11. El Loto Negro

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Ladyola y Filco se encontraban aproximadamente a mitad de camino entre los montes de las Dagas y la entrada a Marca Verdenia cuando fueron interceptados por cuatro jinetes que les bloqueaban el paso.

Al aminorar la velocidad se dieron cuenta que eran tres hombres y una mujer los que les impedían continuar.

—¿Hacia dónde se dirigen con tanta prisa? —preguntó uno de los hombres.

—Tenemos un asunto importante que tratar con el regente de Marca Verdenia, imagino que no querrán cargar con la culpa de nuestra demora —contestó Ladyola.

Los cuatro vestían trajes de cuero negro con capucha y llevaban las caras tatuadas con diferentes runas. No parecían ladronzuelos de camino.

—Jajajajajaja —El desconocido soltó una carcajada que fue repetida por sus tres acompañantes. —¿Escucharon eso? Seríamos culpables de hacer esperar al señorito regente.

La cara de Ladyola empezó a denotar el miedo que aumentaba en su interior.

Filco, al darse cuenta del temor de la muchacha, avanzó unos pasos y se dirigió al extraño:

—Por favor. Déjennos pasar. No llevamos nada de valor y es imperante que nos comuniquemos con Leonte. La vida de nuestra compañera depende de ello.

—¿Y si es tan importante por qué hablarlo con el muchacho? ¿Por qué no se lo comunican al viejo mirlo? Todo el mundo sabe que el eunuco es quién en realidad gobierna en Marca Verdenia.

—Esa no fue la impresión que nos llevamos cuando nos dio libre paso para salir del pueblo —dijo Ladyola.

—¡Oh! Entonces tú fuiste una de las doncellas que el regentito ayudó a huir. El chisme se ha regado como la pólvora... ¿Será cierto entonces que Leonte no está completamente de acuerdo con la corona?

»¿Es verdad que tu compañera es una criatura arcana? Es lo que todo el mundo comenta. —La actitud del jinete pasó de la burla a la genuina curiosidad.

—Es su vida la que corre peligro. Por eso nos urge llegar a Marca Verdenia —respondió Ladyola.

—¿Peligro? ¿Una dracónica? ¿Cómo es eso posible?

—No tenemos tiempo de explicaciones. Por favor déjennos continuar nuestro camino.

—Algo de tiempo sacaremos. Asumiré que a tu novia la atraparon los guardias del rey. Me parece que todos los involucrados en esta situación tenemos intereses comunes y nos conviene combinar fuerzas.

—Déjennos pasar, por favor.

—Tengo una mejor idea. Acompáñenos a nuestro campamento. Allí nos pondremos al día.

Ladyola y Filco no tuvieron más remedio que dejarse guiar por los cuatro jinetes hacia su guarida.

***

El calabozo donde mantenían cautiva a Crystala era húmedo y oscuro. Los soldados se turnaban para que siempre hubiese dos haciendo guardia junto a la pequeña cámara que compartía con otra prisionera.

—Debes ser muy importante... o muy peligrosa. —Fue lo primero que le dijo su compañera de celda al notar el esmero que se ponía en su vigilancia. —Me llamo Alura. ¿Cómo te llamas?

Crystala guardó silencio. Se mantuvo sentada en el suelo en la esquina de la habitación, sujetando la cabeza y los brazos sobre las rodillas.

—¿Eres tonta, o muda? —insistió la presa.

Alura era bastante corpulenta. mucho más que la mayoría de los soldados reales que de por sí solían ser bastante robustos; no obstante se veía que era muy joven, tenía el rostro infantil. Llevaba unos harapos color ocre bastante curtidos, muy similares a los que llevaba puestos la dracónica en su nueva morada.

Crónicas de IrindellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora