9. Adiós

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La primera vez que Crystala vio a Ladyola fue en el transcurso de su tercera escapada de Irindell. Durante sus dos primeros viajes, sólo había sobrevolado la costa, temerosa de ser divisada por algún humano. No se había atrevido a descender a tierra y mucho menos llegar hasta algún pueblo.

La noche del encuentro, Ladyola había aceptado la invitación de la hija de los Cirocco, que tenía su misma edad, para juntarse con unos amigos, todos más o menos coetáneos, a beber cerveza de arce, escuchar a los dos o tres músicos del pueblo tocar la cítara y observar las estrellas cerca de la costa de Mirandul. Una velada de jóvenes.

A Ladyola nunca le habían llamado la atención los muchachos. Desde pequeña sabía que le gustaban otras niñas. Marka, la hija más joven de los Cirocco, dueños de un puesto en el mercado, no muy distante del de la familia de Ladyola, no era una muchacha fea. No obstante, no despertaba en la chica mucho interés. Había aceptado por fin la invitación a ir con ella a la costa, más que nada por la insistencia. Así pues, cuando Marka la separó del resto de la fiesta con la excusa de contarle algo importante y se le declaró tratando de besarla en la oscuridad de la noche, la muchacha la rechazó con decisión.

La pobre despechada abandonó la velada con el corazón roto y Ladyola quedó sentada entre unos arbustos frente a la costa meditando lo sucedido. Fue en ese momento cuando la vio.

Crystala, había pasado las últimas horas de la tarde, como en sus dos escapadas anteriores, dando vueltas cerca de la costa. Al anochecer divisó la luz de la fogata de los jóvenes y se dio cuenta de que algo estaba ocurriendo. Por fin se atrevió a descender a la tierra y tomar su forma humana.

Así la vio Ladyola; desnuda, tratando de escabullirse entre los matojos de la costa para observar a los jóvenes divertirse.

—¡Shhh! —La humana le hizo un ruido con la boca para llamar su atención.

La dracónica volteó la cabeza rápidamente hacia Ladyola. No se había percatado de su presencia hasta ese momento. Estaba pasmada. Sus miradas se encontraron y en ese instante las dos quedaron cautivadas.

La escasa luz de la noche dibujaba el contorno del cuerpo de Crystala. Y esos ojos verdes... Esa sí le llamó la atención a la chica.

Por el lado de la dracónica, el sobresalto se transformó en fascinación en el instante en que vio el rostro de la rubia. Nunca había sentido eso por nadie en Irindell. Su respuesta refleja fue tratar de tapar su desnudez con las manos. Lo que arrancó una carcajada de Ladyola.

Así empezó esta intensa relación que sólo se vería fracturada por la flecha de acero de hadas de Horton Fuegosanto.

***

Crystala abrió los ojos y vio a Ladyola abrazándola y llorando desconsoladamente. Miró hacia el frente y en un primer plano pudo notar la flecha incrustada en su pecho. Más allá un grupo de hombres discutían. En el centro de ellos estaba el que le había disparado.

«Estoy viva...» —pensó la dracónica.

—¡Estás viva! —dijo sorprendida La humana.

Aún tumbada en el suelo tomó la flecha con la mano derecha para darse cuenta que la punta verdosa se había quedado atorada en uno de los agujeros del oncemil de jade. Desde que el viejo odräsyl se lo había entregado, lo llevaba siempre puesto. Eso le había salvado la vida.

Otra cosa que siempre cargaba era el frasco con luz astral. Movió su mano izquierda hacia su cadera y se arrancó el recipiente. Se lo llevó a la boca y le desencajó el corcho de una mordida, para tomárselo todo de una sentada.

Cuando los hombres se percataron de lo que ocurría ya era demasiado tarde. Crystala a medio convertir se sacó la cota de malla, apartó a Ladyola con un revés y se irguió de un salto. Su piel ya no lo era, había pasado a ser una cubierta de escamas verdes. Sus pupilas eran verticales y sus manos, garras alargadas. Las alas le salieron de súbito y toda ella creció de repente hasta multiplicar varias veces su tamaño de humana. Ya en este punto no estaba en el suelo. Su enorme envergadura hacía que el aire a su alrededor se precipitara con fuerza a cada batir.

Crónicas de IrindellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora