19. Plenilunio

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—¿Raela? —Pero no era Raela. La dracónica pudo darse cuenta de ello un instante luego de pronunciar su nombre.

Esta anciana era mucho más alta. Más lánguida. La Luna le daba un tono azulino a su lúgubre semblante. Su mirada era vacía, como si estuviese observando a través de la muchacha con aquellos ojos completamente negros y profundos.

Crystala se quedó de piedra. No atinó a decir más nada. Se preguntaba quién o qué era aquella figura.

—¡Esta es mi casa! —gritó la aparición, lo que provocó que Alura despertase sorprendida.

—¿Qué mierda? —preguntó extrañada la muchacha.

—Dice que esta es su...

—¡Esta es mi casa! —La interrumpió la anciana, repitiendo a toda voz la misma afirmación.

—Eso —dijo Cristala.

—Es una banshee... Invadimos la guarida de una banshee —dijo asustada Alura.

—No creo en esas cosas.

—Yo no creo en dragones.

La anciana empezó a acercarse lentamente a las muchachas. No caminaba, flotaba con los pies colgando al ras del suelo. Tras ella, el viento soplaba con mucha más fuerza que antes. El sauce seco crujía desgarradoramente y toda la choza empezó a sacudirse.

—Mierda... ¿Qué hacemos ahora? —preguntó la dracónica.

—¿Y qué mierda voy a saber yo?

La figura espectral se detuvo frente a Alura y posó su mirada muerta sobre ella. La muchacha estaba aterrada. La banshee bajó la cabeza y se fijó en la pierna vendada de la joven y extendió una esquelética mano.

En ese momento, Crystala hizo un ademán de detenerla, pero se contuvo.

La anciana quitó las vendas y dejó expuesta la herida emplastada. Levantó entonces nuevamente la cara y flotó hacia la vetusta mesa cubierta de polvo. Empezó a mover los brazos sobre esta, como si estuviese usando herramientas y utensilios invisibles. Movía un mortero imaginario y mezclaba pociones de frascos inexistentes. Las dos muchachas observaban sobre sus hombros incrédulas, aquella escena surreal.

Cuando aparentemente terminó con aquella pantomima se acercó de nuevo a la herida expuesta y posó sus manos sobre ella. Alura sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo y se quedó dormida al instante.

El espectro entonces se giró hacia Crystala, enfrentó su oscura mirada con la de la dracónica, colocó su mano sobre la frente de la muchacha, frunció el seño y descargó un golpe de energía justo antes de desvancerse en una bola de humo negro. Por un instante, los ojos de Crystala se transformaron en reptilianos y su piel se volvió escamas verdes que se erizaron al unísono antes de volver a ser piel humana. La chica cayó entonces desplomada junto a su ex-compañera de celda.

***

El pacto de Marca Verdenia estaba sellado. Los miembros del Loto Negro ya no serían forajidos en la ciudad de Leonte Albicornio. El ejército había aumentado considerablemente, pero todavía no era suficiente (ni por asomo) para enfrentar a la corona, y el regente estaba seguro que esto sería inevitable luego de plantear la independencia de su pueblo.

Los regentes de Mirandul, Costa de los Espejos y Costa del Martillo eran leales a Gerolt, Leonte sabía que no negociarían una alianza, y enviar emisarios para tratar de convencerlos sólo aceleraría un juicio por traición.

El claro de luna iluminaba el recóndito campamento. Leonte no podía dormir, así que cavilaba fuera de su tienda sobre su compleja situación.

—Tampoco puedes pegar un ojo. ¿No? —Ladyola se acercó al joven regente y se sentó a su lado.

Crónicas de IrindellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora