La sala en penumbra solo está iluminada por la luz de la televisión a la que no le presto atención. Mantengo las cortinas corridas.
El aroma a té de frambuesa choca contra mi cara.
Mi vista se pierde en el ventanal. Quisiera no sentir. Se invisible e insensible, ya no ser...
Tengo la computadora prendida y un par de libros sobre la mesita, pero no los reviso.
Escucho el timbre.
Doña Yolanda sigue despierta y es quien va a abrir.
La puerta principal se abre y Alisha entra con una sonrisa radiante. No me avisó que vendría.
Ojalá pudiera estar igual de animada que ella.
Cada vez que creo que ya me estoy recuperando, vuelvo a caer todavía peor.
Su esposo la acompaña y está igual de sonriente. Parece que se burlan de mi malestar.
Los dos quedan de pie frente a mí.
Cuando analizo la cara de Aaron es que me percato de que están raros.
—¿Y ahora qué te traes? —le pregunto apática a mi hermana. Pasan de las diez de la noche y ya acosté a Valentina.
—Te traemos una sorpresa —responde sin perder el buen ánimo.
El brillo en la mirada de Alisha parece chocar con la frialdad que me rodea.
Miro fastidiada mi pijama. La idea de tener que cambiarme para recibir a los visitantes me desanima aún más. Y si su sorpresa conlleva hacerlo, optaré por declinarla.
—Voy —se apresura a decir Aaron. Y sale de la sala.
Mi cuñado vuelve solo un minuto más tarde.
El sonido de la puerta corrediza del patio se abre con un chirrido suave, y un momento después, Victoria entra.
Me levanto de inmediato con el corazón palpitante.
Abro la boca, fascinada por verla.
—¡Hija! —pierdo el aliento—. ¡Estás aquí!
—Saluda a tu mamá —le indica Alisha.
Victoria, con las manos metidas en los bolsillos, avanza hacia mí. Sus ojos que se mantienen dirigidos al suelo reflejan nerviosismo.
—Hola, mamá.
Le doy un beso a mi niña. Sigo sin creer que vino.
—Dile lo que me dijiste a mí —la anima mi hermana.
Victoria se sienta en el sofá.
Le doy su espacio, hasta que pueda hablar.
—La verdad es que... —se pausa. Al parecer mi hija lucha por encontrar las palabras correctas—. Es que quiero volver a vivir contigo.
—¡Sí! —le respondo apresurada—. ¡Claro que sí! Esta es tu casa.
De reojo noto que Aaron sube las escaleras.
—No es que no me guste estar con papá, pero... —Hay lágrimas a punto de brotar en sus dulces ojos— ...me he dado cuenta de que te extraño mucho, y a Vale también. —Suspira—. No me siento tan feliz como pensaba.
La vulnerabilidad de Vicky me conmueve profundamente.
—¿Qué ha pasado? ¿Hay algo que te haya hecho sentir así?
Mi hija lo niega.
Eso me tranquiliza... por el momento.
—Extraño tus abrazos —dice con voz temblorosa.
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Detrás de las Puertas ©
Roman d'amourMaya y Benjamín parecían tener el matrimonio ideal. Sin embargo, la ilusión se desmorona cuando Maya descubre por accidente la traición de su esposo. Decidida a dar un giro radical a su vida y con la ayuda del esposo de una de sus amigas, Maya se su...