Capítulo 27

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FELIZ CUMPLEAÑOS

HAYLEY

Abrí los ojos y me incorporé en la cama. Hoy era el día más esperado del año, al menos para muchas personas.
   
Así es. Mi decimoséptimo cumpleaños había llegado.
   
Sin embargo, no sentía la emoción que se suponía debía acompañar este día. En cambio, me invadía una profunda soledad.
   
Lo echaba de menos; era otro cumpleaños sin él.
   
Recordaba su risa, su abrazo cálido y cómo solía decirme que los cumpleaños eran mágicos.
   
Inhalé y exhalé lentamente, tratando de calmarme. Luego, me dirigí al baño para asearme. El agua fría en mi rostro no lograba disipar la tristeza que me envolvía.
   
Unos minutos después, descendí las escaleras con tranquilidad. Mientras mi mente divagaba en recuerdos, mi madre me recibió con su habitual calidez.
   
—¡Por fin llegas! Estuve a punto de entrar en tu habitación porque no despertabas —comentó mi madre, haciéndome una seña para que la siguiera al comedor. —Feliz cumpleaños, cariño. Te he preparado un desayuno especial.
   
Mis ojos recorrieron la mesa y se posaron en la deliciosa comida que la adornaba. El aroma exquisito llenaba toda la habitación.
   
—Gracias, mamá. Es un lindo detalle.
   
Sonrió, complacida. 
   
Me senté en la silla junto a ella. Y desvié la mirada hacia la ventana. No quería que mi madre notara mi tristeza, pero era imposible ocultarla.
   
—¿Todo bien?
   
Asentí, pero ella no se dejó engañar.
   
—Hayley Juliette, no puedes fingir, soy tu madre. Te conozco, ¿sabes? Así que dime, ¿qué te preocupa?
   
Dudé un momento, pero al final no había forma de evadirlo. Me conocía tan bien.
   
—Siento que me falta algo. Nada parece estar bien y me siento rota por dentro —admití, con la voz entrecortada.
   
Me sentía como una burbuja a punto de estallar. Mi corazón estaba hecho pedazos, y no sabía cómo recomponerlo.
   
Mi madre me miró fijamente y luego me envolvió en un abrazo cálido. Uno que decía: «Estoy aquí para ti, pase lo que pase».
   
—Comprendo tu dolor, cariño —susurró ella, acariciando mi mejilla con ternura—. Pero no estás rota, estás en proceso de convertirte en algo grandioso. Créeme, cuando eso suceda, serás más deslumbrante y hermosa. 
   
Inclinó la cabeza y depositó un beso en mi frente, mientras yo apretaba los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar.
  
—Tengo una sorpresa para ti. Espera aquí —anunció mi madre, con voz quebrada, como si estuviera al borde de la tristeza. Luego, se alejó de mí y se dirigió a la sala. 
   
A pesar de mi dolor, una chispa de felicidad surgió en mí.
   
Finalmente, regresó con una caja mediana morada en sus manos. La colocó frente a mí, con una sonrisa.
   
—Ábrelo.
   
Mis dedos temblaron ligeramente mientras levantaba la tapa. En su interior, había dos libros: uno de fantasía cuyo lomo brillaba con dorados destellos y otro de romance con una portada ilustrativa llena de colores cálidos, pero también había una fotografía. En ella, mi padre me sostenía en brazos, con una sonrisa que irradiaba felicidad pura. Parecía como si el mundo girara a nuestro alrededor en ese momento.
   
Miré a mi madre. Buscando respuestas. Ella me miró con ternura y comenzó a hablar. 
   
—Aún recuerdo con todo detalle ese día. Era tu primer cumpleaños. Vaya que él estaba bastante emocionado. Decía a cada minuto que quería hacer una fiesta en tu honor.
   
Sonreí, sintiendo mi corazón latir con fuerza, como si aquel recuerdo hubiera cobrado vida en ese instante.

★★★

—¡Fred y tú sois la pareja que todos estábamos esperando! —exclamó mi amiga con entusiasmo. La miré con una sonrisa divertida. Ya me lo había dicho mil veces; sin embargo, no me importaba escucharla una vez más.
   
—¡Vale, Maddie! Si sigues dándole vueltas a lo mismo, me vas a hacer reconsiderar la idea de salir con él —contesté, con un tono juguetón. Aunque solo lo decía por broma. Fred era más que un simple novio para mí. Era mi faro de luz, aquel que, en medio de la oscuridad, me conducía hasta la orilla.
   
—¿Qué? No, no —aclaró, moviendo las manos en un gesto de negación—. Olvídalo. Mejor hablemos de tu cumpleaños sorpresa.
   
Ya me lo imaginaba. Seguro que, estaba metida en el plan. Organizaría una fiesta para mí. Y, sinceramente, no me desagradaba tanto la idea. Quizás necesitaba disfrutar un poco más de la vida.
   
—No creo que tenga un cumpleaños sorpresa —comenté, encogiéndome de hombros y mirando a mi amiga con escepticismo.
    «Claro, seguro que se creyó esa mentira. Al menos eso espero». 
   
—Venga ya. Yo estoy segura de que sí —insistió Maddie, moviendo las manos en el aire como si estuviera visualizando la escena de la sorpresa—. Sería muy divertidísimo. Imagina: luces apagadas, todos saltando desde sus escondites y gritando «¡Feliz cumpleaños!», al unísono.
   
Me reí ante la imagen mental que la chica había pintado. Tenía gran imaginación.
   
—Maddie, seguro que nada de eso pasa.
   
Ella rodó los ojos y se cruzó de brazos, como si estuviera ofendida.
   
—Hayley, tienes que dejar de ser tan realista. A veces, es bueno soñar despierta. Divertirse imaginando cosas locas. La vida cotidiana puede ser aburrida, ¿sabes?
    
Asentí, y ella me guiñó un ojo. Tal vez tenía razón. Debía divertirme más. 
   
Luego, mi atención se desvió cuando escuché la voz de Ryan detrás de nosotras. Giré y allí estaba, con una sonrisa traviesa en los labios.
   
—¡Hola, chicas! Espero no interrumpir —expresó, como si hubiera estado escuchando toda nuestra conversación.
   
Lo más curioso de todo esto era que Maddie no había dicho nada para molestarlo. Algo estaba ocurriendo aquí. Sin embargo, no tenía ni idea de qué podría ser. O tal vez sí.
   
—No interrumpes en absoluto.
    
Seguí caminando hasta que noté que mis amigos se habían detenido junto a un árbol frondoso. Me acerqué y los encontré en plena conversación.
   
—¿Qué estáis haciendo? —cuestioné. Mi amiga me miró con sorpresa y luego sonrió nerviosamente. Buscó alguna señal en Ryan sobre qué decir, pero él simplemente sonrió. Parecía que había algo más entre ellos, algo que no estaban dispuestos a revelar en ese momento.
   
—Verás… Solo le estaba pidiendo a Maddie que me ayudara con las matemáticas, eso es. No soy tan bueno como ella.
   
«¿Me están tomando el pelo?».
   
—¿De verdad?
   
No podía creerlo. Ambos me estaban mintiendo.
   
—¿Por qué? —cuestionó Ryan.
   
—Maddie odia las matemáticas.
   
Ambos rieron, y luego la chica intervino. 
   
—Solo está nervioso, Ryan; ya sabes, por el partido. A veces suelta tonterías, ¿no es cierto?
   
—Sí, exacto —el chico guardó silencio un instante. Luego se dio cuenta de lo que Maddie había dicho y añadió: —Oye.
   
Ella le dio un golpecito en el hombro, mientras él le miraba con mala cara por el golpe. Después, todos seguimos caminando hasta llegar a mi casa. Al abrir la puerta, me di cuenta de que todo estaba en silencio, hasta que alguien encendió la luz y todos gritaron: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
    
En ese momento, todo cobró sentido. Finalmente, comprendía por qué no había visto a Fred ni a Chase en el instituto, por qué Maddie se había mostrado tan nerviosa y por qué Ryan nos acompañaba.
   
Era una fiesta sorpresa.
   
No podía sentirme más agradecida con ellos por el esfuerzo que habían puesto en hacer algo especial para mí. La casa estaba decorada con luces brillantes, globos de colores y confeti esparcido por todas partes. Una mesa junto a la ventana exhibía varios obsequios, lo que aumentaba mi emoción al ver a mis amigas Everly y Susan. Corrí hacia ellas y les di un abrazo.
   
