Capítulo 3

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NUEVO COMIENZO

HAYLEY

Melbourne definitivamente resultó ser una ciudad bellísima. Antes de mudarme investigué acerca de la gran ciudad. Descubrí que es conocida como el epicentro cultural debido a su sinfín de galerías, museos y otros lugares de interés artístico. A sus alrededores había una infinidad de parques nacionales. La parte central de la urbe estaba repleta de construcciones de unas dimensiones asombrosas, con los estilos más vanguardistas y contemporáneos.

Mi madre aparcó el auto y ambas bajamos. La casa era gigante. Incluso más que la que teníamos en Francia. Lo primero que llamó mi atención fue el jardín; había árboles coloridos, un columpio y una fuente que adornaba el lugar, era el sitio perfecto para escaparme un momento y poder reflexionar sobre todo lo que estaba desordenado en mi vida. La puerta destacaba por su imponente tonalidad beige. Las paredes tenían una combinación de color blanco y dorado, y varios muebles a juego, había un comedor con sillas Luanda al lado. En medio de la sala se hallaba un candelabro de cristal, una lujosa alfombra gris mullida, escaleras de mármol en forma de caracol. Me perdí por un momento, observando la gran sala. Todo a mi alrededor gritaba lujo y dinero.

Había cuadros de la más alta calidad colocados en sitios estratégicos.

«Sin duda, esta es la casa de mis sueños» Pensé

—Es una casa hermosa —comenté, rompiendo el incómodo silencio.

—Lo sé, el diseño es fantástico.

Comencé a subir las escaleras de caracol, la casa tenía tres pisos y mi habitación estaba justo en el segundo. Al entrar observé el dormitorio, era perfectamente cuadrada, tenía una decoración elegante y encantadora, una cama gigante con sábanas rosas y estampado de corazones. Las paredes eran violeta, mi color favorito. Me agradó de inmediato la habitación.

Dejé mi equipaje en el suelo y me dirigí hacia la cocina, cuando entré no estaba sola, mi madre estaba preparando una deliciosa lasaña. En ese instante, escuchamos el timbre sonar. Nos acabamos de mudar por lo que nos sorprendió la visita.

Mi madre se quitó los guantes de cocina y el delantal azul, ambas caminamos hacia la puerta, ella abrió y yo me moví a un lado para poder ver a nuestros vecinos.

—Buenas noches, ustedes deben ser los nuevos vecinos, es un gusto poder conocerlos. —Pronunció la mujer que se encontraba de pie. Tenía el pelo rubio, de ojos color verde oliva. Llevaba unos pantalones cafés anchos y una camisa blanca, a su lado estaba un chico de cabello oscuro, era bastante alto, supuse que era de una edad aproximada a la mía, de ojos color gris, que me recordaron a mi padre.—Soy la señora Ivette Russell y este es mi hijo Fred.

—Somos Hayley y Nicolle Dufour, mucho gusto —dijo cortésmente mi madre.

—Preparé esta tarta de chocolate, para darles la bienvenida.

Mi madre recibió la tarta y yo les dediqué una sonrisa, a pesar de que Fred no se molestó en devolverla.

—Que amable, gracias —Expresó mi madre, sonriendo.

—Ha sido un placer, espero verlas pronto. Que pasen una linda noche. Si necesitan algo no duden en pedirlo, vivimos en la casa de al lado. —habló la señora Russell.

—Gracias, buenas noches —respondió mi madre, al mismo tiempo que cerraba la puerta.

Ambas volvimos a la cocina para comer la lasaña que ya estaba lista.

—Son muy agradables los nuevos vecinos —aseguró mi madre.

—Lo son —comenté, mientras esbozaba mi mejor sonrisa.

Mi Chica FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora