𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑑𝑜𝑠

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La chica suspiro profundamente al entrar en el departamento, arrojó su bolso en el sofá y empezó a quitarse el abrigo.

Los encuentros con éstos pandilleros eran cada vez más frecuentes y empezaban a ser molestos.

Aún así no se arrepentiría de haberse metido en ese mundo.

Únicamente lo hacía por sus hermanos, ya que las pandillas controlaban la zona dónde vivían y todo Yokohama. Por lo tanto empezaron a correr el riesgo de ser atacados por estár en "su territorio".

Tuvo en cuenta las consecuencias de lo que sucedería si se metía en ese mundo, pero sabía que pasara lo que pasara ella iba a responder violentamente, cómo siempre.

Así que le dió un poco igual.

Se colocó ropa deportiva, un simple short y un top, todo cubierto por un abrigo bastante liviano.

Cuándo se estaba cambiando, una tarjeta cayó al suelo.

Ah, Keizo.

La tomó para observarla, no parecía mala idea ir a entrenar allí.

Dejó la tarjeta en un cajón y tomó el bolso que se encontraba debajo del sofá.

Se colocó la capucha y con el bolso en el hombro de fué nuevamente del departamento.

Cerró con llave y empezó a caminar, siempre le había gustado caminar en la noche, aunque eso se le fue denegado durante su tiempo en el Orfanato. Pero cuando vivía con su madre, podía salir cuándo ella quisiera, ya que a la mujer no le importaba en lo más mínimo.

Era un poco triste si lo pensaba, pero que más daba ya, no estaba con ella, ya pasó.

Su mente empezó a divagar por recuerdos pasados, recordatorios, y su vida actualmente.

Tenía tantas cosas por hacer que sentía que la cabeza le explotaría.

Ciertamente se estaba encargando de tantas cosas al mismo tiempo que había momentos en los que no sabía que hacer.

Pero conservar la calma y respirar profundamente era suficiente para hacerla entrar en razón y volver a sus tareas. No negaba que fuera agotador, pero sabía que esto no era nada comparado a lo que vendría después.

Ver a sus hermanos era una de las cosas que más le daba energía para continuar el día. Sus sonrisas parecían estár recargadas completamente de energía, y le encantaba la sensación de un lindo abrazo luego de todo el día lleno de tareas y trabajos.

Sonrió cuándo la imágen de sus hermanos apareció en su mente.

Pero esa sonrisa desapareció cuándo elevó la vista.

Había llegado al callejón.

Entró a pasos seguros, no tenía pensado parecer una presa caminando a pasos temerosos.

En el poco tiempo que llevaba en este mundo había aprendido bastante.

Cómo por ejemplo, aunque tengas miedo y quieras correr lo más rápido que puedas.

No lo hagas.

No mostrar miedo.

Porque eso solo empeora las cosas.

El callejón estaba bastante sombrío, solo unos pocos hombres quiénes silbaron al verla pasar.

Que asco

Se había acostumbrado a esas actitudes, pero no podía evitar sentir una enorme impotencia.

Pero no dejaría que eso la hiciera flaquear.

•𝘈𝘛𝘌𝘕𝘌𝘈• - 𝚕𝚊 𝚍𝚒𝚘𝚜𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚐𝚞𝚎𝚛𝚛𝚊 𝚓𝚞𝚜𝚝𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora