confesé, aunque no dije que sabía qué era lo que había motivado que su padre hubiera decidido mandarla tan lejos: la vergüenza de nuestro pequeño desliz.

Natasha cabeceó, manteniendo la sonrisa.

-Y así fue –coincidió-. Terminé mis estudios en Suiza y he trabajado allí hasta que llegó el rumor de que el famoso Gary Harlow estaba en problemas. Al parecer, te has granjeado muchos enemigos estos últimos años, cariño.

«Entre los que te cuentas tú, ¿verdad?», pensé con ironía. Sin embargo, no me atreví a comentarlo en voz alta; Kasper me había advertido que Willard había decidido seguir un camino distinto al de las manadas, rebelándose de nuestro control. Me pregunté si todo esto no habría sido la intención inicial de Natasha: llamar mi atención de esa manera y demostrarme que estaba perdiendo facultades.

Estaba perdiendo los pocos apoyos con los que contaba y Natasha, estaba seguro, que me iba a ofrecer un jugoso trato.

-¿A dónde quieres llegar, Natasha? –le pregunté directamente.

Alpha (Saga Wolf #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora