Capítulo 22

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UN VIAJE AL CAMPO

HAYLEY

Estaba emocionada por el viaje que haría con Fred. Después de innumerables súplicas a mi madre, ella finalmente cedió, aunque no estaba del todo convencida. Incluso había insinuado que quería venir con nosotros, solo para “asegurarse” de que todo estuviera bien.
   
Además, me había hecho prometer qué la llamaría en caso de que sucediera algo. Así de protectora era.
   
Ahora estábamos afuera de la casa de Fred, listos para partir.  Pero antes, nos habíamos tomado un momento para despedirnos de su madre, quien nos miraba con autoridad.
   
—Portaos bien y mandadme un mensaje en cuanto lleguéis, ¿de acuerdo? —ordenó, mirándonos fijamente.
   
—Sí, mamá. No te preocupes —respondió Fred, sonriéndole a su madre. 
   
—Y nada de desvíos raros, ¿eh? Se irán directo a la casa de campo, ¿entendido?
   
Ambos asentimos.
   
—Dales un abrazo a tus abuelos de mi parte. Diles que los echo de menos y que espero visitarlos pronto. Y ustedes, cuídense mucho. Y Fred, por favor, maneja con cuidado —añadió con voz firme, apoyando sus manos en las caderas como muestra de su seriedad.
   
—Por supuesto —finalizó el chico, restándole importancia.
   
La señora Ivette, siempre había sido un encanto. Tan protectora como mi propia madre, pero con un corazón que desbordaba calidez. Desde el día que la había conocido, se había mostrado increíblemente amable conmigo. Incluso me había confiado la función de asegurar que Fred disfrutara del viaje.
   
Esa era mi misión del día.
   
Hacer que Fred, el chico que había robado mi corazón, sonriera tanto como fuera posible.
   
Me acerqué al coche y tomé asiento en el lugar del copiloto, sintiendo una mezcla de nerviosismo y miedo. Era la primera vez que salía de casa sin la compañía de mis padres. En Francia, solo había explorado lugares cercanos, siempre rodeada de amigas y bajo la vigilancia de mi familia.
  
Tomé una respiración profunda, llenando mis pulmones con el aire fresco de la mañana, y observé a Fred abrir la puerta del conductor y acomodarse en su asiento. Mientras tanto, me aseguré de que mi cinturón de seguridad estuviera bien ajustado. Luego, él introdujo la llave en el contacto y, con un movimiento firme de su muñeca, arrancó el motor del coche.
   
Enseguida, revisó el espejo retrovisor, asegurándose de que no hubiera nadie en la calle antes de retroceder. La señora Ivette nos observaba desde la entrada, ofreciendo una despedida sutil con un movimiento de su mano.
   
¿Quién podría haberlo imaginado? Yo, en un viaje con Fred. Juntos. Eso era lo último que deseaba cuando lo había conocido, pero ahora se había transformado en una oportunidad para averiguar si sus sentimientos hacia mí eran recíprocos.
   
El coche avanzó por la carretera, alejándose de la casa de Fred y dirigiéndose hacia la casa de campo. Él encendió la radio y una melodía conocida se hizo presente, se trataba de One Thing de One Direction. Una canción tan hermosa, qué reflejaba en sus letras la inimaginable sensación de estar cautivado por alguien, hasta el punto de no poder pensar en nada más.
   
—Te gusta la canción, ¿eh?
   
La voz de Fred interrumpió mis pensamientos. Me giré hacia él para mirarlo a los ojos, y aproveché ese instante para observarlo más detenidamente: vestía unos pantalones negros que se ajustaban a la perfección a su figura atlética, y una camisa azul abotonada que lo hacía lucir apuesto. En cambio, yo había optado por llevar un vestido blanco con mangas cortas, adornadas con volantes delicados, mientras que la falda, amplia y ligera, caía en cascada justo por debajo de las rodillas.
   
—¡Por supuesto! Esta es una de esas canciones que siempre te hace sentir especial sin importar cuántas veces la escuches.
   
Era la verdad. La canción me hacía sentir feliz, olvidaba todo lo negativo de mi vida y disfrutaba de sus letras.
    
Porque eso era lo que provocaba la música. Tenía el poder único de transportarnos a un estado de ánimo completamente diferente, de hacernos sentir en paz y felices, independientemente de lo que estuviera sucediendo a nuestro alrededor.
   
Era como una manera sencilla de escapar de la realidad, aunque solo fuera por unos minutos.

Mi Chica FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora