༒𝗙𝗶𝗻𝗮𝗹 𝗱𝗲𝗹 𝗮𝗿𝗰𝗼༒

207 26 0
                                    

No pudo evitar embozar una sonrisa.

Realmente, esa chica estaba loca.

Pero le agradaba.

Observaba cómo la pelirroja apuñaló el ojo de un pobre chico que estaba a su lado con un tenedor.

Las manos de la de orbes dorados estaban completamente empapadas de aquel líquido carmín.

El comedor era un caos total.

Veía a la encargada alejar a los pequeños de la maniática pelirroja, quién reía a carcajadas, totalmente llena de éxtasis.

Dos hombres la habían tomado por los hombros, y rápidamente la inmovilizaron contra el suelo.

Mientras todo ese caos ocurría, la albina se retiró en silencio del comedor, y cuando estaba a punto de cruzar la puerta, pudo ver cómo la pelirroja de nombre Roxxane la miraba con una gran sonrisa.













Corrió por los pasillos, llegando hasta el patio trasero del lugar.

Una enorme nostalgia la perseguía mientras seguía corriendo hacía aquella esquina tan apartada del lugar, dónde se encontraban kakucho e izana esperándola.

Tenían todo listo para irse, ella ya había escalado varías veces aquel muro, tantas, que ya lo conocía tan bien cómo a su propio hermano.

Ayudó a subir al pequeño Hitto, con ayuda de Izana. El muro era de ladrillos, por lo que se facilitaba un poco al escalar.

El único problema eran las púas que se encontraban sobre éste.

Pero en ese lugar del gran paredón no estaban, la mayor se había encargado de cortarlos y retirar un trozo de aquel alambre tan peligroso, dejando el camino libre para que él pelinegro logre pasar al otro lado.

Una vez cayó, sano y salvo. Ayudé a izana a subir, quién repitió los pasos del bicolor, logrando pasar al otro lado.


Solo faltaba yo.

Ni bien escuché la señal de que izana ya había bajado bien, inmediatamente escale lo más rápido que pude.

Rox me había dado el tiempo suficiente para que nosotros escapemos sin problemas.

Desde el otro lado de la gran pared, podía oír los gritos de aquella pelirroja, quién seguramente debe estar haciendo el mayor escándalo de su corta vida.

Reí internamente al pensar de lo que es capaz esa chica.

El escándalo fue tanto, que no notaron nuestra fuga, y no es cómo si fuera algo del otro mundo.

Después de todo, no resaltabamos, traté lo más posible de que tuvieramos un perfil bajo y nada llamativo, para que de esa forma, no sospecharan de nosotros, ni notarán nuestra huída.

Quién diría que una chica de catorce años era capaz de organizar algo así?

No lo sé, realmente lo único que importa ahora es correr, y alejarnos lo más pronto posible de la zona cercana a ese Orfanato.

Cargaba con su mochila, dónde guardaba las pocas ropas que tenía, algunos accesorios y su reproductor de música.

Obviamente, infaltable.

En su mano llevaba un maletín, dónde guardo todos los regalos de sus hermanos.

Y de Yumeko, claro.

Esperaba con ansías el día en que la encontrará.

Le había echo prometer a la pequeña de ojos verdes que no abandonaría Japón nunca en su vida, de ninguna forma.

La buscaría debajo de cada piedra si era necesario.

•𝘈𝘛𝘌𝘕𝘌𝘈• - 𝚕𝚊 𝚍𝚒𝚘𝚜𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚐𝚞𝚎𝚛𝚛𝚊 𝚓𝚞𝚜𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora