SENTIMIENTOS ENCONTRADOS
FRED
Me había convertido en un experto en ocultar mis sentimientos, pero con Hayley, todo parecía inútil. Cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba ella, su risa, su mirada, todo de ella, se había convertido en un pensamiento constante en mi mente. ¿Cómo había llegado a este punto? Ni yo mismo lo sabía.
Estaba perdido, completamente enamorado de ella. No había marcha atrás, mi corazón le pertenecía y eso me aterraba.
Bajé mi mirada debajo de la mesa, tratando de ocultar mi nerviosismo. Sentía que mis mejillas ardían, y mis manos sudaban. Todo por culpa de la pelirroja que estaba sentada a mi lado.
—¿Qué tal te ha parecido el postre? —preguntó mi madre, dirigiéndose a la chica y, al mismo tiempo, interrumpiendo mis pensamientos.
Hayley sonrió, sus ojos azules brillaban con sinceridad. Tomó un sorbo de su zumo de uva antes de contestar.
—Delicioso. Muchas gracias por la invitación —respondió Hayley amablemente. Mientras tomaba un último bocado de la tarta de chocolate, cerrando los ojos por un instante como si quisiera grabar el sabor en su memoria.
Mi madre asintió, claramente complacida con la respuesta.
—No tienes de qué agradecer, linda. Puedes venir cuando quieras, serás completamente bienvenida —añadió mi madre, con una voz dulce. Al mismo tiempo que servía cuidadosamente otra porción de tarta en el plato de Chase.
—Para mí sería un honor —admitió la chica, sonriendo.
—Por cierto, me encantaría que le llevaras un pastel a tu madre. No tardaré en hornearlo —anunció, entusiasmada—. Mientras tanto, Fred, ¿por qué no le muestras el jardín a Hayley? —sugirió mi madre, lanzándome una mirada cómplice.
Ella siempre tuvo ese don para leerme como si fuera un libro abierto. Con una sola mirada, podía descifrar el torbellino de emociones que yo intentaba esconder. Así que cuando propuso que le mostrara el jardín a Hayley, supe que había algo más detrás de esa sugerencia que a simple vista parecía no tener un objetivo específico. Aun así, asentí, intentando aparentar más confianza de la que realmente sentía.
Mientras mi madre se levantaba para recoger los platos, Hayley se ofreció a ayudarla. Fue entonces cuando realmente pude apreciarla. Su vestido morado realzaba su figura con gracia. Y su cabello pelirrojo, atado en una coleta, enmarcaba un rostro de rasgos finos y delicados.
Ella poseía algo que hacía que la mirara más de la cuenta. Y no me refería a su físico. Si no a los pequeños detalles de ella, como el pequeño lunar en su mejilla izquierda, las innumerables pecas que parecían constelaciones brillantes, las dos grandes ventanas que reflejaban el mar. Y su cabello, ondulado y hermoso.
Porque mis ojos no habían visto a una chica tan bella como lo era ella.
Suspiré y desvié mi vista hacia Chase. Él se encontraba con las manos en el mentón, pensativo. No era algo habitual observarlo así. Él siempre tenía esa chispa alegre. Era algo que lo caracterizaba.
Con las manos en los bolsillos y una sonrisa maliciosa, decidí acercarme a él.
—¿Te vas? —cuestioné, frunciendo el ceño.
Chase asintió.
—Sí, mi madre me necesita en casa. Pero tranquilo, Hayley se quedará contigo —contestó, despreocupado—. ¿A qué no es eso lo mejor?
Antes de que pudiera formular una respuesta, Chase continuó:
—¿Te gusta, Hayley?
Él era así, tan directo.
Estaba convencido de que seguiría preguntando hasta que la verdad saliera de mis labios. A veces, cuando se lo proponía, podía ser un verdadero cabezota.
—Chase, no empieces. Este no es el momento —le advertí, pero en el fondo, sabía que tenía razón. Me gustaba Hayley más de lo que podía admitir.
—Claro que lo es, cómo buen amigo que soy, quiero asegurarme de que no le hagas daño con tus palabras.
Se giró hacia mí y me miró seriamente.
—Vaya, vaya, parece que le has cogido cariño en tan solo unos minutos —expuse, posando mis ojos sobre él.
—Tengo qué hacerlo, ya que en un futuro ella será tu prometida —aclaró, con una sonrisa ladina.
¿No ha dicho lo que acabo de escuchar o sí?
—Deberías dejar de decir tantas estupideces.
—Son verdades. Además, pienso que incluso podría arrebatarte el título de mejor amigo, eso sería divertido, ¿no lo crees? —bromeó, dándome un codazo suave en el brazo.
—Oh, ¿en serio? —exclamé con dramatismo—. Bueno, igual eres bastante pesado, creo que hasta me resultaría útil ya no ser tu mejor amigo—. Me incliné hacia él, y solté una carcajada tan fuerte que el chico se cubrió los oídos.
—No hagas eso. Ya sabes que soy un chico sensible —replicó Chase, mientras una risa escapaba de su boca.
Siempre tan gracioso.
—Eres un imbécil—le dije, dándole un golpe en el hombro, lo suficientemente fuerte para que diera un paso hacia atrás.
—Venga, acepta que estás enamorado de este tonto. Soy bastante irresistible, además tengo cierto parecido con los bombones —comentó él, señalándose a sí mismo.
—Pues no, lo siento Chase, pero definitivamente no eres mi tipo, y sobre los bombones, imagino que hablas de esos que siempre se quedan en el estante, ¿no? —formulé y negué con la cabeza, divertido.
—Entiendo, tu debilidad es una pelirroja con pecas que ahora mismo está ayudando a tu madre en la cocina, ¿eh?
No necesitaba responderle, él ya lo sabía. Desde el inicio. Conocía mi manera de ser y actuar.
—¿Celoso? —pregunté, levantando una ceja—. Porque de ser así, tendría que invitarte a una cena, ya sabes, para reconciliarnos —ofrecí, entre risas.
—Mira lo que has hecho, me has roto el corazón —aseguró, señalando su pecho—. Ahora necesitaré un montón de tiritas para repararlo, y por si fuera poco has dejado por los suelos mi ego. ¡Grandioso! —concluyó, fingiendo un gesto de dolor.
—Finalmente, comprendo a la chica de Londres. Seguro se fastidió contigo por ser imprudente —exclamé, sacudiendo la cabeza con una sonrisa maliciosa.
—¿Imprudente? Soy más sensato que tú, y lo sabes —confirmó, su sonrisa igualando la mía.
No estaba dispuesto a seguir con esta pelea sin sentido. Tenía que cambiar de tema, y cuánto antes.
—Ya, bueno, estaba pensando en invitar a Hayley a la casa de campo de mis abuelos. Pero no sé si es demasiado pronto, ¿crees que me estoy precipitando? —inquirí, dudoso.
Diablos.
¿Por qué hablaba de esto con él?
—Deja de darle tantas vueltas, Fred. La vida es corta, y solo vivimos una vez. Si crees que es una buena idea, ¡adelante! No esperes a que el mundo lo apruebe. Es tu vida, así que decide lo que mejor te parezca —aconsejó Chase, su mano posándose en mi hombro en un gesto de apoyo.
—¿Y si Hayley no acepta? —musité, desviando mi mirada hacia el suelo.
—¿Y cómo vas a saberlo si no le preguntas? ¿O es que acaso ya lo has hecho? —me recriminó, molesto.
—No, aún no.
—Entonces. No vivas con miedo. No lo hagas, porque jamás disfrutarás de lo que realmente vale la pena, déjate llevar y decide lo que te haga feliz. Porque, ¿qué es la vida sin riesgo? ¿Qué son los sueños sin atreverse a alcanzarlos? No son nada. Simplemente, son historias que carecen de aventuras y emoción —habló, mirándome directamente a los ojos.
Me pasé una mano por el pelo, frustrado.
—De acuerdo. Lo intentaré —prometí, sonriendo.
Chase me abrazó con fuerza y luego se dirigió a la salida, no sin antes lanzarme unos besos al aire con una sonrisa traviesa.
¡Qué imbécil!, pensé con cierto afecto.
Me giré sobre mi propio eje y caminé hacia la cocina, donde Hayley ya había terminado de fregar los platos.
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Mi Chica Francesa
Teen FictionHayley Dufour es risueña, fuerte y simpática. Fred Russell es frío, misterioso e inexpresivo. Ella vive en Francia, y ha seguido adelante después de la trágica muerte de su padre. Él ha crecido con su madre en Melbourne, siempre soñó con...