Mantuve la vista clavada en el rostro magullado de Arlene, que seguía inconsciente, mientras Jia se quedaba a mi lado. Sus palabras habían calado hondo en mi interior, sacando a la luz cosas que llevaba muchos años escondiendo debido a la oscuridad que las rodeaba.
Mi madre me había abandonado, incluso me había repudiado por lo que era. Para mi madre, la sangre ni siquiera tenía algún tipo de valor para ella, en lo referido a mí; mi hermana Rebecca, sin embargo, había tenido la suerte de nacer mujer, libre de la transformación, por lo que siempre había sido la preferida de nuestra madre.
Me imaginé a Arlene con nuestro hijo en brazos, mirándome de la misma forma de la que me había mirado mi madre y largándose con el bebé mientras yo le suplicaba que no me alejara de él.
«Arlene no es mi madre», me recordé, tratando de grabármelo a fuego en mi cabeza.
El sentimiento de culpa hizo de nuevo acto de presencia, tratando de arrastrarme otra vez hacia la oscuridad. Sacudí la cabeza, apartando de mi mente esos lúgubres pensamientos y centrándome en una única cosa: establecer una conexión sólida entre aquella panda de licántropos y Natasha.
Jia había sido la que me había puesto sobre la pista, haciéndome comprender que era muy posible que el ataque a Arlene hubiera sido planeado por alguien... alguien como Natasha. Ella había encontrado la carpeta de Arlene encima de mi mesa y, presa de una súbita curiosidad, la había leído; había mentido al respecto, diciéndole que pertenecía a una empleada y Natasha había fingido que me creía de pies puntillas.
Lo que no lograba comprender era cómo Natasha había sido tan rápida en dar con Arlene y echarle parte de su manada encima.
-No es momento de darle más vueltas al asunto, Gary –me recomendó Jia a mi lado-. Ahora, simplemente, esperemos.
Solté un suspiro.
-¿Y si no lo consigue? –pregunté-. Ella es inocente, Jia. Jamás tendría que haberse visto involucrada en nada de esto...
Jia frunció el ceño.
-Es un poco tarde para eso, ¿no crees? –replicó, molesta-. Ahora forma parte de nuestro mundo. No puedes seguir ocultándoselo.
No tenía pensado hacerlo, de todos modos. Arlene, sin habérselo propuesto, se había metido de lleno en nuestro mundo: haría preguntas demasiado personales sobre cómo era posible que un grupo de lobos la hubieran asaltado en mitad de la calle y la habían dejado en ese lamentable estado.
Su error había sido cruzarse conmigo aquella noche.
Jia se disculpó para salir unos instantes de la habitación y dejarme unos momentos a solas con Arlene; me quedé apoyado sobre la pared que estaba más cerca de la cama y la contemplé en silencio. La habitación se llenó con los molestos pitidos que emitían todas aquellas máquinas que ayudaban a Arlene a mantenerse con vida; su pecho subía y bajaba con tremenda lentitud, como si le costase trabajo hacerlo.
Ella estaba así por mi culpa, por mi poco cuidado.
Me froté los ojos, tratando de despejarme. Toda mi vida se había torcido de una manera retorcida y cruel; apenas me reconocía a mí mismo y, mucho menos, el rumbo que estaba siguiendo.
Añoraba al antiguo Gary.
Añoraba mi antigua vida.
-Gary –me llamó la voz de Jia con suavidad.
Giré la cintura para ver cómo volvía a entrar en la habitación con un gesto pétreo. «¿Más malas noticias? ¿En serio?», pensé con desánimo.
-Kasper dice que ha habido un superviviente –desveló la mujer, tratando de sonar con tacto.
-¿Tú cómo sabes eso? –exigí saber, con ferocidad.
ESTÁS LEYENDO
Alpha (Saga Wolf #3.5)
WilkołakiDiez años. La vida sigue y un servidor intenta pasar página. Estar dándolo todo para que luego elijan al otro es la putada más grande del mundo, pero la Tierra sigue girando y tú debes continuar. Y eso es lo que intento hacer... hasta que reci...