Dos semanas después de la primera reunión, recibo la invitación para la segunda.
En esta ocasión la temática será de ir vestidos de los años veinte.
Es indiscutible que a Sergio se le da eso de ponerse creativo.
Me sorprende que la dirección sea otra. Quizá a Mabel y su esposo no les gustó la propiedad que rentaron.
Héctor me acompaña a comprar unos zapatos de una nueva colección que esperé ansiosa. Quería ser de las primeras en tenerlos.
Son rojos y de tacón alto. El espejo del lugar me confirma que se me ven preciosos.
Salgo de la tienda triunfante.
Héctor aguarda afuera de la tienda. Dejó el coche en el estacionamiento porque me falta comprar complementos para parecer de otra época. Confieso que ese estilo de los veintes sí me gusta. El look garçonne y los vestidos rectos estaban en su apogeo. Las mujeres lucían coquetas y sensuales al mismo tiempo.
Mi atento chofer me sigue leal.
Primero la conversación gira en torno a lo grande que es el centro comercial, pero cuando compruebo que me desvía la mirada decido terminar con ese recelo.
Después de todo, tenemos una charla pendiente.
—Héctor —lo nombro para que me preste atención—. Vamos a comer. Te invito.
Él abre los ojos de par en par. Lo he tomado desprevenido.
Entramos al restaurante de cortes argentinos ubicado a unos cuantos locales de distancia de la joyería a la que iré después.
Es amplio, a media luz, y las mesas están cubiertas de manteles azules. Como decoración tienen varias ruecas acomodadas. Se percibe un ambiente de intimidad agradable si vas con tu pareja. En mi caso, es... extraño.
Debí escoger el McDonald, pero es que de tanto ir cuando mi padre los supervisaba, terminé asqueada.
Me apresuro a pedir un ribeye.
Héctor pide lo mismo por mi recomendación.
No pretendo andarme con rodeos ni demorarme o pensará que mis intenciones son otras.
—Espero que te guste —inicio—. La comida aquí es excelente.
—Tiene que serlo con esos precios.
Respiro antes. Tengo que sonar segura.
—Escucha, no hemos tenido la oportunidad de platicar sobre lo que pasó la otra ocasión.
Héctor levanta la mano.
—Señora Rivera, no es necesario platicar de...
Lo interrumpo de golpe.
—Benjamín me engañó —digo sin pensarlo—. Lo encontré con la recepcionista. Estaba enojada. Por eso fui a esa fiesta. —Ya no hay marcha atrás, es mejor ser por completo sincera. Le doy un trago al vaso de agua. La parte que sigue no me agrada—: Te invité para ser mi compañero y que yo pudiera estar con otro hombre. Desquitarme con quien fuera, menos contigo. Tu papá me llevaba a la escuela. Te conozco desde chiquito. Somos como familia. Nunca debió pasar.
Héctor luce desconcertado.
—¿La ficha que me dio?
—Era de otro cuarto, pero te confundiste. Estamos algo mareados.
—¿De qué cuarto?
¡Ay, no! No imaginé que le interesa saber ese dato. Ceci no estaría de acuerdo en que le diga que ella estaba interesada en intimar con él.
![](https://img.wattpad.com/cover/357808873-288-k42750.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Detrás de las Puertas ©
RomanceMaya y Benjamín parecían tener el matrimonio ideal. Sin embargo, la ilusión se desmorona cuando Maya descubre por accidente la traición de su esposo. Decidida a dar un giro radical a su vida y con la ayuda del esposo de una de sus amigas, Maya se su...