Capítulo 1

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Dormía pacíficamente en mi sofá, como si no se hubiera metido a mi hogar mientras estaba en el supermercado. Su rostro tenía moretones y restos de su propia sangre, no podría decir con certeza cuál era la razón de su estado, pero había dos opciones claras, y ninguna de ellas eran de mi agrado.

Me siento en el reposa brazos, observando lo relajado que luce a pesar de estar hecho mierda. Acarició las hebras de su cabello y suelta un suspiro de satisfacción, se remueve un poco, pero no se despierta.

Jeon seguía frecuentando mi hogar aun sabiendo que mi hermana mayor se había mudado por sus estudios. Siempre venía, así sea solo para verme la cara o charlar un poco, con la excusa de que “era aún pequeña y no podía quedarme sola mucho tiempo”. Me trataba como una cría, pero lo agradecía. Se había vuelto como mi mejor amigo, uno guapísimo y era sincera. Estaba buenísimo, pero lo que tenía de hermoso lo tenía de mujeriego, no sé conformaba con una sola mujer. Apostaba que tenía el abecedario completo.

— Si me tratas con más cariñito, bebé.— su voz ronca me trae a la realidad y me he pasado un poco con la fuerza con la cual acariciaba su cabello.— así está mejor.— bajé la fuerza, volviendo a acariciar con cuidado.

— No me llames así, no soy un bebé.— no tardó en aclarar lo mucho que había crecido, ya que por lo visto seguía viéndome como la cría inmadura que había conocido años atrás.— ¿Por qué estás así de fatal?, ¿nuevamente una mujer casada?

No puedo evitar sacar a relucir el tema tan gracioso y preocupante del cual Jeon Jungkook había sido protagonista. Este hombre le daba igual el meterse en relaciones o eso dio a entender cuando tuvo un enredo “amoroso” con una mujer casada. El esposo había mandado un grupo de hombres a darle una paliza y bien merecida la tuvo.

— Nada que ver, deja ya de burlarte.— aleje mis manos de su cabello y se reincorpora sentándose correctamente en el sofá.— Solo digamos que tuve unas pequeñas diferencias con el señor jeon.

— ¿Otra vez?— mi mirada cae sobre él y asiente con disgusto. Nuevamente, había peleado con su padre, por qué aquello ya no clasificaba como discusión.— joder, ¿ahora que sucedió?

— Preferiría no hablar del tema, corazón.

— ¿Te quedarás?— la ilusión de tenerlo en mi hogar nuevamente se agrandaba inevitablemente y aunque mi reacción no sea la correcta en esta situación, no podía retener aquello. Me agradaba tenerlo en casa, aunque no se lo diera a conocer de forma constante.

— Si no es molestia, me quedaré un tiempo.— rasca su nuca y es señal de que está nervioso. Su mirada es dócil, pero ya no creía tanto aquello. Era dulce, pero ya lo había visto con esa mirada dominante e intensa que lograba ponerme un poco alteradita.

Me quedo en silencio, hago un gesto de estarla pensando y en realidad no hay nada que pensar, esta era como su casa, pero siempre había condiciones, condiciones para conservar mi estabilidad emocional.

— Puedes quedarte, pero ya sabes cómo va la cosa.— le recuerdo las pequeñas condiciones fáciles de cumplir.

— Nada de traer mujeres aquí, nada de ensuciar, nada de andar en bóxer por la casa, dormir con ropa y no meterme a tu habitación a curiosear. Me las sé corazón, las tengo grabadas en el cerebro.— se deja caer contra el respaldo del sofá con cansancio y sonrió de forma breve.

— Entonces, bienvenido animal— doy aplausos como celebración. Ya tenía los ejercicios matemáticos resueltos, de eso estaba segura.—, ya que vas a estar aquí nuevamente, puedes hacerme unos favorcitos.

— ¿Ayudarte con las tareas?— pregunta y asiento energéticamente.— solo si me haces comida deliciosa.

— Trato.

𝐇𝐀𝐏𝐏𝐈𝐄𝐑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora