Capítulo 16 - Aliada

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Me encuentro sobre la cama. Observo la luz blanca en el techo que Sergio acaba de prender.

Mi cabello cae suelto y mojado sobre los hombros. Seguro tengo el maquillaje corrido.

Enseguida la desnudez se vuelve una vergüenza.

No quiero que note mis imperfecciones. Trato de taparme con la sábana blanca, pero está atorada entre el colchón y la base. La toalla quedó en el suelo y mejor opto por abandonar la idea.

De inmediato volteo a ver qué hace Sergio.

Por alguna razón, la presencia de ese hombre llena la habitación con una energía irreconocible. Su mirada penetrante se enfoca en mí mientras se quita el suéter café.

Me recorre un escalofrío.

—¿Los traigo? —pregunta al mismo tiempo que se libera de un zapato.

Supuse que era broma, pero, tratándose de él, seguro no lo es. Debe contar con un armario lleno de juguetes sexuales de todo tipo.

—¿Tienes?

—Tengo muchas cosas. —Camina descalzo hacia la cama y se detiene a mi lado.

Lo contemplo.

—¿Tenés mushas cosas? —imito el acento argentino. Lo veo entrecerrar los ojos. Luego niego con la cabeza—: No, no, hoy no —confirmo.

Más vale no darle la oportunidad o es capaz de insistir hasta tentarme a probar.

"Hoy no", como si estuviera convencida de que se va volver a repetir. ¡Lo dudo! Solo lo busqué para hacer rabiar a Benjamín, ya que lo conseguí, no tenemos que hacerlo otra vez.

Sergio se sienta detrás de mí con las piernas cruzadas.

—Por poco y te me escapas. —Comienza a masajearme la espalda.

Resoplo.

—Y tú por poco y te vas con Violeta.

—Ni siquiera lo contemplé —responde despreocupado.

—¿Por qué no? Es muy bonita... y joven. —Algo con lo que jamás podré competir.

De pronto, siento su aliento cerca del oído.

—Es bonita, pero no tanto como vos —lo dice bajito.

Mi respiración se acelera por sus palabras y la proximidad.

—¡Por favor! —me mofo—. Deja de jugarle al seductor, y a lo que vamos. —Trueno los dedos.

—No seas tontita, nena —dice, pero suena relajado.

Sergio deja el masaje y me sostiene de la cintura. Hace que me recargue sobre él. Así, lame mis hombros y explora mi cuello. Eso envía ondas de calor imposibles de ignorar.

¡Sí!, me enciende más y más con cada roce sobre la piel al descubierto.

Se detiene en el lado izquierdo de barbilla.

—Qué lindo lunar. —Lo acaricia y luego lo besa.

Tengo un pequeño lunar negro ahí que procuro cubrir con maquillaje. El agua lo ha dejado al descubierto.

Estamos a solo unos centímetros de distancia, huelo su perfume y hasta el olor del shampoo que usó. Es agradable, no lo niego.

Él aprovecha la oportunidad y atrae mi rostro hacia el suyo.

Ya lo esperaba.

Nuestros labios se encuentran.

El beso que nos damos es apasionado y consume todo a mi alrededor.

Detrás de las Puertas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora