23. La Ciudad Amurallada

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Los sobrios muros que separaban Puerto Payán del resto de Arga ocultaban una ciudad que poco o nada tenía que ver con la falta de ornamentos de su muralla. Aquella urbe era un bastión del arte. Sus construcciones distaban mucho de las de Marca Verdenia e incluso de las de la gran Bastián. Las casas eran pintadas con una mezcla de cal y agua, lo que le daba un color blanco brillante y una homogeneidad atractiva a toda la ciudad.

Sus plazas estaban adornadas con fuentes y esculturas mucho más detalladas que las del resto del continente.

—En los libros no se menciona ni una pequeña parte de todo este esplendor. —Leonte observaba absorto la belleza de Payán. Tal y como había predicho Lore, los habían dejado entrar luego de confirmar la identidad del regente. Aquel anillo familiar ciertamente era capaz de abrir las más intrincadas cerraduras.

La mansión del Primer Provecto estaba ubicada en la costa, cruzando toda la ciudad; donde las casas blancas se aferraban a los acantilados atravesados por callejuelas serpenteantes y culminando en playas de arena negra y roja.

La costa de Payán era rocosa, con cuevas y formaciones esculpidas por la erosión del mar, que rivalizaban en belleza con las estatuas de la ciudad. Muchas de estas cavernas eran utilizadas como bodegas para el vino payaneño, al que el terreno volcánico y el clima de la costa, le asignaban un carácter fresco y mineral, único en todo Arga.

Los visitantes dejaron el caballo en el establo y continuaron a pie escoltados por guardias del Gabinete.

La mansión era majestuosa. Toda blanca, como las demás residencias de la villa, pero coronada por una cúpula azul.

Era la vivienda oficial del Provecto, por lo que cambiaba de moradores cada diez años. El mandatario actual, Damian Adamantios, acababa de ganar las elecciones de Payán y se había mudado a la mansión de la costa con su familia.

Por fuera, las buganvillas rosadas adornaban la fachada del edificio y formaban un arco que llevaba hacia un jardín interior con enormes hibiscos, coloridos geranios y jazmines que llenaban el ambiente de un aroma embriagador.

—Pasen, el provecto los atenderá en un momento. Mi nombre es Elián y soy el secretario protocolar del Gabinete. —Los habían llevado a una terraza con mullidos cojines sobre esteras acolchadas en el suelo, alrededor de una piscina. La vista hacia el mar interior desde aquel lugar era impresionante.

—Pueden entrar si gustan —dijo Elián al ver que Leonte observaba la pileta.

—No... estamos bien, gracias —contestó el regente. —Esperaremos aquí.

—¿Estás seguro? Mira que ha sido un camino largo y agotador —respondió Lore con tono de burla.

—Sí, estoy seguro.

El secretario se retiró y dejó a los viajeros con dos guardias en la entrada de la terraza.

—La verdad que nunca me imaginé que esto era así.

—¡Ja! En verdad has dejado claro tu asombro. Durante mis viajes desembarqué en este puerto muchas veces. La actividad comercial entre Payán y Riscalion es constante. Así que ya estoy familiarizado con sus casitas blancas, sus jardines, sus túnicas sueltas, sus gustos exquisitos, su delicioso vino y la desinhibición de su gente... sobre todo de eso último.

En ese momento entró a la galería una joven de piel trigueña que había bajado por las escaleras que daban al piso superior. Estaba vestida con un quitón blanco y unas sandalias doradas.

—Perdón. No sabía que teníamos visita. No termino de acostumbrarme a esta vida ni a esta casa —dijo evidentemente sorprendida al ver a los dos individuos esperando en la terraza.

Crónicas de IrindellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora