𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑢𝑛𝑜

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Los rayos del intenso sol la obligaron a abrir los ojos.

Tuvo la ligera esperanza de simplemente despertar y estar en casa otra vez, junto a izana y emma.

Pero eso no pasaría, claramente.

No sabe cuánto tiempo estuvo acostada mirando al techo cómo si fuera lo más interesante del mundo. Habían pasado ya cinco días en aquel Orfanato, pero el día de ayer tuvo la valentía de preguntar sobre su hermano, ya que según su madre, también sería enviado a uno.

Porqué simplemente no los mandó juntos a aquel lugar?, no lograba entender del todo.

Pero bueno, ya estaba aquí, no podía hacer nada.

Se levantó con pereza, decidió no desayunar, no tenía ganas de ver a los otros niños.
Eran realmente molestos, aunque la mayoría de los que la intentaban molestar eran más pequeños que ella.

No solía meterse en peleas, a no ser que sea necesario. No quería causar problemas.

Pero esos mocosos eran demasiado molestos.

Salió de la habitación ya habiéndose cambiado de ropa. Cómo no desayunaria, aprovecharía ese tiempo para explorar.
No lo había echo hasta ahora, lo máximo que había recorrido del lugar era de su habitación al comedor, y así sucesivamente. Ahora había despejado sus pensamientos y estaba un poco más tranquila, agradecía internamente a su mente por dejarla en paz un rato.

 Ahora había despejado sus pensamientos y estaba un poco más tranquila, agradecía internamente a su mente por dejarla en paz un rato

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Respiraba agitada, sentía otra vez el picor en sus ojos. Quería correr, quería correr hacía el y abrazarlo tanto como su fuerza le permita.

Estaba allí.

Él estaba allí.

Al parecer el pequeño sintió una fija mirada en su nuca, por lo que volteó, y al instante se quedó helado, para luego comenzar a sollozar.

Aquel chico que al parecer apenas lo habían traído al Orfanato, tiro su mochila y corrió hacía ella, con lágrimas de felicidad saliendo de sus ojos.

Y ella tambien había empezado a dejar salir algunas pequeñas lágrimas de alivio.

Los dos se sumergieron en un gran abrazo, nunca habían estado tanto tiempo separados, aunque parecieran pocos días, para ellos era una eternidad.

Pero eso ya no importaba, estaban juntos otra vez, eso era lo único importante.

Izana se aferraba a su hermana con fuerza, aunque ella intentó separarse un poco para mirarlo, él solamente la precionaba con más fuerza.

La albina sentía otra vez aquella sensación de calidez, una que tanto extrañaba, y que solo era posible si estaba junto a su hermano.

Su mente había conseguido la paz nuevamente, al saber que su hermano estaba bien, y había vuelto a ella.

•𝘈𝘛𝘌𝘕𝘌𝘈• - 𝚕𝚊 𝚍𝚒𝚘𝚜𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚐𝚞𝚎𝚛𝚛𝚊 𝚓𝚞𝚜𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora