Siete.

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Su comentario me hizo reír. No supe si tomármelo como una broma para aligerar el ambiente o como un cumplido; no muchas chicas con las que me había visto una segunda vez o habíamos coincidido me habían dedicado semejantes palabras.

Observé el líquido transparente de mi vaso con aspecto pensativo.

A mi lado, Arlene cogió el suyo con decisión y se bebió medio vaso de un solo trago. Desvié la mirada para ver cómo se le llenaban los ojos de lágrimas y prorrumpía a toser como si se estuviera ahogando. Me atreví a darle un par de palmaditas en la espalda con la esperanza de que dejara de salpicar todo de su saliva, además de atraer la atención del resto de personas que trataban de terminar sus respectivas bebidas.

No pude contener una risotada mientras Arlene se recuperaba como bien podía.

-¿Haces eso siempre que algún chico te invita a una copa? –le pregunté, burlándome de ella.

Las mejillas de la chica se colorearon y apartó el vaso a una suficiente distancia de ella. Para darle una lección de cómo debía hacerse me llevé mi vaso a los labios y le di un buen trago, dejando que el líquido bajara por mi garganta sin provocarme un ataque de tos como le había sucedido a Arlene.

Ella enarcó una ceja como diciendo: «Pero será fantasma...»

-Supongo que es la impresión de ver a un chico como tú siendo tan considerado y simpático –respondió con desparpajo.

Esbocé una media sonrisa.

-¿Y cómo soy yo, según tú? –le piqué.

Arlene soltó una risita y probó por segunda vez su vaso, logrando no morir atragantada por sí misma.

-Es evidente que sabes lo atractivo que eres –comenzó a enumerar-; estoy segura que tienes multitud de dinero y una bonita empresa que te proporciona los suficientes millones como para no preocuparte por nada. Además, no necesitas una relación estable: consigues a todas las mujeres que quieres y cuando quieres.

Quise corregirla respecto a lo último que había dicho, pero me abstuve de hacerlo. A esa desenfadada chica no le importaba lo más mínimo si necesita o no una relación estable; y mucho menos le importaba si conseguía a todas las mujeres que me proponía.

Le pedí a la chica de la barra otra ronda, esta vez de algo más fuerte. Llevaba años sin emborracharme en condiciones y, aunque ya no era el mismo chico de hace diez años, me lo merecía.

Porque una noche volviera a ser el Gary que fue en ese entonces no perjudicaba a nadie.

Agarré el vaso que me tendía la chica de la barra y le acerqué a Arlene el suyo, rezando en silencio para que lo vaciara de un trago y me dejara tiempo para prepararme mi respuesta.

-Entonces no salgo tan perjudicado como creía –me burlé.

Arlene dejó escapar otra risita.

-Oh, no te creas –respondió, dándole otro sorbo a su vaso y poniendo una mueca de asco-. Mis amigas, todas con las que has estado, me han prevenido sobre ti. Eres toda una leyenda por estos sitios, amigo.

Me eché a reír de buena gana.

-¿Debería acordarme de alguna de ellas? –pregunté entre risas.

Arlene acortó la distancia que había entre nosotros y puso una mano sobre mi muslo. Su respiración se había agitado y podía percibir perfectamente su mezcla de olor a alcohol y perfume; no me sentía del todo incómodo con aquella cercanía y, a decir verdad, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de la compañía de ninguna mujer.

Alpha (Saga Wolf #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora