Capítulo 17

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BAILE ESCOLAR

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BAILE ESCOLAR

HAYLEY

—Ese vestido te queda genial —aseguró Maddie, mirándome. 
 
Le di una sonrisa agradecida y me acerqué al espejo donde pude ver mi vestido color champagne que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, era largo y las mangas eran cortas, estaba repleto de pequeñas lentejuelas brillantes. Era el diseño de mi madre y ella me había convencido de utilizarlo este día. Mi cabello ondulado caía a los lados de mi cara, y llevaba puesto el collar que me había obsequiado mi padre.
   
Me giré sobre mi propio eje y miré a Maddie, llevaba un vestido liso color azul que le llegaba hasta las rodillas, con mangas cortas y cintura ajustada, su cabello estaba trenzado y sus labios pintados de un tono rosa pálido. Sin duda era una chica hermosa y valiente.
   
Ambas estábamos listas para irnos al baile, mi madre nos llevaría hasta el instituto, según ella, para asegurarse de que estuviéramos bien.
   
—Gracias. Es un diseño de mi madre, por cierto, estás bellísima —le aseguré.
  
Me dio un abrazo cálido y añadió:
   
—Venga, vámonos.
   
Ella fue la primera en salir de mi habitación, mientras yo me daba una última mirada.
   
«De acuerdo, es hora de divertirme y disfrutar del baile.»
  
Me di una mirada alentadora y caminé hacia la puerta para salir de la habitación, la abrí y bajé lenta y nerviosamente las escaleras.
   
«Tú puedes»
    
Miré el último escalón y vi a mi madre de pie, ella sonreía orgullosa de mí. Siempre me decía: «Cariño, tu fuerza es algo digno de admirar… Te amo y lo haré por el resto de mi vida.»
   
—Oh por dios, te ves hermosa —dijo, envolviéndome en un abrazo.
   
—Te lo agradezco, madre —comenté honestamente.
   
Ella colocó sus manos sobre mis hombros y me miró.
   
—El tiempo vuela, todavía recuerdo como saltabas por la casa como un conejito, o como pedías a gritos que te preparara tu pastel favorito.
   
Vaya que recuerdo eso.
   
Ahora, era consciente de lo frágil que era el tiempo, de lo difícil que eran los cambios, porque a veces estamos felices, viviendo las mejores etapas de nuestra vida y en otras, pasamos por momentos que nos destruyen, que nos duelen, pero así es la vida. Es un carrusel de emociones, a veces buenas y a veces malas, pero siempre dándonos lecciones.
   
El tiempo jamás regresa, jamás se detiene y eso es doloroso.
   
El tiempo avanza y no hay detenimiento, solo nos queda levantarnos, sonreír y seguir adelante.
   
—Sí, lo recuerdo.
   
—Qué graciosa eras de pequeña…, pero aún podrías saltar.
   
Mi madre era bastante comprensiva, pero también solía ser divertida. Recuerdo que cuando tenía ocho años me obligó a usar un disfraz de jirafa, ya que en el colegio hubo un festival de disfraces. Participé en el concurso y gané el primer lugar. Aun así, sentí pena por el traje. ¿Quién se disfraza así?
   
—No saltaré.
   
Negué con la cabeza, divertida y la miré.
   
—Estoy muy orgullosa de ti, de todo lo que has logrado. Oh, por dios. Voy a llorar —suspiró.— Mi pequeña…, quiero que sepas que estás haciendo lo mejor que puedes en las consultas, y con eso es suficiente. Te amo y estaré contigo siempre.
   
Mi madre me volvió a dar un abrazo y me besó la frente. Sabía que no tenía que decir nada en este momento. A veces no hacen falta palabras, solo un abrazo o un pequeño detalle es suficiente para demostrar lo feliz que eres.
  
Ahora, más que nunca, estaba decidida a salir de este agujero que me atormentaba. Lo haría por mí, porque no hay mejor motivo que hacer las cosas por la salud mental de uno mismo.
   
Me alejé de ella y sonreí genuinamente. Mi madre me miró antes de entrar a la cocina a buscar las llaves, luego salí rápidamente hacia la salida y me dirigí al auto. Mi amiga estaba en la parte trasera, sonriendo de oreja a oreja. Sabía que estaba tan emocionada, me acerqué a ella y decidí subirme en el mismo lugar.
   
—Sube… —dijo dejando la frase en el aire.
   
—Mi madre vendrá pronto, fue en busca de las llaves —le expliqué, sonriendo.
   
—Bueno.
   
Ella sonrió y nos quedamos en silencio.
   
Unos minutos más tarde, mi madre llegó, subió al auto y se puso en marcha.
   
Estaba nerviosa, no tenía idea si ir al baile era una buena decisión. 
   
«Recuerda que eres valiente.»
   
Mi madre se detuvo frente a la escuela, aquí era donde se realizaría el baile, respiré hondo y me despedí de ella. Antes de irse, me recordó que volvería por mí a la hora acordada. Mi amiga extendió el brazo y me cogió la mano para tirar de mí, indicándome que me diera prisa. Entramos juntas al instituto y nos dirigimos al gimnasio. Cuando llegamos nos detuvimos para apreciar el lugar.
   
La decoración era preciosa y muy elegante. En el centro había una enorme pista de baile que reflejaba varios colores, que se disparaban por distintas direcciones. Las paredes estaban decoradas con telas de colores azules y moradas, todo tan impecable. A su alrededor había varias mesas redondas del mismo tono, con pequeños jarrones de rosas rojas, y también había una mesa con un montón de comida y bebida. Del techo colgaba una bola de disco y telas blancas ligeras.
   
Todo era realmente impresionante.
   
—Este será el mejor baile —me dijo Maddie, sonriendo.
   
Dirigí mi vista hacia ella y hablé:
   
—Ya lo creo —recalqué.
   
Levantó la mano y la vi saludando a alguien. Al principio no me di cuenta de quién era, hasta que el chico se acercó.
   
—Hola, chicas —saludó Ryan, cortésmente.
   
El chico llevaba unos vaqueros y una camisa azul, además portaba una sonrisa amistosa.
   
—Hola, eh…, creo que iré por una bebida —mintió Maddie, mientras se alejaba de nosotros.
   
«Increíble, mi amiga me había abandonado», pensé con ironía.
   
Hubo un momento de silencio, el cual utilicé para respirar profundamente.
   
—Te ves hermosa.
   
Él me miró de reojo y sonrió ampliamente.
   
—Oh, gracias.
   
Sus ojos verdes brillaban bajo la luz del candelabro.
   
—Pensé que no vendrías…
   
Esbozó una pequeña sonrisa.
   
—Sí, Maddie finalmente me convenció —respondí.
   
—Genial.
   
Se acercó a mí.
   
—Debería ir por Maddie —comenté en un intento de alejarme de él.
  
—Ya, mejor quédate.
   
No respondí nada durante unos segundos.
   
—Eh. No, Maddie podría beber demasiado.
   
Intenté mentir, aunque para ser honesta no era tan buena.
    
—Hola, Ryan —escuché una voz detrás de mí y giré sobre mi propio eje para poder visualizar al responsable de la voz.
   
Había dos chicos, el primero era Chase que vestía una camisa negra y un pantalón azul. A su lado estaba Fred, se veía completamente diferente, más guapo. Su atuendo era formal, lo que me causó un poco de gracia. La mayoría del alumnado tenía atuendos menos formales. Lo miré detenidamente, llevaba una camisa blanca con botones, una chaqueta negra y pantalones a juego. Lo único que le faltaba para que su traje fuera de etiqueta era una corbata. Lo que me hizo preguntarme si se sentía avergonzado.
   
—Chase, qué alegría.
   
Ryan extendió su mano a modo de saludo, y Chase se la devolvió.
   
—Está bien, me gustaría hablar contigo ahora, ¿crees que puedas? —cuestionó Chase, mirando al chico rubio.
   
Me miró pensativamente y luego asintió. Los vi salir del gimnasio.
   
Oh, no. Ahora estaba a solas con Fred. Bueno, técnicamente estaba todo el alumnado, pero todos estaban abismados en lo suyo.
   
Esto no podía ser peor.
   
¿Peor? Por dios, es lo mejor que te ha pasado.
   
Suficiente.
   
Intenté calmar mis nervios y sonreír, pero no funcionó. Más bien mi sonrisa fue de una tonta enamorada.
   
—Hola, me imaginé que no vendrías —improvisé con calma.
   
Él me dio una sonrisa ladina.
   
—¿Por qué? —preguntó.
   
—Pensé qué no te gustaban los bailes del instituto —respondí, sonriendo.
   
—Por supuesto que sí, aunque no me agrada algo en especial —murmuró, divertido.
   
—Ah, sí. ¿Qué?
   
Suspiré y me encogí de hombros.
   
—No me agradas. 
   
Pude ver su sonrisa malvada.
   
—Lo sé y no me importa —admití, aunque en el fondo sentí rabia y tristeza.
   
¿Por qué el chico causaba esto en mí?
   
Era como si esas palabras hubieran traspasado y destrozado mi corazón.
   
—De acuerdo.
   
Él suspiró.
   
De repente una pregunta surgió en mi mente.
  
—¿Por qué te fuiste del parque?
   
Lo miré por un momento.
   
—¿Te importa?
   
Puso los ojos en blanco.
   
—Debería despedirte del empleo…, pero no lo haré porque estoy segura de que tienes un buen argumento —protesté, molesta.
   
—Sí, tengo una explicación. Mi madre me necesitaba.
   
Vale, esa no era la respuesta que esperaba.
   
Lo miré extrañada, hablaba en serio o era una mentira. No lo sabía.
   
—Mientes —repliqué.
   
—¿Cómo lo sabes? ¿Tienes alguna evidencia?
   
Me miró divertido.
   
Es un idiota.
   
—No, pero antes de irte parecías molesto, ¿por qué?
   
Fruncí el ceño al instante.
   
—Qué va. Claro que no.
   
¿Qué ocultas, Fred?
   
—Oh, vamos. Responde o te da miedo —Levanté las cejas, desafiándolo.
   
—¿Miedo?, qué tonta eres Hayley.
   
Bufó con una pizca de molestia.
   
—Ah…, ¿sí?
   
Lo miré con los ojos entornados.
   
—Claro que sí, y exijo que respetes mi privacidad —me reprochó Fred, mirándome.
   
—Eres un idiota, Russell —espeté, perdiendo la poca paciencia que tenía.
   
—Y tú una maldita curiosa —se defendió con rabia.
   
—Mejor me iré…
   
No podía estar cerca de alguien que actuaba como un imbécil.
   
—Hazlo.
   
Eso fue lo último que dijo antes de dirigirme hacia Maddie. Mi amiga estaba justo al lado del banquete, decidiendo entre un montón de bebidas.
   
—¿Qué hacéis?
   
Ella se volvió apresuradamente hacia mí.
   
—Ah, estoy eligiendo mi próxima bebida —sonrió como un angelito.
   
—Debería estar molesta contigo, ¿por qué me dejaste sola?
   
Sonrió, maliciosamente.
   
—Oh, vamos. Fue la mejor decisión —aclaró en tono de burla.
   
—No lo creo.
   
La chica empezó a reírse, divertida.
   
—Vi que estabas con Fred, cuéntame, ¿qué sucedió?
   
Me miró intrigada.
   
—Es grosero —admití.
   
—¿Ah, de verdad? ¿Qué te hizo para cambiar tu actitud?
   
Maddie puso su mano sobre mi hombro.
   
—Mmm…, creo que me detesta —respondí en un tono más bajito.
   
—Ya lo creo…
   
¿Habéis sido sarcasmo? Porque juro que sonó así.
   
—¿Entonces, qué opinas?
   
Ella se rio un poco.
   
—Escucha, parece un buen chico. Estoy segura de que siente algo por ti, y créeme que no es odio —puntualizó, asintiendo con la cabeza.
   
—¿Estás segura? —le pregunté, confundida.
   
Hizo una pausa para pensarlo un momento.
   
—Por supuesto.
   
De repente escuché a alguien hablando por el altavoz, me pregunté qué estaba pasando porque todos los estudiantes estaban en silencio.
   
—Hola a todos los estudiantes de la preparatoria William Green, es un honor para mí mencionarles la sorpresa de esta fabulosa noche. Como probablemente ya sabréis, cada año se realiza un baile de inicio de curso con el objetivo de animarles y fomentar la cohesión social.
   
Vaya, era increíble y una gran idea para que los nuevos estudiantes pudieran agruparse sin problemas.
   
—En este gran frasco hay varios trozos de papel de miles de parejas del instituto. Seguramente te estarás preguntando qué tiene que ver esto con la sorpresa, pues el primer papel que extraiga del frasco será la pareja ganadora, como premio bailarán una canción individual y serán coronados como los anfitriones de la noche.
   
Me giré para ver si Maddie estaba emocionada y aproveché para preguntarle un poco más sobre esta tradición escolar.
   
—Guao, ¿sabes cómo se seleccionan los participantes? —cuestioné desconcertada.
   
—Sí, todos los años en el pasillo central colocan una invitación dirigida a todos y un frasco donde se pueden insertar trozos de papel con el nombre de dos participantes.
   
Esa había sido toda su explicación.
   
—No tenía idea…
   
No terminé de hablar porque dirigí mi atención al centro de la pista.
   
—Vale, suerte a todos —expresó el profesor, mientras introducía su mano en el frasco de vidrio y extraía un trozo de papel.— Ya lo tengo —habló al tiempo que desdoblaba el papel, luego miró a todos y continúo. —Los ganadores son…
   
Dejó de hablar, suspiró y sonrió. Era como si estuviera disfrutando de lo inquietos que estaban todos.
   
Después de un largo silencio se atrevió a hablar.
  
—… Hayley Dufour y Fred Russell. Muchas felicidades jóvenes.
   
¡Rayos!
   
¿Qué acababa de decir?
   
¡Yo…, y!
   
¡No, seguro había escuchado mal!
   
Claro, ahora comprendía todo. Este había sido el plan de Maddie, debí de imaginarlo.
   
Menudo lío en el que estaba metida.

NOTA:

Hola, ¿cómo están?
Este es el último capítulo semanal, los próximos meses serán dependiendo de mis horarios, a veces publicará por dos semanas, o meses. Antes de eso tengo que adaptarme a mi horario.
Bueno, espero y les guste el capítulo.
¿Qué les pareció?
Maddie y sus planes. Qué linda❤️
¿Creen que Fred aceptará bailar con ella?
¿Se molestará?
Dejen sus comentarios, los leo.
Saluditos solecitos❤️.
Los quiero💗
Por cierto, muchísimas gracias personitas por su apoyo...

Mi Chica FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora