Diez.

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Salí de la sala de reuniones hecho una fiera mientras oía a Kasper ir tras de mí. Mina se había quedado en aquellos incómodos sillones fuera de la sala de reuniones y se levantó de un brinco cuando me vio aparecer; sus ojos grises estaban cargados de arrepentimiento, pero en esos momentos lo veía todo rojo.

Había sido Mina la que me había puesto en aquella situación. Ella era la culpable de que todo el Consejo se me hubiera echado encima.

Escuché a Kasper ahogar un grito de sorpresa cuando dirigí mis pasos hacia donde se había quedado petrificada Mina.

La señalé con el dedo índice.

-¡Tú! -gruñí, consciente de que había sonado demasiado ronco-. ¿¡Estás contenta, Mina!? ¡Has conseguido ponerme a todo el Consejo en mi contra, babeando como unos putos animales a que les dé un solo motivo para que me lo quiten todo! ¿Ha merecido la pena? -los ojos de Mina se llenaron de lágrimas ante la brutalidad con la que la estaba tratando, pero no habló-. ¡Respóndeme, joder!

A mis espaldas escuché a Kasper coger aire abruptamente, pero no le hice caso: toda mi atención y rabia estaban dirigidas hacia Mina y hacia la traición que sentía por su decisión de haber avisado al Consejo.

Golpeé la pared con el puño y Mina se encogió sobre sí misma.

-Yo... Yo... -tartamudeó.

Aquello no me bastó y la ira no paraba de acumularse, haciéndome palpitar las sienes.

-¿Qué más quieres de mí, Mina? -le exigí a que me respondiera, desesperado-. ¿Qué más quieres...? -se me escapó un quejido y la aferré por la muñeca.

Desde que la había conocido, desde que nos habíamos cruzado en Marquee, me había puesto en continuos aprietos; se había convertido en la piedra con la que no paraba de tropezar. Mi padre me había dicho, con una sonrisa, que la chica misteriosa había obrado un milagro en mí, provocando un acercamiento entre ambos.

Sin embargo, me había arrebatado parte de mi identidad, de quién había sido. Cuando Mina irrumpió en mi vida hizo que perdiera el interés en salir para beber y conocer chicas a las que jamás iba a volver a ver; me convirtió en una persona que se había vuelto dependiente de ella.

Y ahora parecía haber decidido arrebatarme mi manada y mi puesto en el Consejo.

Apreté la muñeca de Mina y ella dejó escapar un gemido de horror y dolor.

Alguien me cogió por los hombros y trató de apartarme de ella. Mi parte irracional, por el contrario, me gritaba que no dejara las cosas ahí; me había estado utilizando cuando creyó que Chase había muerto y ahora estaba tratando de hacer lo mismo. Se hacía valer de mis sentimientos hacia ella para tratar de manejarme.

-Gary -escuché el tono de advertencia de Kasper a mi oído-. Gary, por favor, no montemos aquí un espectáculo.

Traté de zafarme del agarre de Kasper, pero sus brazos se tensaron cuando notó mis intentos de huir. Mina tiró de su muñeca, tratando de recuperarla, pero mis dedos se clavaron aún más en su piel.

-¿Por qué no me dices qué más quieres, Mina? -le grité-. Me has tenido diez putos años, ¡diez putos años!, aguardando a que decidieras ponerte en contacto conmigo. Y lo haces cuando... cuando ya has decidido montar tu familia feliz. ¿Por qué sigues haciéndome esto?

Me sentía dolido, frustrado y enfadado con Mina. Le había dado todo lo que tenía cuando lo había necesitado; joder, incluso había arriesgado mi propia vida y a mi manada para poder sacarla de aquel almacén. ¿Cuál había sido el resultado de todo ese esfuerzo? Unas palmaditas en la espalda y un «espero que seamos amigos porque eres muy especial para mí».

Alpha (Saga Wolf #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora