Muchos años antes de los sucesos de Marca Verdenia, Crystala era una niña dracónica con una vida normal en las estancias de su padre en Irindell.
Hacía largo tiempo que los dragones no estaban en guerra con nadie, sin embargo las artes bélicas y la defensa eran asignaturas extracurriculares propias de todo niño en la isla. Al alcanzar la adolescencia cualquier ciudadano dominaba las destrezas arcanas básicas y podía defenderse mejor que bien de las amenazas físicas.
Una tarde mientras Treskor, su instructor, le insistía en que debía concentrarse si quería lograr mejorar su puntería, la niña hastiada de repetir el mismo disparo explotó en cólera y le recríminó al maestro:
—¿Por qué debo ser hábil utilizando esta estúpida ballesta? ¿Por qué si tengo el poder de crear de la nada tres dardos mágicos y dirigirlos como se me antoje? Puedo incluso enfocarme y lanzar un rayo concentrado de fuego que acabe con mi adversario... Total, ni tenemos con quién usar nada de toda esta porquería que aprendemos.
Treskor era un dracónico enorme. En su forma humana era robusto. Llevaba siempre una poblada barba trenzada negra con dos líneas blancas que le bajaban de la comisura de los labios. El pelo abundante lo llevaba también siempre en trenzas amarradas. En su forma de dragón era muy grande incluso para su especie. Sus escamas eran negras con destellos azules y conservaba tanto su melena como su barba.
—¿Quiéres saber para qué es necesario dominar la puntería con esa arma? Para ayudarme a decidir que estás lista para pasar a otra materia que seguro te parecerá igual de absurda. ¿Y sabes para que te servirá esa otra? Para poder pasar a la siguiente —contestó firme con su voz gutural el tutor.
—Todo un completo sinsentido.
—¿Por qué crees que estamos en paz, Crystala? Por la insensatez de nuestros adversarios.
»En Irindell tenemos estatuas de nuestros héroes dracónicos. Tenemos rutas con sus nombres. ¿Sabes de quién es que tenemos que tener bustos? De las estúpidas hadas que provocaron su propia aniquilación.
»No ganamos por mérito propio. No fue por nuestra destreza y nuestra fuerza que los sacamos de la faz de la tierra. No estábamos listos para ganar y no podemos sentirnos garantes de la paz si no podemos ni defendernos mediocremente sin recurrir al uso de las artes arcanas.
»¿Sabes lo que se dice de fuera de los límites de Irindell? Que ya no quedan vetas. Que la guerra destruyó todas las fuentes de Arga. No podemos confiar toda nuestra defensa únicamente al uso de la magia.
—¿Pero cuál es el peligro, si ni se nos deja salir de la isla?
—Y tú siempre te atienes a las reglas... ¿No? Además, la amenaza puede venir de fuera.
—Para eso está la bruma.
—Que también depende de la magia.
»Vamos niña... concéntrate y dame el mejor disparo que haya visto. Que pueda decirle a tu padre que tiene por hija a la mejor saetera de Irindell.
Al escuchar estas últimas palabras Crystala apretó el arma. Miró fijamente la diana, contuvo la respiración y disparó clavando la flecha en el punto central.
—¡Ja! ¡Excelente! —gritó Treskor. —Tu padre estará orgulloso.
—¿Lo estará? —pensó la niña.
***
Cuando una nueva oleada de soldados llegó al lugar del enfrentamiento, la facción Carmesí tenía el control de la situación. Los soldados ahora superaban en número a los manifestantes, sin embargo era poco lo que podían hacer ante el peligro que corría el gobernador.
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Crónicas de Irindell
FantasyUna dracónica. Una humana. Una épica aventura en una tierra de Fantasía. https://www.pinterest.com/cronicas_de_irindell/ https://www.instagram.com/cronicas_de_irindell/ Diseño e Ilustración de portada: Ash Quintana.