—¡Vaya, no sé qué decir! —comentó Susan, con una sonrisa—. Estás radiante. —Expresó, mientras me tendía su regalo sorpresa. No pude evitar fijarme en la ropa que llevaban. Ambas venían con vestidos cortos y bastante llamativos. Estaba convencida de que Susan había sido la mente maestra detrás de la idea de hacer que Everly se pusiera un vestido tan atrevido.
   
—¡Gracias por venir! ¡Es la mejor sorpresa! —exclamé, emocionada. No podía creerlo. Ellas estaban aquí, junto a mí, para celebrar mi cumpleaños.
   
Sabía que la distancia no podía romper los lazos unidos. Éramos amigas para siempre, sin importar las fronteras ni los kilómetros que nos separaban.
   
—No podíamos faltar a tu cumpleaños bajo ninguna circunstancia —afirmó Everly, con una sonrisa.
   
—Así es. ¡Por cierto, tu novio está muy guapo! ¿Hay muchos chicos así por aquí? —comentó Susan, con una sonrisa pícara.
  
Everly le dio un golpe juguetón en el hombro.
   
—Oye, no he dicho nada inapropiado —se defendió Susan.
   
—¿Por qué te interesa saberlo? —preguntó Everly, curiosa.
  
—Oh, por nada. Solo estaba pensando en venir más a menudo a este lugar. Debe haber alguna motivación para hacerlo. 
   
Me burlé ante las ocurrencias de Susan. Realmente era todo un personaje.
   
—Te he echado mucho de menos, Hayley —suspiró Everly, mirando al suelo con nostalgia—. Este curso ha sido un verdadero lío sin ti. Susan ha estado encima de mí todo el tiempo y, a veces siento que me asfixia.
   
—Seguro que no es para tanto. Susan sabe controlarse —respondí, restándole importancia al asunto.
   
—No seas exagerada —Susan frunció el ceño, cruzando los brazos como si intentara protegerse de la broma.
  
—¡Claro que no! —interrumpió Everly, levantando una mano —. Te he soportado demasiado, ¿no lo ves? Y vaya que es complicado —se quejó, mirándola fijamente.
   
—Ajá. Dímelo a mí. Yo también tengo que lidiar contigo —replicó Susan, con una sonrisa burlona.
   
Las observé a ambas, sacudiendo la cabeza con una sonrisa divertida mientras levantaba una ceja en señal de reproche.
   
—Bien, chicas. Permítanme presentarles oficialmente a Fred. Vengan.
   
—¡Claro! —respondieron, emocionadas—. Vamos a conocer a Fred.
   
Las guie hasta donde estaban los demás chicos. El grupo nos recibió con sonrisas y saludos amigables.
   
—Chicos, les presento a Susan y Everly. Mis mejores amigas de Francia —dije, señalándolas con orgullo—. Y chicas, les presento a Fred, mi novio; y a Chase, Maddie y Ryan, mis amigos.
  
Tras las presentaciones, el bullicioso grupo se dispersó, dejándonos a Fred y a mis amigas en un rincón tranquilo.
   
—¿Eres el famoso y guapísimo Fred Russell? —inquirió Susan, con una mirada traviesa.
   
Él asintió y esbozó una amable sonrisa.
   
—¡Encantado de conoceros! —contestó Fred, extendiendo la mano hacia Susan y Everly.
   
Las chicas intercambiaron miradas cómplices mientras aceptaban el saludo.
   
—No te hagas el modesto —intervino Susan, cruzando los brazos con una sonrisa juguetona—. Desde aquí veo lo guapo que eres.
   
Fred soltó una risa nerviosa mientras se rascaba la nuca.
   
—Disculpa su comportamiento. Suele ser así de molesta, esa es la razón por la que no tiene amigas aparte de nosotras —mencionó Everly, con una sonrisa de satisfacción.
   
—Por favor, chicas —les rogué con una mirada, tratando de evitar que montaran ningún lío. 
   
—Mira, Fred, en primer lugar, no escuchas a mis amigas. No soy pesada, ¿vale? Y en segundo lugar, si haces sufrir a Hayley, prepárate para las consecuencias. No te lo tomes a broma. ¿Entendido?
   
Él pareció sorprendido ante aquellas palabras. La chica pelinegra había dejado su tono juguetón para dar entrada a una voz más seria.
   
—No haré nada de eso —comenzó el chico firmemente. —Yo realmente amo a Hayley. Al principio, quizás fui un poco brusco. No quería que nadie se acercara demasiado, pero eso ha cambiado.
   
Las chicas asintieron, evaluándolo con atención. Everly, con su expresión seria, añadió:
   
—Eso esperamos; de lo contrario, ten en cuenta que estamos observándote. Si algo sale mal, no dudes que tomaremos medidas.
   
Él asintió.
   
—Solo están bromeando, ¿verdad?
   
No estaba segura, pero mi voz sonó más firme de lo que me sentía.
   
—No, en serio —dijeron ambas, mientras nos lanzaban una última mirada antes de marcharse.
  
Cuando ya no quedaba rastro de su presencia, Fred me tendió su regalo: un pastel con una vibrante cobertura rosa. El glaseado parecía suave al tacto, y las fresas enteras se alzaban sobre él. Sus tonos rojos brillantes contrastaban con el fondo pastel, y entre ellas, asomaban diminutas flores blancas, sus pétalos delicados y etéreos.
    
—¿De verdad lo hiciste tú?
    
—¡Claro! Yo mismo lo horneé. ¿Por quién me tomas? No haría pasar un pastel comprado por uno casero. Eso no va conmigo.
   
—¡Guao! ¡Eres un genio en la cocina!
   
Tomé el pastel con una sonrisa agradecida, sintiendo la suavidad del glaseado bajo mis dedos. Antes de que pudiera decir algo, él me tendió una pequeña caja.
   
—¿Qué hay dentro? —pregunté, curiosa.
   
Fred sonrió, y sus ojos brillaron con entusiasmo.
   
—Descúbrelo —me instó, y mi corazón latió a mil por hora mientras levantaba la tapa de la caja.
   
Dentro encontré un colgante en forma de helado. Las chispitas de colores parecían danzar sobre la superficie de esmalte, y la cadena era delicada y dorada.
   
—Oh, cielos. Es… precioso.
   
Fred se inclinó hacia mí, su aliento cálido rozando mi mejilla.
   
—¿Te refieres a mí o al colgante, eh?
   
—Al colgante, tonto.
   
—Ah. Por un momento he creído que me lo decías a mí.
   
—Por supuesto que no.
   
Él tomó el colgante con manos temblorosas, como si fuera un objeto frágil, y se acercó a mí, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que me hizo sentir mariposas en el estómago. Con cuidado, lo colocó alrededor de mi cuello.
   
—Para que siempre recuerdes este momento. —Sus labios rozaron mi mejilla, y sentí un cosquilleo en el corazón.
   
—¿Qué intentas hacer? —inquirí, un poco sorprendida y nerviosa, mientras me giraba para mirarlo a los ojos.
   
—Nada. Solo estoy pensando en ti.
   
—¿En mí? —repetí, sonriendo de vuelta mientras una chispa de alegría brotaba en mi pecho.
   
—Sí —sus ojos se oscurecieron un poco—. Y creo que quiero besarte.
  
—¿Estás seguro? —mi voz temblaba levemente.
   
—Completamente seguro. Pero si prefieres que no lo haga…, lo respetaré.   
   
—¿Eres de los que respetan los límites personales? —inquirí, con una sonrisa divertida.
   
—Sí, totalmente —respondió él con sinceridad. —Creo que eso es lo básico. Las chicas merecen todo el respeto del mundo, y debemos tratarlas con cariño y consideración. Además, yo quiero ser el tipo de chico que te hace sentir cómoda y valorada.
   
En estos tiempos, encontrar a alguien que realmente se preocupara y estuviera dispuesto a darlo todo por una chica no era fácil, pero él era una excepción. A su lado, me sentía feliz y protegida, como si hubiera encontrado un refugio en medio del caos del mundo. Su forma de mirarme y de escucharme hacía que cada momento juntos fuera especial. Era como si en su presencia, todos mis miedos se desvanecieran. Esa conexión única que teníamos lo hacía aún más valioso para mí.
   
—Y si yo quisiera… ¿Qué pasaría si te dijera que estoy de acuerdo en besarte? —balbuceé, nerviosa.
   
—Entonces —dijo él, su voz ronca. —Creo que deberíamos besarnos ahora.
   
Se acercó lentamente, como si temiera romper el hechizo que nos rodeaba. Sus dedos rozaron mi mejilla, apartando delicadamente algunos mechones de cabello. Y entonces, nuestros labios se encontraron. Fue un beso suave, lleno de promesas y emociones contenidas. Nuestros corazones latían al unísono, y sentía cómo se fundían en un abrazo invisible.
   
Luego se alejó un poco; nuestras narices aún se rozaban. Me miró con ternura y me dio un suave beso en la frente que me hizo sentir protegida.
   
—Quería decirte que eres muy importante para mí. Ya lo sabes, ¿verdad? El caso es que…, quería recordártelo.
   
—Oh, sí, lo sé. Tú también lo eres para mí. 
   
—Quiero que sepas que contigo mi mundo está más completo.
   
—A veces, me pregunto si realmente eres Fred. Tus palabras románticas me hacen dudar. Pero luego te miro desde lejos y veo que tu rostro sigue igual de serio. Y, ¿sabes qué? ¡Es una locura maravillosa!
   
Él soltó una risa suave y cómplice antes de responderme:
   
—Me alegra ser tu locura maravillosa. Pero mi actitud tiene una razón.
   
—Ya. ¿Y cuál es? —cuestioné, nerviosa.
   
—Eres tú.
   
Sentí que mi corazón latía con fuerza, como si quisiera salir de mi pecho.
   
—¿Yo?
   
—Sí. Con cualquiera podría ser inexpresivo y borde —explicó, dando un paso adelante y dejando escapar un suspiro profundo—. Pero contigo ni siquiera puedo intentarlo. Todas las partes heladas y distantes que solía tener se han derretido. Ahora solo queda mi corazón, vulnerable y expuesto, frente a ti.
  
Miré hacia abajo, sintiendo un rubor en mis mejillas.
   
—¿Es algo malo?
   
Él se acercó un poco más, su mirada intensa nunca apartándose de la mía. 
   
—No, no es malo en absoluto. En realidad, es un hermoso sentimiento.
   
—Esto es tan irreal.
   
—¿El qué?
   
—Tú y yo. El hecho de que estemos aquí, juntos. ¿No te lo parece?
   
Él sonrió ampliamente y movió la cabeza de lado a lado.
   
—Más bien, me parece alucinante. Pero no irreal. Cualquier chico quedaría flechado con una sola mirada tuya.
  
Lo miré a los ojos grises. Eran tan profundos y hermosos. Su mirada parecía atraparme, como si me llevara a un lugar donde el tiempo se detenía y solo existíamos él y yo.
  
Justo entonces, mi madre interrumpió ese momento mágico con una sonrisa cálida. Hizo una seña para que la siguiera y yo me giré rápidamente hacia ella con curiosidad. Siguiendo su indicación, llegamos a su habitación. Allí, abrió un pequeño cofre y sacó una carta amarillenta que había estado guardada durante mucho tiempo 
   
—Es de tu padre —confesó, mientras me la entregaba. —Es momento de que la leas.
   
Mi corazón comenzó a latir rápido. Sentí que mis ojos se me llenaron de lágrimas y la tomé con manos temblorosas. La sostuve frente a mí como si fuera un objeto frágil.
   
Por un lado, deseaba leerla cuanto antes, pero por otro, temía lo que podría descubrir.
   
A veces, lo que más deseamos puede convertirse en algo distinto cuando finalmente lo tenemos al alcance de la mano.
   
Sabía que esto cambiaría mi vida.
   
Lo sabía con cada fibra de mi ser.

NOTA:

Hola, ¿cómo están?

Espero que estén disfrutando de su fin de semana. Quiero pedirles disculpas por haber estado ausente de la plataforma últimamente. 🤍

He estado lidiando con un bloqueo como escritora, y eso me ha generado algunas inseguridades al escribir. A veces, lo que escribo no me gusta o no siento que sea lo suficientemente bueno, así que termino eliminando todo y volviendo a empezar. Esto ha hecho que me tarde más en crear, y por eso ha habido demoras en los capítulos. :(

Agradezco de corazón todo el apoyo que me han brindado durante este tiempo; ustedes son unas personas increíbles y maravillosas para mí.💗

Cada uno de ustedes ha dejado una huella importante en mi corazón.🥰

¿Qué opinan de Fred?

¿Qué parte del capítulo les gustó más y por qué?

💗Los leo. Saluditos.

Los quiero muchísimo y aprecio todo el apoyo que me dan. 🥰

Dato:

El próximo capítulo será la carta. 💗

¡Gracias por ser parte de este viaje!
🤍🤍

Mi Chica FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora