Capítulo 16

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LA VERDAD DUELE

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LA VERDAD DUELE

HAYLEY

Miré la comida que se encontraba frente a mí, consistía básicamente en pan tostado con mermelada, fruta y zumo de manzana. Era delicioso, lástima que no había probado bocado, y todo porque mi mente seguía recreando lo ocurrido.
   
Olvida eso.
   
Sacudí mi cabeza y miré al frente, mi madre me observaba preocupada. Hoy no iría a trabajar, ya que tenía día libre los fines de semana. O eso era lo que decía, porque cada vez que bajaba al estudio, ella se encontraba diseñando nuevos atuendos.
   
Era una mujer trabajadora y muy dedicada a mi bienestar.
   
A veces me preguntaba qué habría pasado si mi padre estuviera aquí. ¿Mi vida sería diferente? ¿Sería feliz? ¿Viviría en este lugar?
   
Bueno, la última pregunta sí tenía respuesta y era un «NO». Es curioso, mi padre siempre le decía a mi madre que debíamos mudarnos en este lugar, porque hace 50 años mis abuelos paternos residían en la zona, pero por razones médicas viajaron a Canadá donde compraron una casa hermosa.
   
En ese momento no quería mudarme, era feliz y no deseaba abandonar nada. Ahora creo que fue la mejor decisión.
   
—Cariño, necesitas alimentarte correctamente.
   
Lo sé, madre, lo sé.
   
Me dio una mirada observadora. Sabía que mi estado le afectaba, miles de veces me había dicho que prefería estar en mi lugar y que yo no estuviera pasando por esto. Y lo entendía, en ocasiones amamos demasiado a una persona, que nos duele que sufra, y si es necesario, daríamos nuestra vida.
   
—De acuerdo —murmuré.
   
Le di un mordisco al pan tostado y comencé a masticar lentamente, degustando su sabor.
   
—Hoy estás rara, ¿pasa algo? —La preocupación en su voz era obvia.
   
¡Oh, no!
   
Sonreí nerviosa, buscando las palabras adecuadas.
   
—Eh… no…, bueno sí. Yo…, ¿me dejarías ir al baile? —inquirí, acomodándome en mi asiento. 
   
Mi madre levantó sus cejas y el silencio reinó en el comedor.
   
Vamos, seguro que la fiesta no sería peligrosa para darme un «no» como respuesta. ¿O sí?
   
Ella tenía la idea de que las fiestas de adolescentes terminaban con accidentes y conflictos.
   
Recuerdo que en el instituto anterior hubo un pequeño problema en una de esas fiestas, un chico terminó golpeando a otro, y todo por una bebida alcohólica.
   
—De acuerdo, pero no irás sola —informó mi madre.
   
Me encogí de hombros, sonriendo.
   
Excelente.
   
—No, Maddie irá conmigo —respondí.
   
De hecho me había propuesto tener un día de amigas, donde conviviríamos y veríamos películas, tenía semanas que no hacía eso, desde que me había mudado.
   
—Bien, pero recuerda llegar antes de media noche —accedió, con un poco de inconformidad.
   
—Sí, mamá. Te amo demasiado —comenté, mientras le daba un sorbo al zumo.
   
—Te amo, cariño. Ahora desayuna —sugirió con una sonrisa en sus labios.
   
Asentí.
   
Después de terminar y fregar los platos, me dirigí a la sala y encendí el televisor, sin embargo mi tranquilidad fue arruinada por el sonido del timbre. Sin ánimos me dirigí a la entrada y abrí la puerta.
   
La chica castaña me miró y sonrió.
   
—Hola, Hayley. Estoy lista para tener un día divertido contigo —aseguró mientras entraba.
   
Llevaba un jersey blanco y una falda negra. Lucia maravillosa.
   
—Sí, vamos a mi habitación —señalé el pasillo.
   
Ambas caminamos hasta llegar a las escaleras, pero fuimos interrumpidas por mi madre.
   
—Hola, señora Nicolle, ¿cómo está?
   
Mi amiga le dedico una pequeña sonrisa educada.
   
—Muy bien. Mi hija me comentó que irán juntas al baile, y eso me ha hecho sentir menos angustiada —contestó mi madre amablemente.
    
—Así es, le aseguro que cuidaré de su hija, no se preocupe.
    
Se apartó un mechón de pelo de la cara y vi que sonreía genuinamente.
   
Mi madre asintió y nos dio una última mirada antes de perderse por la sala.
   
—Esto será emocionante —concluyó la castaña, subiendo las escaleras.
   
Al llegar a mi habitación, la chica se sentó en el borde de la cama y observó con detenimiento el lugar.
   
—Oh…, es bonito y muy acogedor.
   
Sonrió, divertida.
   
—Sí, eso creo.
   
Me senté en el sillón que estaba al lado del espejo y coloqué mis manos en mi regazo. 
   
—Mira esto —dijo, mientras extraía de su bolso un vestido azul—. Lo usaré esta noche en el baile —chilló emocionada.
   
—Oh, es hermoso —confesé, encogiéndome de hombros.
   
—Sin duda, lo es. Ahora…, tienes un plan en mente.
   
Negué con la cabeza.
   
—No.
   
—Oh, vamos. No seas aburrida.
   
Me lanzó una almohada.
   
—Bueno, pensé en ver alguna película —propuse, poniéndome de pie.
   
—¡Vale!, elijo una de terror —exclamó Maddie.
   
No solía ver ese tipo de películas. Me dejaban pensando en seres paranormales.
   
—No…, mejor una romántica —añadí rápidamente.
   
Ella sonrió malévolamente.
   
—No creo que sea buena idea, recuerda que todos los días observó a dos enamorados que no admiten sus sentimientos.
   
Casi me eché a reír, avergonzada.
   
—¿Qué? ¡No!
   
Mordí mi labio. Eso era una completa mentira.
   
—Hayley, te quiero tanto que he planeado algo especial, pero no puedo darte información. —Sonrió divertida.
   
La observé un momento, dudando entre si preguntar o no.
   
—¿A qué te refieres?
   
¡Oh por Dios!
   
¿Qué planeaba esta chica?, tenía qué averiguarlo.
   
—Es una sorpresa —me dijo dirigiendo su atención hacia mí con una amplia sonrisa.
   
Me crucé de brazos y le di una mirada de desaprobación.
   
—Maddie…, ¿qué harás?
   
Ella se levantó de la cama dando pasos hacia la ventana que daba a la casa de los vecinos, o mejor dicho, de Fred. Se quedó un momento ahí, hasta que giró sus pies en su propio eje y me dio una sonrisa maliciosa.
   
—Oh, así que desde aquí observas a Fred.
   
Me miró fijamente, detallando cada uno de mis gestos.
   
—Claro que no —añadí de inmediato.
   
Bueno, si lo hacía, pero no siempre. Confieso que mi curiosidad era más fuerte que yo.
   
—Vale, propongo jugar un juego.
   
Se dirigió a la cama y se sentó en el mismo lugar que antes.
   
—¿Sobre qué?
   
—Juego de preguntas —sugirió, mirándome muy sonriente.
   
—Acepto.
   
Maddie se rio y colocó su índice en la barbilla. 
   
—Empiezo yo. ¿Cuántos años tenías cuando diste el primer beso?
   
Ella sonrió inocentemente.
    
—Bueno…, nunca…, eh… jamás he besado a un chico —confesé.
   
Siempre había tenido la idea de que en algún momento llegaría un chico diferente al resto, alguien del que estaría enamorada verdaderamente, cómo en las películas o en los libros.
   
Suena demasiado fantástico.
   
—¡Oh por dios!, es en serio.
  
La chica me miró sorprendida.
   
—Claro, ahora es mi turno, ¿tienes alguna fobia?
   
—Eh, viajar en aviones.
   
Ella suspiró.
   
—Oh —balbuceé. 
   
—¿Has ido a un campamento de verano?
   
—Ah, sí. De hecho, en el campamento conocí a dos de mis mejores amigas —respondí animada.
   
—Qué bien.
   
Sonrió ampliamente.
   
—¿Te gustaría vivir junto al mar o en la montaña?
   
—Mmm…, junto al mar —dijo en un susurro.
   
Seguimos jugando, hasta que mi curiosidad me hizo preguntar algo que tal vez no debía.
   
—¿Conoces a Fred desde hace tiempo?
   
Dubitativa, eché una ojeada a la chica.
   
—Sí, claro. Para ser exactos, desde que era el capitán del equipo de fútbol.
   
Oh, espera.
   
Es en serio. Fred el capital.
   
¡Qué broma era esa!
   
—¿Por qué ya no pertenece al equipo?
   
Dudé un momento en preguntar.

—Desconozco la razón, pero he escuchado rumores, dicen que es por su amigo, Chase. Él se mudó y abandonó al equipo, de hecho era el subcapitán —respondió neutra, sin darle tanta importancia.
   
Me acerqué a la cama y tomé asiento a su lado.
   
—¿Y Ryan en ese momento no era capitán? —inquirí.
   
—No, solo era un jugador más —admitió.
   
Le di una mirada de confusión absoluta.
   
—¿Tienes alguna idea de por qué no se hablan? —pregunté con el entrecejo fruncido.
   
—Ni idea.
   
De pronto, tuve una idea loca.
   
—Oye, invita a Chase al baile, estoy segura de qué aceptará —le aconsejé, señalándola.
   
—Ni loca, lo conozco, jamás aceptaría —confesó en voz baja.
   
—Seguro que sí, hazlo —pedí.
   
Su sonrisa decayó y por primera vez la vi diferente. No tenía esa chispa alegre, sus ojos se enrojecieron, pero no derramó ninguna lágrima.
   
Sabía que lo que estaba a punto de decir, dolería.
   
—No puedo…, es difícil. ¿Sabes? Toda mi vida he tratado de aparentar ser decidida, segura y confiada, pero no lo soy. Mírame, tengo miedo. Cuando era p-pequeña… se b-burlaban de mí, era gorda y no había un s-solo día en que no me i-insultaran. Eso me generó bastantes problemas, hasta que un día decidí v-vomitar. Al principio me p-pareció una mala d-decisión, pero poco a poco vi los resultados y no me detuve. —Tembló su voz y lágrimas resbalaron por su mejilla—. Mi vida era horrible, mis padres se la pasaban trabajando y yo… ya no podía soportarlo, así que comencé a autolesionarme. Después de un tiempo, mi madre me encontró inconsciente y fui al médico. Todos se enteraron, muchos de ellos me juzgaron, pero mis padres me apoyaron y asistí a terapia donde comprendí muchas cosas. Fue una etapa difícil, me duele recordarla…
   
Sin darme cuenta, me encontraba abrazándola y ella sollozaba.
Me dolía verla así, su confesión había sido delicada.
   
Se alejó un poco de mí y se abrazó a sí misma, su rostro estaba abatido y sus manos temblaban, ya no había signo de felicidad, solo vacío.
   
—Maddie, escucha…, tú no tienes la culpa, la tiene la sociedad por crear esos estúpidos estándares de belleza —susurré acariciando su mejilla con mi pulgar.
   
—Yo… —sorbió por la nariz —soy defectuosa.
   
La tristeza se apoderó de mí. No podía creer que la sociedad no tuviera límites, lo sabía perfectamente, porque había pasado por eso. Era horrible.
   
—No pienses eso, tú eres alguien increíble. Nunca te menosprecies porque todos tenemos el mismo valor.
   
Su labio inferior tembló y sus ojos volvieron a humedecerse.
   
—No, yo tengo d-defectos —habló con dificultad debido al nudo en su garganta.
   
—Maddie, todo el mundo los tiene, estamos hechos de eso. No tienes porque sentirte mal… sé que es horrible vivir siendo juzgada, pero nadie es culpable. La sociedad es responsable de crear un mundo perfecto, donde existen reglas que no deberían. Eso es absurdo, debería existir un montón de colores, etnias y cuerpos. Absolutamente todo. Porque la belleza no es tener un buen rostro, ni mucho menos un buen cuerpo. La verdadera belleza consiste en nuestras acciones, nuestra manera de ser y pensar —suspiré y continué—. Mi padre decía que nuestras virtudes y nuestros defectos van de la mano, no puedes deshacerte de ellos, porque son parte de ti. Como un yin y yang, ambos se complementan y crean algo único.
   
Dicho eso, la chica sonrió con nostalgia y me abrazó.

—Pero me autolesioné y ahora tengo imperfecciones —mencionó con duda y lástima.
   
La miré y respondí, citando la frase de mi padre.
   
—Las imperfecciones nos hacen únicos, por eso existen en el mundo.
   
Se limpió la cara y me miró.
   
—Gracias por no juzgarme, Hayley —la miré directamente y ella desvió la mirada para evitarme.
   
—Nunca lo haría.
   
Era la verdad. Maddie era sin duda la prueba de que a veces lo roto era lo más hermoso del mundo. Lo había demostrado, era una chica brillante y día a día luchaba por crear felicidad donde antes fueron grietas.
   
—Te quiero, Hayley. Gracias por darme ánimos.
  
Me dio una sonrisa genuina.
   
—Yo también te quiero, Maddie. ¿Sabes? Viví parte de mi existencia sumida en un vacío, la pérdida de mi padre fue horrible y sigue afectándome negativamente. Aún no he sanado, pero lo haré, juntas mejoraremos día a día.
   
Fue entonces cuando me di cuenta de que todos somos un pequeño universo con roturas, pero que al final estamos aquí para vivir y aprender de nuestros errores.

NOTA:

Hola, solecitos.
¿Qué tal su fin de semana?
Les tengo nuevo capítulo❤️.
¿Qué les pareció?
Me duele la situación de Maddie.
Dejen sus comentarios, los leo.
Saluditos 🌷
   

Mi Chica FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora