Capítulo 10

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RECUERDOS

FRED

Su madre de Hayley lloraba desconsolada, lo que hizo que mi mente me llevara a un recuerdo doloroso.

Papá, mira —dije mostrándole a mi padre una hoja con mis notas —la maestra me felicitó, fui el mejor de la clase —hablé con orgullo.

Miré a mis padres y me di cuenta de que había sido un error darles la noticia. Mi madre se sentó en el sofá y comenzó a sollozar.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunté acercando mi mano a su rostro.

—Fred, decide… te vas conmigo o te quedas con tu madre —pronunció mi padre con desdén.

Él era un hombre alto y de ojos grises como los míos, era extremadamente estricto y solía menospreciar a mi madre.

—No te vayas, papá —dije con una voz quebrada.

—No seas infantil, Fred. Te he dicho que odio lo débil que eres —declaró molesto.

A mis nueve años había aprendido que no debía ser débil, ni mostrar sentimientos. Eran lecciones que mi padre me había dado.

No te llevarás a Fred —demandó mi madre, levantándose y haciéndole frente a mi padre, el señor Frederick Baker.

—¿Tú lo impedirás?, no me hagas reír, Ivette. Fred es mi hijo, por lo tanto, tengo derecho.

Mi padre no era un hombre que se dejaba llevar por los sentimientos. Era malvado y ni por ser su hijo le importaba.

—Me quedaré con mi madre —decidí.

Estaba bastante asustado como para irme con él.

—De acuerdo, solo olvídate de mí, Fred —inició mi padre furioso —espero y no te arrepientas. ¡Y recuerda que eres un maldito hijo que nunca debió nacer! —gritó mi padre, haciéndome sentir mal. Ocasionando en mí una herida que nunca sanaría. Mis ojos comenzaron a derramar lágrimas.

¿Cómo podía hacerme daño mi padre?
Se suponía que ellos eran los que te cuidaban, te apoyaban y te amaban incondicionalmente.

—Basta, no le hables así a mi hijo —suplicó mi madre llorando.

—Ivette, deja de llorar, te ves patética dando lástima —espetó mi padre con una sonrisa arrogante —en cuanto a ti —me señaló mi padre —siempre has sido un cobarde. Aborrezco el día que te vi por primera vez.

Ese día lloré, grité y me prometí a mí mismo que olvidaría a mi padre, que enterraría hasta el mínimo sentimiento que tenía por él. Yo lo amaba, antes de cumplir seis años, él era cariñoso y trataba a mi madre con respeto. Pero después todo cambió, mi padre se volvió violento y nos menospreciaba por todo. Pensaba que era por el estrés de su empleo, pero después, abrí los ojos, un padre no debería comportarse como lo hacía él. Hubo momentos en los que casi se atrevió a golpearnos; sin embargo, recapacitaba y terminaba por pedirnos perdón. Odiaba la violencia y a quienes la ejercían. No había argumento que validara aquellas acciones.

¿Acaso el hogar no era el lugar seguro de todos?

Mi niñez no fue la mejor de todas, sufrí demasiado. Muchas veces me culpé a mí mismo por el abandono de mi padre, me creí débil y cobarde.

Sonrisas, alegría y felicidad. Todo se esfumó.

Mi madre no se merecía nada de lo que había vivido. Tenía un corazón bondadoso y ayudaba a todo aquel que la necesitaba.

Había asistido a terapia, pero en nada me ayudó. Los psicólogos nunca entenderían mi situación, porque ellos nunca lo habían vivido. 

Era difícil que alguien empatizara. La sociedad jamás entiende, y si lo hace, es a base de su perspectiva.

En fin, mi vida era un desastre.

Dejé de pensar en todo y volví a la realidad.

El médico le pidió a la señora Dufour que esperara el diagnóstico. Unos minutos más tarde, se acercó para dar informes.

—Señora Dufour necesito hablar con usted sobre la salud de su hija —pronunció el médico, señalando su consultorio. Ella se levantó y siguió al doctor. Sus ojos estaban hinchados y en su rostro se notaba la preocupación.

Pasaron los minutos y una enfermera se acercó hacia mí.

—La señorita de la habitación 12 ya puede recibir visitas, sígame joven, lo conduciré hasta allá.

Me puse de pie y la seguí. No tenía idea de por qué estaba preocupado, era una simple chica que no provocaba ningún sentimiento en mí.

¿Qué me sucede?

Entré a la habitación y la enfermera se marchó. El lugar era amplio, con paredes azules y blancas y buena iluminación.

Hayley seguía inconsciente, estaba recostada en una camilla, vestida con la típica ropa blanca de paciente, tenía en su brazo un tubo transparente que le pasaba suero al cuerpo y su rostro estaba más pálido. Me acerqué a ella y la miré. Era bonita, sus pecas la hacían lucir perfecta.

Me senté a su lado. Hasta que la chica se removió y soltó un quejido, sus ojos comenzaron a abrirse lentamente. Eran hermosos, como si estuviera viendo el mar, era de un tono diferente, perfecto y único.

Incluso si intentara combinar varios tonos de azul, nunca coincidirían con el color de sus ojos.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué fue lo que sucedió? —inquirió Hayley confundida.

—Hola, también estoy feliz de verte, Hayley —hablé, adquiriendo en mi voz un hilo de diversión. Molestarla se había vuelto un pasatiempo para mí.

—Jamás cambias tu sentido del humor. Oh, espera, no lo tienes —bromeó Hayley. Haciéndome sonreír al instante.

—Ahórrate tus chistes, Hayley —añadí, soltando una risita de burla.

Esta chica me hacía sonreír más de lo normal.

—¿Qué haces aquí? —repitió la misma pregunta.

—Bueno, te desmayaste en el salón y vine para saber cómo estabas. En realidad, mi madre me obligó a venir —respondí, mirándola.

Lo último era mentira. Había sido mi idea acudir. Pero no sé lo diría, porque estaba seguro que le daría bastante importancia, aunque no la tuviera.

—Vaya, vaya, Russel siendo un buen hijo, realmente no me lo esperaba —comentó la chica.

—Lo sé, soy todo un misterio —aclaré, dedicándole una sonrisa.

—Veo que hoy estas de buen humor, ¿a qué se debe, Fred? —inquirió la chica, posando sus ojos azules sobre mí.

Ni yo lo sabía, simplemente estaba feliz.

—Nada relevante.

La puerta se abrió y entró la madre de Hayley, nos sonrió a ambos y se acercó a su hija.

—Cariño, ¿cómo te sientes? ¿Te duele algo? —La señora Dufour se sentó a su lado y le acaricio la mejilla.

—Estoy bien, mamá. Me siento un poco cansada —su madre se inclinó y le besó la frente.

—Te dejaremos descansar, cariño. —dijo su madre, mientras yo me dirigía a la puerta y salía.

Algo en mí, había cambiado. No sabía con certeza lo que era.

NOTA:
Hola a todos.
Nuevo capitulo, espero les agrade.
Me gustaría agradecer todo el apoyo de todos.
❤️
¿Qué les pareció el capítulo?
Tragica la vida de Fred😭
¿Qué opinan, ustedes creen que volverá a ver a su padre?
Dejen sus comentarios, los leo.
❤️❤️❤️❤️Saluditos solecitos.

Mi Chica FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora